Jarrón Maldito

Después de la victoria en la batalla las cosas parecían que iban a mejorar, eso esperaba Bai Ze, pero sus visiones no le decían lo mismo, algo malo iba a pasar, estaba claro para él y sabía que debía advertirlo pronto.

Bai Ze fue a encontrarse con Huangdi en los amplios jardines del palacio, iba a advertirle lo que pasaría en la capital.

-Mi señor...- Dijo Bai con timidez, haciendo una pequeña reverencia.

-Te estaba esperando.- Huangdi le sonrió a su consejero y tomó su mano, acercándolo con delicadeza.

-Lamento haber tardado.- Bai Ze se quedó frente a su emperador, mirándolo a los ojos, quería disfrutar el momento con su amado, pero debía advertirle, la ansiedad lo inquietaba.

-No te preocupes, ¿qué te acompleja tanto que estás así?- Huangdi acarició las manos de Bai, tratando de reconfortarlo y calmarlo para que pudiera expresarse bien.

-Es Chi You... En su lecho de muerte algo ha pasado, su resentimiento atraerá desgracias, mi señor.- Dijo Bai Ze directamente.

-¿Cómo ha podido pasar esto?- Huangdi parecía molesto con la noticia, así que soltó la mano de su consejero.

-Me he descuidado mi señor, lo dejamos en su agonía, no hemos purificado su cuerpo y ahora su espíritu tomará venganza, espíritu es decir poco, es un demonio, lo era antes de su muerte y ahora vendrá...-

-Es imposible, estoy seguro de que murió.-

-Murió señor, pero lo dejamos agonizando y no lo purificamos.-

-Entonces avisaré a todos, sacerdotes y chamanes, cualquiera que sepa lidiar con estas cosas.-

-Está bien... espero que todo esté bien.-

-Lo estará, gracias...- Huangdi atrajo a Bai Ze, abrazándolo e intentando consolarlo.

Bai Ze correspondió el abrazo y ambos se quedaron ahí, compartiendo un momento de más calma esperando que todo se solucionara, lo que no sabían es que la advertencia llego demasiado tarde. Inexplicables muertes comenzaban a suceder por la capital. Lo que colmó la situación, fue que comenzaron distintas muertes de funcionarios en el palacio. La gente comenzaba a especular, y eso rápidamente llegó a los oídos del palacio.

Un día, mientras Bai Ze paseaba por los pasillos buscando a su señor para informarle de el rastro de Chi You, vio a lo lejos a Huangdi hablando con un hombre, quería acercarse, pero parecían estar hablando de algo relevante, así que optó por no interrumpirlos y escucharlos a escondidad por mera curiosidad.

-Le digo la verdad mi señor, la gente ya está hablando.- Dijo el hombre que parecía desesperado.

-¿Qué se supone que dicen? Más te vale que no estés inventando cosas.- Huangdi parecía incrédulo de todas las cosas que el hombre decía.

-Dicen que tiene un amante, su consejero, que este está poseído por un demonio.-

-Tonterías...- Dijo molesto.

-Señor, la gente dice que él es el causante de las muertes y todas las desgracias, de todo, piénselo, desde que llegó al palacio es que todas estas cosas han ocurrido. Él lo está manipulando, mi señor, la gente esta dudando de usted.- Trató de explicar el hombre, que se veía muy convencido de lo que decía.

Huangdi se quedó en silencio como si estuviera dudando de lo que el hombre decía, pero no dudaba y no quería admitirlo, le hacía sentido, y no sabía que acción tomar.

Bai Ze sintió un escalofrío, no pensó que la gente se podría en su contra así que fue en silencio a su habitación, estaba asustado la verdad, esperaba que su emperador no creyera algo así tan fácilmente, quería que este confiara.

Los días pasaban y aunque a simple vista la relación entre Bai Ze y el emperador podía parecer buena, una relación que seguía con normalidad, la verdad era que Bai Ze podía notar que Huangdi estaba actuando extraño y no lograba saber el por qué, eso le hacía sentir una enorme inquietud en su corazón.

Era de noche y ambos estaban recostados sobre la cama, abrazados y tranquilos, o eso es lo que intentaban aparentar, Bai Ze podía sentir la tensión del cuerpo de Huangdi, por lo mismo intentaba calmarlo, pero eso no era parte del plan del emperador.

Huangdi repentinamente se levantó y buscó entre sus cosas algo que Bai Ze no pudo distinguir qué era, así que con curiosidad se levantó también para ver qué era lo que su amado ocultaba, grave error, ya que sin previo aviso fue apuñalado en el abdomen.

-¿Q... qué?- Bai Ze puso sus manos sobre su abdomen, se sorprendió al ver sangre, nunca había visto su propia sangre y se preguntaba si la humanidad que había adquirido lo había vuelto así de débil.

-Lo siento...- Huangdi puso sobre la cabeza de Bai Ze algo que este no pudo distinguir y frente a él lo que parecía ser un jarrón cubierto por distintos sellos.

-Mi... mi señor... Huangdi...- La voz de Bai Ze se había vuelto frágil, ni siquiera pudo seguir sosteniendo su propio cuerpo y terminó cayendo sobre sus rodillas al piso.

La sangre brotaba con rapidez, las blancas prendas que Bai Ze llevaba se habían tornado rojas y este sentía como si fuego quemara su cuerpo por dentro, era tanto el dolor, no entendía el porqué Huangdi le había hecho esto. Miraba a su amado con angustia y los ojos llenos de lágrimas, preguntándole con la misma mirada por qué le había hecho esto, pero para su decepción Huangdi no le respondió nada, es más, el rostro que en un inicio pareció mostrar algo de arrepentimiento ahora se había vuelto un rostro inexpresivo, sin emociones.

Bai Ze sentía un dolor que nunca había experimentado antes, pero también dolía su corazón, se preguntaba si así se sentía ser traicionado por el ser que más amaba o si simplemente era que estaba muriéndose. Tuvo esos pensamientos en su cabeza hasta que de pronto todo se volvió negro.

Christopher despertó de golpe, con la respiración agitada, su cuerpo sudado y completamente confundido por el sueño que acababa de tener, para él se había sentido tan real, todo el dolor y sentimientos, todo eso pareció tangible por un momento como si lo hubiera experimentado él mismo.