Mónica es una joven de veintidós años, fuerte y decidida. Tiene una pequeña de cuatro años por la cual lucha día a día.
Leonardo es un exitoso empresario de unos cuarenta y cinco años. Diferentes circunstancias llevan a Mónica y Leonardo a pasar tiempo juntos y comienzan a sentirse atraídos uno por el otro.
Esta es una historia sobre un amor inesperado, segundas oportunidades, y la aceptación de lo que el corazón realmente desea.
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El sonido de la vida
Desde el día en que Mónica les confesó a todos que estaba embarazada, la vida en la casa se volvió mucho más liviana para ella. No era que sus compañeros hicieran todo por ella o la protegieran de las dificultades, sino que sabía, con una certeza reconfortante, que ya no estaba sola. Su bebé, el pequeño ser que crecía dentro de ella, ya no era un secreto que cargaba a solas, y eso lo cambiaba todo.
La primera muestra de ese apoyo incondicional llegó una semana después de su cumpleaños, cuando Cintia, una de las chicas de la casa, la miró con una mezcla de curiosidad y preocupación.
-Mónica, ¿ya comenzaste a llevar un control médico?- le preguntó una tarde mientras todas descansaban en la sala.
Mónica negó con la cabeza, algo avergonzada. Sabía que debía hacerlo, pero entre el trabajo y la adaptación a la nueva vida, lo había pospuesto.
-No, todavía no he ido- respondió en voz baja.
En cuanto Diego, que estaba a su lado, escuchó eso, se irguió en su asiento.
-¿Qué? ¡No podemos dejarlo pasar más tiempo!- dijo con un tono decidido- Mañana mismo vamos a la clínica a pedir una cita para ti.
Cintia asintió con la cabeza, apoyando la idea de inmediato.
-Claro, Diego tiene razón. ¡Mañana vamos!- le dijo, sonriéndole con esa calidez que siempre transmitía.
Y como lo habían planeado, lo hicieron. Tres días después, Mónica se encontraba nerviosa, con Diego y Cintia a su lado mientras esperaban en la sala de espera de la clínica. Parecía que su ansiedad se notaba a kilómetros, porque no paraban de decirle que todo estaría bien.
-Tranquila, Móni, ya verás que es una revisión de rutina- dijo Cintia, tratando de tranquilizarla mientras hojeaba una revista.
Diego, siempre más práctico, le pasó una botella de agua.
-Toma un poco de agua. Te ayudará a calmarte- Mónica sonrió ante el gesto, agradecida por el apoyo que ambos le brindaban.
Cuando finalmente entró al consultorio, dejó que el médico revisara y le hiciera las preguntas de rigor. Al salir, Diego y Cintia la abordaron con una ráfaga de preguntas.
-¿Cómo está todo? ¿El bebé está bien?- preguntó Diego casi de inmediato, claramente ansioso.
-¿Te dijeron cuándo podrás hacerte el ultrasonido? - añadió Cintia con los ojos brillantes de emoción.
Mónica, sonriendo más relajada, respondió con paciencia.
-Sí, está todo bien. Y dentro de una semana tengo mi primer ultrasonido- dijo, notando cómo la noticia emocionaba a ambos.
Esa semana transcurrió rápidamente. Mónica seguía yendo a trabajar en la cafetería, organizando su tiempo para averiguar lo necesario para inscribirse a la universidad. Pero, sobre todo, sentía la expectación de todos en la casa por el ultrasonido. A medida que la fecha se acercaba, se hacía evidente que la noticia no solo había generado curiosidad, sino un verdadero entusiasmo colectivo.
El día del ultrasonido, Mónica no pudo evitar que todo el grupo decidiera acompañarla. Rocío, Laura, Samuel, Alicia, Cintia, Diego... todos estaban tan emocionados que prácticamente la llevaron a la clínica entre risas y bromas.
-Esto parece una excursión escolar- dijo Samuel, riéndose mientras contaba cuántos eran.
-¿Crees que nos dejarán entrar a todos?- preguntó Alicia, divertida.
Mónica, aunque sonriendo, se sentía un poco nerviosa.
-No lo sé... probablemente solo dejen pasar a dos - dijo, tratando de mantener las expectativas bajo control.
Pero cuando llegaron y se encontraron con la doctora que le haría el ultrasonido, las cosas tomaron un giro inesperado. La doctora les miró a todos con una ceja levantada, claramente sorprendida por la multitud que la acompañaba.
-Bueno, esto es inusual- dijo, sonriendo ligeramente- Por lo general, solo permitimos que entren dos personas… pero...- miró a los jóvenes con curiosidad- ¿por qué no hacemos una excepción hoy? Vamos a usar un consultorio más grande para que todos puedan entrar.
Las caras de todos se iluminaron con la noticia, y Mónica no pudo evitar reír ante la emoción de sus amigos. Mientras caminaban hacia el nuevo consultorio, Diego se inclinó hacia ella.
-Esto va a ser épico. Nunca había estado en un ultrasonido. ¿Qué crees que veamos?
-No lo sé, Diego- respondió Mónica- pero seguro que será algo increíble.
Al entrar al consultorio, la doctora les hizo espacio a todos. Se acomodaron como pudieron alrededor de la camilla donde Mónica se acostó, su corazón latiendo con fuerza. La doctora comenzó a preparar el equipo, mientras las conversaciones en voz baja llenaban la sala.
-¿Ya se podrá ver si es niño o niña?- preguntó Laura, casi en un susurro, mirando la pantalla expectante.
-Creo que es muy pronto para eso, ¿no?- dijo Cintia, claramente más informada.
-Lo que sí oiremos será el corazón- respondió Diego, con los ojos fijos en la pantalla, impaciente.
Finalmente, la doctora puso el gel en el vientre de Mónica y comenzó a mover el transductor suavemente. La imagen del bebé apareció en la pantalla, un pequeño ser apenas formado, pero claramente visible. El grupo se quedó en silencio, observando con asombro lo que sucedía en esa pantalla.
-Ahí está- dijo la doctora, sonriendo- Ese es tu bebé.
Los murmullos empezaron de inmediato.
-¡Se ve tan pequeño!- exclamó Rocío, inclinándose hacia adelante para ver mejor.
-Es increíble...-susurró Alicia, claramente emocionada.
-¡Mira! Se mueve un poco- dijo Samuel, señalando la pantalla, aunque sin querer apartar los ojos.
Mónica, que hasta ese momento había estado conteniendo la respiración, soltó una pequeña risa nerviosa.
-Sí, ahí está…- dijo en un tono suave, mientras sus ojos se llenaban de lágrimas.
De repente, el sonido del latido del corazón llenó la habitación. Un eco fuerte, rápido, que hizo que todos se quedaran en completo silencio. Mónica sintió como su propio corazón se aceleraba al escuchar ese ritmo constante.
-Ese es el corazón del bebé- explicó la doctora, pero nadie respondió. Todos estaban demasiado emocionados, algunos incluso con lágrimas en los ojos. Mónica no podía creerlo: ese sonido, tan poderoso y fuerte, provenía de su pequeño bebé.
-Es el sonido más hermoso que he escuchado- dijo Diego, claramente conmovido, mientras se limpiaba los ojos discretamente.
-No puedo creer que estemos escuchando esto... es un milagro- añadió Cintia, con los ojos húmedos.
Después de unos minutos, la doctora les informó que aún no se podía determinar el sexo del bebé. El grupo suspiró colectivamente, claramente un poco decepcionado, pero el latido del corazón era suficiente para mantenerlos maravillados.
-Bueno, parece que tendremos que esperar un poco más para saber si es niño o niña- dijo Samuel, encogiéndose de hombros.
La doctora sonrió y les dio algunas recomendaciones para Mónica: seguir cuidándose, asegurarse de descansar lo suficiente y agendar una nueva cita para el mes siguiente. Mientras hablaba, los chicos ya estaban comentando en voz baja sobre los posibles nombres para el bebé.
-Si es niña, yo voto por un nombre fuerte, algo como Valentina- sugirió Rocío.
-Si es niño, podríamos llamarlo Max. Es un buen nombre- dijo Diego con entusiasmo.
De regreso a la casa, la emoción aún flotaba en el aire. Las chicas no paraban de contarle a Inés lo que la doctora había dicho, describiendo cada detalle con precisión, como si hubieran sido testigos de un evento mágico.
-¡Y el sonido del corazón, Inés, eso fue increíble!- dijo Laura, imitando con las manos el rápido latido que habían escuchado.
Inés sonreía mientras escuchaba, encantada de ver la emoción en los rostros de todos.
-Parece que ese bebé ya tiene a muchos tíos y tías listos para consentirlo- bromeó, y todos rieron.
Esa noche, después de una cena tranquila, Mónica se retiró a su habitación, agotada pero llena de paz. Se acostó en su cama y, como en un ritual que comenzaba a volverse natural, llevó la mano a su vientre.
-¿Escuchaste todo eso, bebé?- susurró, con una sonrisa en los labios- Estás rodeado de personas increíbles, y somos tan afortunados de tenerlos a todos en nuestras vidas.
Cerró los ojos, y con la sensación del latido de su bebé aún resonando en su mente, se dejó llevar por el sueño, sintiendo mayor seguridad de que todo estaría bien.