Queda huérfana y tiene que cuidar de sus hermanos, así que con sólo 15 años se casa con un hombre ciego y malhumorado.
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Capitulo 5.
Al día siguiente Cecilia está ansiosa por ver bajar a su hijo. Quiere saber que pasó. Para su sorpresa el no baja a desayunar, se preocupa un poco y sube a la habitación. Entra sin hacer ruido y los ve a los dos profundamente dormidos. También ve cómo el la tiene en sus brazos y ella conserva la ropa. Se pone muy contenta y sale de la habitación.
Una hora más tarde Bruce se despierta, ve a su esposa entre sus brazos, y se pregunta por qué durmió así con ella. Jala su brazo y este le duele mucho.
— Eres más pesada de lo que pareces. — Reclama a Camila que aún sigue dormida. — Y tienes el sueño muy pesado. — Se queja el. Luego ve la jarra de agua en su buró, y una idea cruza por su mente. Toma la jarra, un vaso y le echa agua a su esposa. Camila se sobre salta al sentir la humedad en su rostro. El contiene su risa malévola.
— ¿Por qué me tiraste agua encima? — Dice ella algo molesta.
— ¿Te tire agua encima? — Pregunta el fingiendo que no sabe. Ella entonces hace una expresión de tristeza.
— Lo siento. Lo siento mucho. — Se disculpa ella y el no entiende. Camila le quita la jarra de agua y el vaso, Bruce piensa que se lo aventara encima, pero en lugar de eso, ella le llena el vaso y se lo da. — ¿Tienes sed verdad? Toma. — Bruce se sorprende con la amabilidad de ella.
— ¿No le pusiste veneno al agua? — El sabe bien que no lo hizo. Pero desea saber lo que dirá ella a continuación.
— Claro que no. Si quieres dámela para beber, me la tomaré para que estés seguro.
— No. Olvídalo. — El se toma el agua, luego ella se levanta de la cama. Y se mete a bañar. No se molesta en cerrar la puerta del baño, pues sigue pensando que el es ciego.
Bruce la está viendo mientras se baña y algo en el se despierta. Quiere entrar y hacer lo que no se atrevió la noche anterior, pero recapacita, le dará un tiempo para crecer. Aunque no está seguro de cuanto va durar está vez su matrimonio.
Camila sale de bañarse con sólo una toalla alrededor de su cuerpo. El se molesta con ella. No le gusta que sea tan ingenua.
— ¿Te vas a bañar? — Le pregunta ella a él.
— Si. — Camila le toma la mano e intenta llevarlo al baño. Pero a él no le agrada y jala su mano bruscamente. — No necesito tu ayuda.
— Puedo ayudarte cuando salgas.
— No gracias. Conozco mi habitación a la perfección. — Dice el molestó, Camila sabe que lo hizo enojar por lo que ya no quiere hablar. Decide irse a cambiar, cuándo Bruce sale ve un conjunto de ropa en su cama. Luego escucha la voz de su nueva esposa atrás de él. — Te preparé la ropa, combina muy bien, te verás muy guapo en ésto. Bueno ya eres guapo, pero te verás mejor.
— ¿Te parezco guapo?
— Eres hermoso. — Dice ella con toda la honestidad del mundo. Y algo avergonzada, ya que eso se le escapó.
— ¿Enserio me consideras hermoso?
— Si. Eres tan guapo cómo un principe. Yo pensé que serías feo y viejo. Y resultó ser lo contrario, me agrada ser tu esposa. — Le cuenta con una sonrisa sincera en sus labios.
— No seas feliz. — Camila deja de sonreír al escuchar su voz molesta. — Por si no lo sabes tengo 25 años, en tres meses cumplo 26. Te llevó más de 10 años. Y no soy ningún príncipe, soy un hombre con defectos, en menos de lo que piensas querrás divorciarte de mi. — O ponerme el cuerno piensa el.
Camila ve que su carácter no es fácil, pero está dispuesta a soportarlo, sólo así podrá ver crecer a sus hermanos. Ella se pone de mejor humor al pensar en ellos.
— ¿Quieres que te ayude a cambiarte? — Cambia el tema para aliviar la tensión.
— No. Aunque no lo parezca soy muy capaz de hacer las cosas por mi cuenta.
— Está bien. Entonces me iré. Tengo hambre.
Camila baja a desayunar y se encuentra a sus hermanos con un uniforme de escuela. Ellos se ponen muy contentos al verla.
— Hermanita. Si estás aquí. — Los tres pequeños de ojos grises la abrazan.
— Claro que sí. Les dije que nadie nos separaría. Ustedes son lo único que me queda. — Una lágrima se le escapa de sus ojos. Uno de los pequeños se la limpia.
— No llores. Tú nunca lloras.
— Tienes razón. Pero está lágrima es de alegría. Esas no valen.
— Buenos días. — La madre de Bruce llega. — Parece que a una pequeña se le pegaron las sábanas. Me preguntó por qué. — Cecilia se ve realmente contenta.
— Lo siento mucho.
— Yo no. Tú primer día fue bien. Ojalá continúes así.
— Haré todo lo posible.
— Me gusta tu actitud. — Dice Cecilia con una sonrisa. — Llevaré a los niños a la escuela. — Ella toma la mano de un pequeño.
— Señora, ¿le puedo pedir un favor?
— ¿Cuál?
— Me gustaría estudiar también. No terminé la secundaria, y...
— Háblalo con mi hijo. Si el te da permiso yo estaré bien con eso.
"¿Ahora le tengo que pedir permiso a el?" No creó que me deje." — Piensa ella preocupada. Luego lo ve bajar y va a intentar ayudarlo, pero el no se lo permite.
— Te dije que soy capaz de hacer las cosas. No tienes que fingir tu amabilidad.
— Yo no...
— Cállate. Si no te pregunto no tienes que hablar. — Camila guarda silencio, pero sus hermanos no están felices de que la traten mal.
— ¿Por qué le hablas así a nuestra hermana? — Reclama uno de ellos.
— Tu hermana es mi esposa. Y yo le habló cómo quiero.
— Si la tratas mal no viviremos contigo. Hermana vámonos de está casa. — Le dice otro de los trillizos. Camila observa a Cecilia, está última le está dando una mirada de advertencia.
— Mi esposo sólo tiene un mal día. No le hagan caso. Mejor vayan a la escuela.
— ¿Estás segura?
— Si. Vamos, se les hace tarde. — Los niños se marchan con Cecilia. No sin antes darle una advertencia a su cuñado.
— Trata bien a nuestra hermana. O te las verás con nosotros. — Bruce se indigna.
¿Estás pequeñas sabandijas, se atreven a amenazarme? — Piensa el molestó.
— Niños la escuela los espera. — Les dice Camila que nota una mala expresión en su esposo.
— Nos vemos después. — Cada uno de los pequeños le da un beso en la mejilla. Luego se van con Cecilia, Bruce también se va sin decir adiós.