"Me cruce por su camino una vez... Solo una vez. ¿Suerte, casualidad o destino?. No lo sé. Pero desde que eso ocurrió conocí al hombre que cambio mí vida..."
Renzo Leone (27 años) es un poderoso mafioso de Grecia: Inteligente, despiadado, sin corazón y frío asesino, todo eso se oculta detrás su fachada de ángel hermoso. No dudo el matar a sus enemigos con sus manos. Inmensamente temido en el mundo de la mafia y aún peor que no portaba debilidades por dónde atacar, logro poner su apellido por encima de todo el mundo tanto así que cualquiera temblaba la oírlo.
Melina Brown (20 años) una dulce joven introvertida de EE.UU que vive bajo la maldad de su mamá, quien la odia por ser hija de una infidelidad de su parte hacia su marido. Con la culpabilidad de haber arruinado la vida y el matrimonio de su madre, jamás presto atención al hecho que estaba siendo vigilada sino hasta muy tarde. Su verdadero padre hará su aparición cuando intenta rehacer su vida.
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4. JAMÁS
29 DE NOVIEMBRE DE 2.022
• CLUB NOCTURNO "EL CAIRO" •
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–. Renzo Leone –digo Ríos caminando hacia mí–. Jamás pensé verlo por Nueva York.
–. Siempre hay una primera vez –digo con seriedad.
Todos los reunidos me miran con sorpresa, he venido muy pocas veces a Nueva York.
–. ¿Vino conquistar algún territorio? –pregunto con gracia–. Espero que el mío no.
–. No, por el momento estoy tranquilo –respondo.
He conquistado varios territorios de mafias al rededor de Europa, por dónde quiera que pase siempre hay algo que ganar y jamás perder.
Soy el conquistador. Por eso el miedo de algunos jefes y líderes a qué me aparezca en su país.
–. Entonces. ¿Que lo trae por Nueva York? –pregunto Ríos–. No habrá sido para nada.
–. Claro que no –suspiro–. Vine a resolver algunos asuntos.
–. ¿Viene por un trato conmigo? –dice tomando su copa–. Porque será necesario usar su artillería pesada.
Me echo a reír a frías carcajadas, los demás me siguen nerviosos. Termino mirando fijamente a Antonio Ríos.
–. No, yo no tengo socios –digo apoyándome en el respaldo–. Solo soy yo.
–. ¿No? –pregunta curioso–. Renzo... ¿Puedo llamarte así?.
–. No –respondo con una sonrisa.
–. Okey, señor Leone entonces –suspira–. Somos dos de los jefes más poderosos de la mafia en el mundo. Piensa en una sociedad.
–. No tengo nada que pensar –respondo con firmeza–. Ya dije que no tengo socios, lo que quiero lo tomo y ya.
–. Por eso entienda el miedo de todos mis amigos presentes –señala a toda la sala–. Un hombre que mata a su propio padre es capaz de todo.
–. Yo solo mato a quienes dañan a quienes amo –digo sin titubeó–. Por eso lo mate a él. Hace unas semanas... Mataron a mí hermana.
Lo veo tensarse de golpe, a mí me engaña más. Me levanto y saco mí arma.
–. Oh... que pena, señor Leone –dice con pena–. Mis sentidos....
–. Ssshh.... –lo callo–. Toda Grecia está enterada de eso y nadie quería ser sospechoso de semejante atrocidad.
–. Aquí mucho menos –me sonríe–. ¿Quien se querría meter con el Ángel de la Muerte.
–. Es la mejor elección –me levanto–. Me tengo que ir.
–. Te acompañaremos a la puerta –se levanta.
Caminamos hasta la puerta, donde nos quedamos en la entrada.
–. Escucha, Antonio Ríos –lo miro–. Mis hombres y las pistas que hemos encontrado nos guiaron hasta aquí... Si me llego a enterar que tu o alguno de tus socios tienen algo que ver con lo que le pasó a mí hermana... Los haré caer uno a uno.
–. Puedes creer que no tuvimos nada que ver, señor Leone –me dice–. Según lo que escuche de usted es mejor tenerlo de amigo a tenerlo de enemigo.
–. Yo no tengo amigos –le sonrío–. Así que mejor procure no ser mí enemigo.
Bajo la mirada de todos me giro hacia mí auto y empiezo alejarme.
Me subo a mí auto y arranco a toda velocidad, alejándome del club, me arranco el corbatín del traje y me desabrocho unos botones de la camisa.
–. Estás muerto, Ríos –digo–. Te haré vivir un infierno.
Llego a mí apartamento suite. Veré como puedo llegar a dañar a poco a poco a Ríos. Entro usando la tarjeta de acceso.
Entro y dejo el saco en el sofa, salgo por hacia el balcón, me apoyo por el barandal la cuidad de Nueva York, jamás duerme, siempre hay ruido. Sonrío viendo todo esto.
–. Dominaré esta tierra –digo para mí mismo–. Y nadie jamás recordara siquiera que Antonio Ríos la piso.
Eso es un juramento. Le quitaré todo, poco a poco y dejaré que lo vea.
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• AL DIA SIGUIENTE •
–. ¿Por donde comenzaras? –pregunta Silas–. Hemos investigado a Ríos, tiene bastante poder por varias partes de América.
–. No me importa por dónde esté esparcido su poder–digo–. Vamos a ser inteligentes y pacientes.
–. Es una buena idea, amigo –dice Mitchel–. Tenemos algunas cosas que averiguar sobre su vida tanto externa como interna.
Silas y Mitchel, ambos son mis amigos desde hace años, en realidad son como mis hermanos, confío solo en ellos en nadie más.
Silas es más impulsivo, fuerte y se enoja con mayor facilidad es difícil controlarlo. En cambio, Mitchel, es más planificador, también es fuerte pero en lugar de enojarse como Silas, usa su inteligencia y su astucia.
–. Bueno... Ayer le puse la duda –digo y me levanto–. Ahora tengo que salir.
–. ¿Donde vas? –me pregunta Silas.
–. Tengo un asunto que resolver –sonrío–. Nos vemos después chicos.
Me levanto y salgo del edificio.
En mí auto conduzco por las calles hasta llegar a mí destino "JUGUETERÍA BOZZ".
Entro y busco a Melina, la encuentro subida a una escalera acomodando unos juguetes. Se estira dejándome ver su figura, ese cuerpo hermoso.
–. Buenos días –le digo.
Se sobresalta y se gira hacia mí, me sonríe bajando la escalerita. Se acerca a mí.
–. Hola, buenos días –me dice–. Bienvenido, señor Leone.
–. ¿Me recuerda? –pregunto–. Me alegro que así sea –le enseñó el volante–. Me ha convencido y vine a comprar.
–. Que bueno entonces. Aquí tiene de todo –me dice–. ¿En qué puedo ayudarle? ¿Que tipo de juguete buscaba? ¿Niño o niña?.
–. Digamos que busco algo más... Exótico –digo–. ¿Me entiende?.
–. Bueno... No –niega y ríe–. Disculpe.
–. No pasa nada –le sonrío–. Busco juguetes... Eróticos.
Se queda helada en cuanto digo eso, veo como traga saliva, baja la mirada y sus mejillas se colorean de un leve tono rojo.
Se aclara la garganta y me mira.
–. Juguetes eróticos –repite–. Claro... Sigame por favor, esos juguetes están en la parte de abajo.
–. La sigo, señorita –asiento.
Tiene varios enemigos