"Morí traicionada por el hombre que debía amarme... y por la sangre de mi propia hermana."
En su vida pasada, Aelina Valemont, Reina de Thalair, fue humillada y asesinada por su esposo, el Príncipe Heredero, y por su hermana. Sus padres también fueron ejecutados bajo falsas acusaciones.
En su último suspiro, Aelina juró venganza.
Ahora, ha despertado en su cuerpo de 16 años. El día de su boda con el príncipe cruel se acerca... pero esta vez, el destino cambiará.
En el altar, rechaza públicamente al príncipe.
Sabe que ha firmado su sentencia. Su familia sigue en peligro. Y sola, no podrá vencer a un enemigo tan poderoso.
Por eso comienza a buscar aliados. Hombres fuertes, peligrosos, capaces de cambiar el curso del reino. Pero lo que empieza como un plan frío, se transforma en una red de emociones que no podrá controlar:
Un caballero leal.
Un archimago distante.
Un noble rebelde
Un asesino en las sombras.
Un príncipe extranjero con su propia agenda.
NovelToon tiene autorización de Mandarino para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
El misterioso jugador secreto
La luna colgaba sobre Thalair como un ojo inmóvil y frío, derramando su luz sobre los techos de pizarra y las torres afiladas.
En el salón privado de los Valemont, el aire estaba cargado de silencio. Aelina aguardaba junto a la chimenea apagada, las manos unidas sobre el regazo. A un paso de distancia, Lucas permanecía de pie, la armadura brillando apenas con el reflejo plateado que entraba por los ventanales.
Aquella noche su expresión no era solo de vigilancia. Había una sombra más en su mirada… preocupación, y tal vez algo que no quería nombrar.
—Mi lady… —su voz fue un susurro grave—. ¿De verdad queréis recibir a ese hombre sin más guardia?
Aelina ladeó la cabeza y dejó que una media sonrisa se dibujara en sus labios.
—No estaré sola, Lucas. Tú estarás aquí. —Su mirada se volvió un instante más cálida—. Y temo mucho más a las mentiras de la corte que a cualquier truco de magia.
Lucas asintió, pero su mano quedó cerca de la empuñadura de la espada, como si el gesto fuera instintivo.
“Demasiado protector… aún no entiendes en qué tablero jugamos”, pensó Aelina.
El sonido de los goznes interrumpió sus pensamientos. La puerta se abrió y la penumbra del pasillo cedió ante una figura alta.
Entró un hombre envuelto en una capa negra que rozaba el suelo, como si arrastrara sombras con él. El cabello plateado caía sobre su frente en mechones rebeldes, y sus ojos, de un azul profundo, parecían diseccionar la sala entera en un solo vistazo.
Aurelian Raventhorne, archimago de la Torre Negra.
En la otra vida, él se había mantenido neutral… hasta que el príncipe lo obligó a servirle. Esta vez, ella no pensaba permitirlo.
El mago se inclinó, pero su reverencia estaba ladeada, casi burlona.
—Lady Aelina Valemont… tenía curiosidad por saber si tendríais el valor de recibirme.
Aelina sostuvo la mirada sin pestañear.
—¿Y vos? ¿El valor de venir tras mi ruptura con el príncipe?
La sonrisa de Aurelian fue lenta, medida.
—¿Valor? Tal vez. ¿Curiosidad? Sin duda. No todos los días alguien desafía al hombre más peligroso del reino… y vive para contarlo. Eso atrae la atención de ciertos jugadores.
Lucas frunció el ceño, su voz más afilada que el filo de su espada.
—¿Jugador… o traidor?
Aurelian no se dignó a mirarlo.
—Decidme, Lady Aelina… ¿qué esperáis de mí?
Ella dio un paso adelante, el sonido de su vestido sobre el suelo resonando entre las paredes.
—Espero que recordéis quién sois. Un hombre que no se arrodilla por miedo. Uno que desprecia a Darius tanto como yo.
El mago alzó una ceja, como si calibrara sus palabras.
—Cuidado… hablar así os puede costar la cabeza.
—Ya la he perdido una vez —susurró Aelina.
Por un instante, él dejó escapar un parpadeo de desconcierto.
—Interesante.
Lucas dio un paso más, tenso.
—¿De verdad vais a confiar en él, mi lady?
Ella le lanzó una mirada suave, aunque no menos firme.
—Aún no confío en nadie. Esto no es una alianza… es una prueba.
Se volvió hacia Aurelian.
—No os pido lealtad ciega ni juramentos vacíos. Os ofrezco algo mejor: libertad. Cuando caiga Darius, podréis elegir vuestro propio destino.
El mago dejó escapar una risa breve.
—¿Libertad? ¿Creéis que alguien puede otorgarla?
—No —replicó Aelina—. Pero puedo ayudar a construir un mundo donde sea posible.
Hubo un silencio en el que él la observó con ojos de estratega, como si moviera piezas invisibles en un tablero que solo él veía.
Al final, asintió apenas.
—No me uno a vos… todavía. Pero os daré información. Y cuando llegue la hora, decidiré mi bando.
—Acepto —dijo Aelina con calma—. Pero recordad… los que se mantienen neutrales, al final, también arden.
Él sonrió de lado.
—Quizá os subestimé.
—Y yo no confío en serpientes —gruñó Lucas.
Aurelian, divertido, le dirigió una mirada burlona.
—Ah, el caballero de fuego en la mirada… No os preocupéis, Capitán. No pienso robarle el corazón a vuestra dama.
Lucas se tensó, y Aelina desvió la mirada para que no se notara su sonrisa.
“Así empieza.”
El mago se inclinó.
—Os enviaré noticias pronto. Y… tened cuidado. El príncipe no olvida. Ni perdona.
Con un giro de su capa, salió de la estancia, dejando tras de sí un olor tenue a incienso y algo más oscuro.
El silencio volvió. Lucas la miró, con la frustración mal contenida.
—No me agrada ese hombre.
—A mí tampoco —respondió Aelina—. Pero en esta partida, necesitamos piezas poderosas. Y Aurelian… es un dragón dormido.
Lucas bajó la vista.
—Haré lo que sea para protegeros. Aunque no me guste compartir vuestra confianza.
Aelina le tocó suavemente la mano.
—Confío en ti, Lucas. Eres mi escudo… y más que eso.
Los ojos de él brillaron un instante.
—Siempre, mi lady.
La luz de la luna se filtró de nuevo por la ventana. Un golpe seco interrumpió el momento: un cuervo negro picoteaba el cristal. Llevaba atado un pergamino con un sello dorado.
Aelina lo tomó y lo abrió.
> Querida Aelina,
No creáis que vuestra pequeña farsa me ha humillado.
No olvido quién sois… ni lo que sois.
Los Valemont serán juzgados.
Y vos… volveréis a suplicarme.
Nos veremos en el Consejo del Reino.
No faltéis.
Con eterno afecto,
Darius Valarion
Aelina apretó el pergamino, sus uñas hundiéndose en la cera rota.
“Este será tu próximo error, Darius.”
Se giró hacia Lucas.
—Prepara todo. Mañana iremos al Consejo. Y allí… el juego cambiará.
Lucas asintió, con el fuego encendido en los ojos.
“El lobo negro ya ha olido sangre. El primero del harén ha mordido el anzuelo. El segundo observa. Y pronto… vendrán más.”
si ya se que hay muchas incoherencias en ciertos capitulos y lo estoy arreglando de a poco.
la verdad que no es muy buena idea hacer varias novelas al mismo tiempo.