Una tragedia marca la vida de Isabella Moretti. Años más tarde el amor vuelve a ponerla a prueba.
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CAPÍTULO 3
CAPÍTULO 3.
Por Isabella.
Mi noche fue pésima. No se en que momento me dormí, pero desperté por la mañana aún vestida con la ropa de anoche y abrazada a la foto de Ezequiel. Solté un suspiro y volví a guardar la foto en la mesa de noche. Otro día empezaba y yo no tenía ánimos de levantarme de la cama. El reloj marcaba las 5 a.m. Era muy temprano, pero ya no volvería a dormir. Escuche que la puerta de en frente se abría, pero no le di importancia. Sabía que eran mis amigas. Desde que ocurrió lo de Ezequiel hicieron una copia de la llave en caso de ser necesario. Amo a mis amigas. Pero creo que se preocupan demasiado por mí.
-Amiga. Sabía que no debía dejarte venir sola. -Exclamó Mariana.
-No te preocupes, ¿y Julia?
-Se fue con Matías. Me ha traído Felipe. Un amigo de él. ¿Puedo?.- preguntó ella haciendo referencia a acostarse a mi lado.
-Claro. Ven.
-¿Tuviste pesadillas? Noto que has estado llorando.
-Lo normal. - Dije.
-Issi. No es normal. ¿Estás tomando el medicamento?
-Sí lo hago. Pero creo que debo volver a los somníferos.
-El médico dijo que debes acostumbrarte a dormir sin ellos. Ya ha sido mucho Issi. Reservaremos una cita con el psiquiatra para que nos diga que hacer, pero debes tener voluntad amiga. Esto no puede seguir así. Tú tienes que salir adelante. Déjalo ir. Déjalo descansar en paz.
-No puedo Mariana. Jamás podré olvidarlo. Su ausencia aún hace estragos en mi interior y me quema. Por las noches siento morir. Debí haberme muerto en su lugar.
-Por Dios Issi no digas eso. ´- Dijo Mariana abrazándome.
-¿Qué hay de su familia? Jamás alcance a conocerla y… no he pensado en buscarla. ¿Tú sabes quienes son?
-N-no, amiga… ¿Cómo crees? ¿Por qué mejor no dormimos? -Dijo ella.
Me quede pensando en ello por un momento hasta que ambas conciliamos el sueño. El sábado por la tarde Mariana fue a su apartamento a buscar ropa. Había decidido quedarse conmigo hasta el lunes para darme apoyo y no dejarme sola. Los fines de semana son terribles para mí. Son los días donde más lo pienso. Con la compañía de Mariana, el resto del fin de semana pasó rápido y logró distraerme un poco. El lunes por la mañana, desperté a mi amiga. Era tarde. Solo teníamos una hora para prepararnos y llegar a trabajar.
-Mariana, por Dios despierta, ya es tarde.
-¿Qué?, no. No puede ser. El jefe va a matarnos.
Nos levantamos apuradas. Mientras Mariana se bañaba yo decidí cambiarme y maquillarme suavemente. No tenía ánimos de ir al trabajo, pero no puedo darme el gusto de faltar. Necesito el dinero. Una vez terminadas, tome las llaves de mi coche y nos dirigimos a la empresa. Ni siquiera desayunamos, luego tomaríamos un café en algún descanso. Al llegar, nos dirigimos rápidamente a nuestros escritorios intentando no llamar la atención de nuestros jefes. Sin embargo, cuando tome asiento en mi escritorio y como si tuviera un radar, la voz de Valentino hizo que mi piel se erizara.
-Señorita Moretti. La espero en mi oficina en 5 minutos y espero que ahí no llegue tarde.
-Sí, señor. -Dije.
Mire a mi amiga de reojo. Sabía que esto iría mal. Sabía que me esperaba un castigo por mi tardanza. Me dirigí a la oficina de mi jefe preocupada por lo que me diría. Es increíble que en su primer día yo ya tenga problemas. Golpee la puerta de su oficina y ante su asentimiento ingrese.
-Sr. Marshall. ¿Quería verme?
-Entre y cierre la puerta. - Dijo él, serio concentrado en su computadora.
Obedecí su orden y me acerqué a su escritorio. Él elevó esa mirada tan penetrante y me observo con sus preciosos ojos azules.
-Tome asiento. -Dijo fríamente.
Tomé asiento en la silla frente a su escritorio mientras él me observaba esperando a que me acomode.
-Señorita Moretti. Veo que el fin de semana ha sido muy movido para usted. Vaya que llegar tarde en mi primer día. Creí que se encargaría de impresionarme, después de todo soy su nuevo jefe.
-Lo lamento Sr. Marshall. No fue mi intensión llegar tarde, en verdad.
-Quiero dejarle en claro, señorita, mi manera de trabajar. De seguro pensará que soy igual a mi padre. Pero se equivoca. Tengo ciertas reglas que me gustaría que sean cumplidas.
1)Puntualidad.
2)Profesionalismo.
3)Disponibilidad y
4)Nadie entra a mi oficina sin ser autorizado.
Espero que le quede claro. En todo caso, también les doy tres oportunidades a mis subordinados para cumplir las reglas. A usted solo le quedan dos. Espero sepa aprovecharlas. No quiero tener que explicarle a mi padre porque despedí a su mejor empleada. ¿Le quedó claro?
-Sí, señor Marshall. -exclame, cabizbaja.
-Muy bien. Ahora quiero que me informe acerca de mi agenda.
-En el día de hoy tiene que entregar por escrito un informe acerca de la nueva normalidad de la compañía. A partir de mañana tendrá almuerzos de negocios y debe coordinar con el departamento de diseño acerca de la próxima etiqueta a desarrollar para la línea de vinos que está pronta a salir al mercado. La cual dejó pendiente el Sr. Lorenzo.
-Muy bien. ¿Alguna cosa más?
-Eso es todo Señor.
-Muy bien. Encárgate de entregar mi informe a Felipe, de recursos humanos, para que avise a los empleados y pídame un café amargo. Puede retirarse.
-Por supuesto, con permiso.-Dije, retirándome a realizar mis tareas.
Mi relación con el nuevo jefe había arrancado con el pie izquierdo. De todas formas no me importa. Es un ser arrogante y soberbio. Se le nota hasta cuando respira. Sin embargo, tiene una mirada que hipnotiza a cualquiera. Su fragancia a Colonia invadió mis fosas nasales y su altura y cuerpo me impresionaban. Definitivamente, ese hombre es un pecado. ¿Pero qué diablos estoy pensando? ¿Quién se cree para tratarme de esa manera? Maldito tonto. Me encargué de mis asuntos y de hacerle llegar el café a mi jefe. Mi día estuvo muy atareado, por lo que las horas pasaron volando. Y otra vez, era hora de regresar a casa. Pase por la oficina de mi jefe para preguntarle si se le ofrecía algo más. Estaba muy concentrado en unos papeles y no notó que ingrese.
-Sr. Marshall, estoy de salida. ¿Se le ofrece algo más?
-Regla n.º 4, señorita.
-Pues, golpee, pero estaba tan concentrado que quería asegurarme de que me oyó.
-No necesito nada más. Puede marcharse.
Sin decir nada más me fui de allí. De camino a casa tomé un desvío. Minutos más tarde me encontré frente a ese enorme portón de hierro. Simplemente observaba. Desde hace tiempo vengo aquí seguido. Siempre hago lo mismo, me quedo parada en la entrada y miro hacia adentro. Jamás encontré el valor para entrar allí. Supe que este era el cementerio en que sepultaron a Ezequiel, ya que Matías me lo informó. En todo este tiempo siempre tuve la esperanza de que él no esté en este horrible lugar. Que todo haya sido un sueño y que en realidad el este vivo, pero no tenga ningún recuerdo. No estuve presente en su despedida, puesto que estuve mucho tiempo sedada. Fue al tiempo, cuando cobre sentido, que Matías me trajo hasta aquí. Hasta la entrada de este enorme portón de hierro oxidado y rechinante. Jamás tuve el valor. Jamás pude ir más allá de la puerta. Y esta vez, no será la excepción.