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Amor En Tiempos De Guerra

Amor En Tiempos De Guerra

Status: En proceso
Genre:Aventura / Amor prohibido / Amor a primera vista / Amor en la guerra / Romance oscuro
Popularitas:827
Nilai: 5
nombre de autor: Tania Uribe

Yo antes era una espía y asesina respetada por todos, temida por todos, la más importante y reconocida por todos aquellos que oían mi nombre temblaban del terror y la desesperación que sentían al oír de mí. Creía que lo tenía todo, incluso creía que tenía a mi lado a un hombre que me amaba y respetaba como mujer y compañera de equipo. Desgraciadamente estaba muy equivocada y terminé por ser traicionada por él y por la gente que creía que me era leal, pero ni siquiera eso.

Ese día perdí todo y terminé por ser arrestada, humillada, maltratada, casi violada por uno de los custodios que me llevaba a ser finalmente encarcelada, sin juicio alguno en cual pudiera defenderme; era frustrante dado que yo fui una de las personas que propuso que todo criminal, sin importar su rango no tendría un juicio sino que en cambio iría directamente a "Azgaard" la más cruel y sanguinaria cárcel clandestina que el mismo maldito Hitler autorizó sin haber consultado a sus generales y consejeros.

NovelToon tiene autorización de Tania Uribe para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 5.

Desde el patio delantero de la cárcel, fuimos llevadas en grupos de diez mujeres al baño común para las prisioneras. Caminamos en fila escoltadas por los Celadores, a paso lento y torpe a causa de los pesados y molestos grilletes y cadenas.

Rezaba en mi cabeza porque Dios me permitiera seguir con vida y me diera la fuerza para continuar.

El baño del que habló el Alcaide, era amplio, al fondo había varios cubículos abiertos para poder sentarse en el inodoro. Y en el centro del cuarto estaban las regaderas. Por lo que entendí que podíamos tomar de forma regular una ducha.

Dentro del baño nos esperaban once Celadores. Diez toallas grandes para secarnos para luego del baño y los mismos tenían nuestros uniformes a mano, puestos en cajas de cartón.

Las prendas estaban separadas en cajas según la talla.

Entonces el Celador número once tenía sujeta una gruesa manguera, que parecía una manguera de un camión de bomberos.

Lo cual me pareció un poco absurdo que nos lanzaran una cantidad absurda de agua fría si habían regaderas, pero luego comprendí que era una forma rápida y traumatizante de hacernos saber que desde ese momento debíamos renunciar al pudor al no poder mantener nuestra desnudez oculta.

Íbamos a ser víctimas de forma continúa e insultante escarnio público. Estar sin nada de ropa ante esos once Celadores era muy humillante así como el acto de la violación, nuestra intimidad fue violada.

Ya no tendríamos derecho de mantener honor alguno de ninguna manera. Ya no éramos dueñas de nuestros cuerpos y jamás tendríamos el derecho de tener intimidad, sólo éramos mercancía.

Además de los once Celadores que había allí, también habían tres doctores vestidos con bata y los tres eran hombres alrededor de los cincuenta años, de pelo gris. Tenían en sus manos un ¡Pad con nuestros nombres y el número que nos correspondía a cada una de nosotras como prisioneras de una cárcel.

Mi nuevo nombre era el número setenta y cinco, por ejemplo y supe que desde ese momento íbamos a estar en una segunda clasificación.

Traté de ignorar la humillación de ser despojada de mi ropa y de ser vista desnuda por aquellos ojos masculinos.

Al estar desnudas todas al mismo tiempo y mojadas, apenadas y temerosas, nos amontonamos y nos apoyamos las unas a las otras en un intento de ocultar nuestros senos al descubierto y nuestros vellos púbicos.

Esos hombres se fueron con nuestras ropas, la cual tomaron como sí fuera algo tóxico para ellos con sólo tocar nuestras ropas con sus manos. Mi ropa tenía sangre de gente que maté en el proceso antes de ser capturada.

Y vaya que les costó y mucho...

Y luego escuchamos a alguien decir que nuestras ropas iban a ser quemadas en los hornos de la cárcel.

Los que nos miraban con atención eran los doctores anotando algo en iPad's. Los Celadores por otro lado estaban mirando hacia un punto lejano con nuestras toallas y nuestras ropas nuevas.

Sumisas y obedientes seguimos todas y cada una de las instrucciones que nos habían dado. Luego de haber recibido aquel baño de agua helada y jabón, nos dieron una toalla y después nos pasaron nuestros uniformes de dos piezas de rayas negras verticales.

El uniforme de la prisión de Azgaard constaba de un pantalón simple, y recto con pretina elástica y una blusa de manga larga, ajustada y entallada.

Nos dieron unos zapatos que eran un par de alpargatas planas de color negro, la suela era de una goma gruesa color blanco.

Debía reconocer que el uniforme era bastante cómodo al igual que los zapatos. Pese a que el uniforme era muy feo, pero por lo menos nos hacía ver a todas menos atractivas o eso pensaba yo. Cuanto menos llamáramos la atención, mucho mejor.

La primera mujer que llevaron de nuestro grupo fue la mujer que me tomó la mano aterrada rogándome que no siguiera provocando al Alcaide, no me soltaba la mano desde ese momento pero tuvo que hacerlo dado que la iban a revisar para ver sí sería amante o obrera de las fábricas de la cárcel.

Mientras que a las demás nos llevaron escoltadas por otro grupo de Celadores a las celdas.

Me llevaron a mi celda que era la número diez en el segundo piso de la cárcel. En la celda había un retrete, dos literas en ambos lados de la celda y pequeño espacio libre entre medio. La celda media como mucho unos cinco metros cuadrados, ninguna de las que estábamos en nuestras respectivas celdas estaba tan limpia como pensé que podría ser.

Sobre cada cama de una plaza, había una manta gruesa, un par de sábanas de lino y una almohada blanca con su respectiva funda.

Las dos rusas que estaban conmigo en la celda una de ellas eligió la cama de arriba y la otra eligió la de abajo y yo la otra litera del otro lado de la celda en el lado izquierdo de esta.

Ninguna entabló una conversación, en primer lugar porque ninguna de las tres estábamos con ánimos de hacer una amistad y en segundo lugar ellas temían tanto decir algo y simplemente murmuraban entre ellas en su propio idioma.

Sabía lo que decían porque aprendí ruso estando en Siberia por un año reuniendo información sobre los ministros rusos.

Y ambas temían ser amantes exclusiva de algún viejo asqueroso, por lo que ambas estaban planeando buscar la forma de quitarse la vida con las sábanas de la cama colgándolas como una cuerda sobre la viga de acero que había sobre el techo.

Ni siquiera me molesté en preguntarles el cómo y cuándo lo harían, porque de hacerlo me haría cómplice de su plan y también sería castigada cruelmente.

Al menos no fuimos manoseadas y mucho menos acosadas en ningún momento, lo cual hizo que las cosas fueran un poco más llevaderas, cuando estuvimos en el baño, ni siquiera cuando fuimos llevadas a nuestras celdas.

Pasaron las horas y finalmente, ya en la madrugada, fui llevada al centro médico del hospital, encontrándome con una sábana blanca acondicionada, como sala de hospital que contaba con la más alta tecnología médica y científica, tenían tanto equipo de última tecnología que me asombró, incluso tenían equipo de ingeniería genética.

Había un total de cinco médicos de mediana edad. Más los otros tres que aún continuaban en el baño común con las demás presas. Por lo tanto eran un total de ocho médicos y científicos Nazis.

Sin quejarme y sin temblarme la mano, me quité la ropa cuando me ordenaron hacerlo y luego me recosté de espaladas sobre la camilla para la revisión general.

En ningún momento me sentí manoseada con lujuria. Los médicos aparentemente eran profesionales, por lo que pude notar que para ellos ver a mujeres bellas y desnudas ya era rutina para ellos. No hubo morbo. Sólo vi interés médico y científico. Respiré con un poco más de tranquilidad.

Además de ser Ginecólogos y científicos, nos consideraban a nosotras las reas como pacientes o más bien como ratas de laboratorio para experimentar, al ser una sala común de hospital, parecía que también una sala de experimentos médicos y científicos, sí se podía decir de esa forma.

No podía ni pensar en qué clase de experimentos nos iban a hacer participes, sólo esperaba que eso no se convirtiera en algún punto en una carnicería.

Mientras estaba en la camilla me sentí algo tensa y nerviosa. Tuve que respirar muy profundo para no volverme loca.

Uno de los médicos que se acercó a mí parecía ser el Ginecólogo en jefe. Se acomodó en la silla blanca con los pies sobre la camilla, entonces me jaló los pies hacia los estribos.

Comenzó a examinarme de forma meticulosa el interior de mi sexo con la mirada al separar sin ninguna sutileza los labios vaginales de mi vagina, con los dedos de la mano derecha, por suerte tenía puestos los guantes de lo contrario hubiese sido más incómodo el toque.

Cerré los ojos y apreté con fuerza los párpados para controlar mis deseos e impulso de soltar un golpe al médico y someterlo al sentir sus manos tocándome la vagina.

Desde que era una niña he tenido que defenderme de tantas cosas hasta de personas que han querido violarme en más de una ocasión y cada una yo los golpeaba y los sometía para demostrarles que yo no era cualquier niña a la que pudieran someter en contra de su voluntad.

Pero en mi situación no podía hacer eso, dado que terminaría en una fosa común y aunque no me importaba, sabía que debía resistir y ser un ejemplo de resistencia para todas las mujeres que tuvieran miedo.

Debía de controlar mi asco y odio hacia las miradas de los médicos militares que me estaban observando completamente desnuda viendo mi vagina sin pudor alguno en sus miradas.

Ningún hombre me había tocado antes, mucho menos un doctor y eso que he salido herida una infinidad de veces, miraba algunas de las cicatrices que tenía en mis brazos y mi abdomen, algunas eran muy poco visibles pero otras si lo eran.

De manera inconsciente mi cuerpo tembló un poco, y eso era porque nunca antes había sido tocada por un hombre lo cual me era extraño en muchos sentidos, porque desde que era una espía... tuve mucho contacto con muchos hombres pero nunca hubo uno que me tocara de la misma forma en la que ese doctor lo estaba haciendo.

Entonces el doctor con voz neutra le dijo a alguien con un iPad en mano, en donde supuse que estaban tomando notas para mi nuevo expediente médico.

-La paciente número setenta y cinco, es vírgen. No ha sido víctima de un ataque sexual, pese a las cicatrices que tiene en el cuerpo.

Siendo una paciente con su virginidad intacta, es más que perfecta para ser uno de los conejillos de indias, dado que no hay posibilidad de que ella esté embarazada luego de una violación por parte de esos salvajes que pasaron por alto las órdenes de sus Oficiales superiores de la SS de no tocar y arruinar nuestro medio de estudio científico.

La mayoría de las reas que fueron traídas. Deben pasar por una segunda revisión y actuar con diligencia sí es que están embarazadas. Vaya pérdida de tiempo...

Nuestro trabajo de investigación y de experimentación de anticonceptivos orales no tendrá avance alguno sí las reas fueron o son violadas antes de recibir el tratamiento.

Esperemos que el Alcaide Fürstenberg tome las medidas respectivas para que esto no se repita dentro de esta cárcel. Son unos bárbaros los de la SS-. Dio un largo suspiro y luego me miró.

-Bueno... muchacha. Puedes sentarte y vestirte.

Estás muy sana, además de ser una dama muy hermosa, tu complexión física es perfecta, pese a las cicatrices de tu cuerpo, que no son más que algo estético, pero no tiene importancia. No afectará el experimento.

La elegancia y pureza se te sales por cada poro, además es obvio que no creciste en un barrio alejado, sin duda alguna eras alguien que tenía una fuerte necesidad de búsqueda de emociones fuertes, un sentimiento de superioridad o un deseo de poder y control, además de fuiste alguien que es capaz de adaptarse a cualquier ambiente y situación.

Apostaría sin lugar a dudas que los de alto mando pelearán y matarán por elegirte como amante exclusiva. Si eres lista podrás tomar provecho de tu apariencia-. Me senté en la camilla y me vestí con rapidez.

Mientras lo hacía, sentí un poco de esperanza al oír que esperaban que los Celadores no fueran a violar a las reas para no dificultar sus experimentos.

Pero por otra parte, sentía ganas de vomitar al haber sido elegida como conejillo de indias, no tenía ni idea de qué clase de medicamentos experimentales eran con exactitud.

Desde luego pensé que se trataba de que hubiese un control en la población de judíos y de otras razas que no eran puras.

Sí era así, entonces...

¿Por qué no simplemente nos mataban y ya?

Pero por supuesto que no lo harían porque de lo contrario... sus experimentos se irían al diablo y no tendrían forma de hacer posible que los no alemanes se reprodujeran de algún modo.

Era una posibilidad real y dentro de los estándares y objetivos de los Nazis. Exterminar a los judíos...

Que ese siempre fue una de las tantas ambiciones de los Nazis y de Hitler, desde el inicio de la segunda guerra mundial.

Además el quedar embarazada... era algo irreal para mí. Pese a que fui una Nazi, el hecho de llevar una vida dentro de mí me pondría no sólo en un mayor problema sino que también daría un último motivo que sería más que suficiente para ejecutarme.

Además de que lo que se buscaba era que crear una raza aria pura, sin mezclas, sin nada que contaminase la pureza de la raza aria. No querían que nosotras las reas diéramos a luz a mestizos. Sólo esperaba no terminar enferma o envenenada por esos mata sanos.

Porque de lo contrario tendría que matarlos con mis propias manos y nadie lo sabría. Ni siquiera ese Alcaide arrogante...

De pronto en la sala del hospital entró de improviso el Alcaide de Azgaard en persona...

Lo que me faltaba...

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