El padre mafioso de mi hija

Dom Mauricio Menecucci, líder de la mafia siciliana, era un hombre impresionante y enigmático. A sus 33 años, era el heredero de una fortuna multimillonaria y tenía un imperio de negocios esparcidos por Sicilia, Europa y hasta en Estados Unidos. Se había hecho cargo de la dirección de los negocios de la familia tras la jubilación de su padre, Vicenzo Menecucci.

Vicenzo Menecucci, padre de Mauricio, se había casado de nuevo después de la trágica muerte de la madre de Mauricio. A pesar de no ser lazos de sangre, Mauricio adoraba a Lorena, su madrastra y también sentía un profundo cariño por Maria Luiza, hija de Lorena y hermana del corazón para él.

Dom Mauricio portaba consigo un aura de poder y autoridad. Su presencia era destacada, con una postura sólida, mirada incisiva y una elegancia impecable. Era conocido por su astucia en los negocios y su habilidad para dirigir la mafia con mano de hierro.

A pesar de su temida reputación, Dom Mauricio también tenía sus secretos y vulnerabilidades. Detrás de su fachada fría y calculadora, había un hombre con recuerdos valiosos de su familia y sentimientos profundos en su corazón.

Recordaba con cariño los momentos compartidos con su madre Clara, quien falleció en un accidente automovilístico, era una madre maravillosa y esos recuerdos mantenían viva la llama de la humanidad dentro de él. Aunque el mundo a su alrededor lo veía como un líder despiadado de la mafia, en su corazón había un espacio reservado para aquellos a quien amaba y protegía.

Dom Mauricio, tras sus tatuajes en las manos, ojos verdes oscuros e intensos, cabello oscuro y barba bien cuidada, llevaba consigo la complejidad de un hombre que había sido forjado en un entorno de poder y violencia, y era extremadamente frío y cruel.

Dom Mauricio Menecucci había vuelto a Sicilia después de cuatro intensos meses de negocios en Miami. El vuelo en su jet privado lo trajo de vuelta a su amado territorio de poder e influencia, donde era tratado como un rey. Al desembarcar en la soleada Sicilia, fue recibido por su mano derecha y consigliere, Felipe Castanhari, un hombre leal y competente que le ayudaba en sus empresas.

Tras los saludos y actualizaciones sobre los negocios, Dom Mauricio decidió dirigirse a su resort Villa Sereno, antes de ir a su mansión. La lujosa propiedad se situaba en un escenario paradisíaco, rodeada de playas de arena dorada y aguas cristalinas. Allí, acostumbraba a llevar a cabo reuniones importantes y a tomar decisiones estratégicas.

Mientras se dirigía al resort, Dom Mauricio disfrutaba del paisaje deslumbrante de Sicilia, con sus colinas verdeantes y pueblos pintorescos. La brisa marina acariciaba su rostro y le traía una sensación de familiaridad y confort.

Al llegar a Villa Sereno, fue recibido por los empleados con reverencia y respeto. Era evidente que su presencia imponía respeto y deferencia a su paso. Entró en el elegante vestíbulo del resort, repleto de muebles lujosos y una decoración impecable.

Agatha, su amante y gerente del resort, fue a su encuentro para recibirlo de manera cálida, aunque de forma discreta, siempre estaba lista para atender todas sus necesidades. Lo saludó con una sonrisa seductora y una mirada que transmitía la intimidad que compartían.

- Benvenuto (Bienvenido) de vuelta\, Dom Mauricio\, espero que haya tenido un buen viaje.

- Grazie Agatha – Él dijo con una sonrisa de lado.

- He separado los informes de los últimos meses para entregárselos – Agatha dijo mostrando los papeles en su mano.

- Bien\, entrégaselos a Camila – Dom Mauricio dijo mirando a su alrededor sin prestarle demasiada atención.

-Está bien – Ella respondió, retirándose en dirección opuesta al percatarse de que él no deseaba atenderla en aquel momento.

Mientras caminaba por el vestíbulo, Dom Mauricio se encontró con su asistente personal, Camila, quien estaba ocupada organizando documentos y coordinando las tareas del día. Ella lo saludó con una sonrisa profesional y un brillo de admiración en sus ojos, recordándole la competencia y dedicación que siempre mostraba en su trabajo.

- Buongiorno (Buenos días)\, Dom Mauricio\, espero que haya tenido un buen viaje - dijo Camila cortésmente.

- Buongiorno (Buenos días)\, Camila\, tuve un excelente viaje – Él respondió\, mirándola educadamente.

- Eso explica su buen humor. He pedido que preparen su desayuno en la sala de reuniones\, supongo que estará a punto de subir - Camila siempre era muy atenta.

- No\, en realidad quiero aprovechar el clima de esta mañana soleada y voy a desayunar al borde de la piscina\, ¿puede pedir a alguien que me atienda? - Dom Mauricio dijo mientras se dirigía hacia la piscina.

- Por supuesto\, Señor – asintió Camila y llamó a Luciana\, pidiendo a una camarera que sirviera el desayuno de Dom Mauricio\, mientras los demás retiraban todo de la sala de reuniones.

El sol brillaba intensamente, reflejándose en sus aguas cristalinas. Escogió una mesa estratégicamente ubicada, que le ofrecía una vista panorámica del lugar, y encendió su portátil en la mesa.

Mientras disfrutaba del sol y de la tranquilidad del entorno, vio acercarse una joven con una bandeja de desayuno.

Se aproximaba y Dom Mauricio no podía dejar de observarla. La manera en que se movía con gracia y seguridad, sumada a su apariencia deslumbrante, capturó su atención de forma hipnótica. Se preguntaba cómo nunca había notado a esa mujer antes, cómo no reconocía ese rostro angelical y su aura cautivadora, los generosos pechos y la cintura proposional que su uniforme no podía ocultar.

Sus miradas se encontraron y Dom Mauricio quedó instantáneamente cautivado por la hermosura de la mujer. Sus ojos verdes resplandecían con un brillo encantador y su sonrisa era contagiosa. Se sintió hechizado por su presencia.