Anya despierta en el mundo de una historia que escribió hace años. Una historia sobre una bella princesa, un valiente caballero... y un despiadado dragón.
Decidida a mantenerse al margen de la gran guerra que se avecina, vive tranquilamente en un pequeño pueblo, hasta que accidentalmente salva a un pequeño niño y unos meses después un dragón aparece en su puerta.
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Mi debilidad son los pequeños villanos.
Anya sintió cómo el miedo envolvió su corazón por un momento.
¿Cómo era posible que el mayor villano de este mundo estuviera aquí?
¡¿Por qué lucía como un niño?!
Su intención era alejarse lo más posible de la trama de la historia ¡pero ella misma había traído al villano principal a su casa!
No sabía qué hacer, debería correr ¿no es así?.
Todo esto cruzó por su cabeza al momento en que el niño alzó la mirada y sus ojos dorados se clavaron en los de ella.
Comenzó a prepararse para huir, pero entonces...
El agua enjabonada en el cabello de Rowan escurrió hasta sus ojos, el niño soltó un pequeño quejido y trató de limpiarse desesperadamente con sus diminutos puños, lo cual solo ocasionó que más jabón entrara en sus ojos.
El pánico en el pecho de Anya se evaporó casi inmediatamente.
Porque el gesto le pareció infantil y adorable.
Y es que, futuro villano o no, Rowan ahora mismo era solo un niño.
Un niño que había pasado por un infierno cuando ni siquiera tenía edad para darse un baño él solo.
El corazón de Anya se llenó de simpatía por el pequeño villano, sonrió cálidamente y sacudió la cabeza. Era una tonta.
Debería alejarse lo más posible de todo lo que tenga que ver con este niño, en cambio, extendió sus manos hacia él.
- Déjame ayudarte - limpió gentilmente el rostro del pequeño con sus pulgares y cuando Rowan abrió de nuevo los ojos le sonrió con sinceridad.
- Listo, ya no duele ¿verdad? - preguntó, Rowan solamente la observó fijamente por unos segundos más para después bajar la mirada y volver a girarse apresuradamente. Anya lo tomó como una confirmación y continuó enjuagando su cabello. - Bien, solo falta secarte y a dormir.
Lo envolvió en una toalla y lo cargó hasta la cama, donde terminó de secarlo. No podía ponerle la misma ropa, estaba desgastada y sucia, así que le puso una camisa suya y se rio al ver que las mangas eran muy largas y el dobladillo arrastraba.
- Lo siento, lavaré tu ropa por la mañana, por ahora esto es lo único que tengo - se disculpó aunque a Rowan no parecía importarle.
- Entonces es hora de dormir, recuéstate - lo ayudó a meterse debajo de las cobijas y se aseguró de que estuviera cómodo antes de ponerse en pie - Buenas noches.
Sintió un tirón en su vestido cuando se giró para alejarse.
Se dio cuenta de que Rowan estaba sujetando su falda y la observaba con ojos inquietos.
- ¿Qué sucede? - preguntó angustiada, el niño solamente dirigió la mirada a la puerta en respuesta.
La cabaña era tan pequeña que no había habitaciones, la cama estaba junto a la entrada y del otro lado estaban la cocina y la pequeña mesa que hacía de comedor.
La única habitación separada era la lavandería en la parte trasera de la cocina, ahí también estaba la tina y un pequeño almacén de víveres.
Anya comprendió que el pequeño se preocupaba por algo afuera de la cabaña.
- ¿Te asustan los hombres allá afuera? - preguntó con suavidad, Rowan asintió y Anya sintió pena por el niño que debería temerle a relámpagos y fantasmas, no a secuestradores y asesinos.
- No te preocupes, no nos encontrarán aquí - sonrió tranquilizadoramente, atrajo una silla al lado de la cama y se sentó en ella, tomando la pequeña mano en la suya - pero por si acaso, yo me quedaré aquí vigilando toda la noche, así que no pienses en nada y duerme, estaré aquí para protegerte de cualquier peligro, lo prometo.
Rowan, una vez más, la observó por largos minutos. Anya se preguntaba en qué estaría pensando tan profundamente, tal vez desconfiaba de sus palabras. Sin embargo, después de unos momentos, Rowan se acomodó debajo de las cobijas y cerró los ojos.
Anya tenía su mano atrapada fuertemente por el pequeño, así que no le quedó más opción que sentarse ahí y tararear una canción de cuna, ya que estar ahí en silencio observando al niño dormir le parecía incómodo.
Mientras tarareaba no dejaba de pensar en la historia que había escrito y cómo se relacionaba con lo que había pasado hasta ahora.
La historia original no hablaba mucho de la infancia de Rowan Demasco, se mencionaba que su madre falleció poco después de que Rowan llegara al mundo y que su padre fue un hombre cruel que murió cuando intentó rebelarse contra el rey, dejando a Rowan huérfano antes de los 5 años.
Su padre debe estar vivo aún, debió ser el dragón que vio el día que apareció en este mundo. Ahora que lo piensa bien, ese dragón era negro, Rowan siempre fue descrito como un dragón albino.
El Dragón Lunar.
Fue explicado brevemente en la historia: se suponía que el Dragón Lunar era una bestia de leyenda. Un dragón único en su tipo que supuestamente tenía un gran poder.
Sin embargo, al final, lo único por lo que el Dragón Lunar fue recordado es por haber sido el último dragón.
Ese es el destino del niño que ahora duerme aferrado a la mano de Anya.
Pero si Rowan es apenas un infante y nada de lo que debe pasar ha sucedido aún... ¿no significa eso que hay una oportunidad de que esa historia cambie?
Era una esperanza fugaz y peligrosa, lo mejor era que Anya no se inmiscuyera en los asuntos de los dragones. Lo único que tenía que hacer era devolver al niño a su padre y olvidarse de todo el asunto.
Aunque, al sentir la pequeña y cálida mano que sostenía la suya, su determinación parecía tambalear.