Tras ser brutalmente traicionada por Sebastián Montenegro, el hombre que le prometió un futuro, Aithana Rojas decide que la venganza es el único camino. Bajo el velo de la misteriosa y seductora "Lady Midnight", se infiltra en el exclusivo mundo de la alta sociedad, un lugar donde las apariencias lo son todo y las máscaras ocultan las verdaderas intenciones. Su plan es simple: destruir a Sebastián en su propio terreno.
Pero el destino tiene otros planes. En medio de sus intrigas, Aithana capta la atención de Lorenzo Montenegro, el hermano mayor de Sebastián, un hombre tan imponente como calculador. Atrapada entre su sed de justicia y la inesperada atracción que siente por el "enemigo" de su enemigo, Aithana deberá navegar un peligroso juego de poder, seducción y secretos. ¿Podrá Lady Midnight mantener su antifaz y ejecutar su venganza? ¿o el brillo de Lorenzo la deslumbrará hasta el punto de perderse en sí misma?
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Una conversación sincera
POV LORENZO
El rugido de mi moto se apagó al llegar a casa, pero la tensión de la noche no me abandonaba. Un auto conocido, y un hombre de pie junto a él, me esperaban.
Pude reconocerlo al instante: Sebastián. Mi hermano menor. Aparqué la moto, me quité el casco y sentí la mirada de Sebastián clavada en mí.
Caminé hacia él, ignorando su presencia hasta que abrí la puerta de casa y entré, él me siguió de cerca.
Me dirigí directamente a mi pequeño bar, el lugar donde solía buscar un respiro. Y serví dos copas de coñac, le pasé una a Sebastián y me senté en mi silla favorita, adoptando una postura relajada, aunque mi mente estaba en alerta.
Tomé un sorbo, observándolo.
—Aquí estoy, Sebastián— dije, dándole la cara a mi hermano. —¿Qué sucede?—
Su tono era desesperado, y la urgencia está tiñendo cada palabra. —¿Desde cuándo y de dónde conoces a Aithana?—
Me encogí de hombros, en un gesto calculado. —¿Eso importa?— respondí, con mi voz firme. —Ya ustedes no son nada. Es lo que a mí me importa—
Sebastián dio un trago a su coñac, visiblemente alterado. —Tú no puedes estar saliendo con ella, Lorenzo. Fue mi novia—
—Tú lo has dicho, 'fue' tu novia— repliqué, con mi tono tan tranquilo como mi postura. —Y ella es libre de estar con quien quiera—
La advertencia de Sebastián fue directa, cargada de rabia. —No te vas a meter con ella, Lorenzo. Vas a dejarla de ver, no vas a jugar con ella como has hecho con todas las que se te cruzan en tu camino, te lo advierto. ¿Acaso no sabes por qué terminamos?—
Tomé otro sorbo de mi vaso, sintiendo la fuerza del licor bajar por mi garganta.
Me levanté, y mi altura se impuso sutilmente sobre la de mi hermano.
—Mira, hermano— dije, con mi voz calmada pero firme. —Yo no voy a pelear contigo, y menos por una mujer. Ella me gusta, sí. Y si ustedes ya terminaron, no me interesa saber el porqué. Tú ya estás casado y ella libre, al igual que yo. Por más que insistas, si ella decide estar conmigo, yo la aceptaré—
Sebastián me miró con incredulidad, luego con una mezcla de rabia y desesperación. —No te has puesto a pensar que ella solo está contigo para vengarse de mí. Ella sabe que al hacer esto me está matando por como terminamos—
Lo miré fijamente, una pregunta simple pero crucial cruzó mi mente. —A ver, hermano, contéstame una cosa— dije, con mi voz bajando un tono. —¿Ella aún te gusta... aún la amas?—
Sebastián se quedó en silencio, con sus ojos fijos en el vaso, incapaz de responder. Y en ese silencio, la verdad se hizo palpable.
POV SEBASTIÁN
La pregunta de mi hermano aún resonaba como un eco tangible en mi mente y en mi corazón.
¿Aún la amo?
Esa pregunta era más que evidente.
Desde que terminé con Aithana su recuerdo no se ha borrado de mi mente. Sus hermosos ojos cafés cuando me miraban me desestabilizan por completo.
Siempre la amé y aún la sigo amando.
En eso no puedo mentirme, ni mentirle a mí hermano.
—Sí— logré decir, la palabra salió como un suspiro ahogado. La verdad se sentía pesada en mi garganta. —Y no me gusta, la amo— murmuré, incapaz de sostener la mirada de Lorenzo.
Él solo me miró, con su expresión tranquila, casi impasible, contrastado con el torbellino que sentía dentro de mí.
—Lo de nosotros fue complicado, pero fue real y verdadero— continué, con el recuerdo de Aithana inundando mi mente por completo. —Fueron los mejores dos años de mi vida. Nunca en mi vida he amado a una mujer como a ella—
Lorenzo tomó un sorbo de su coñac, y su mirada seguia fija en mí.
—Si la amas, ¿por qué te casaste con otra?— Su pregunta, es tan directa y tan tranquila, que me golpeó como un puñetazo.
—Ya sabes. Todo por papá y sus estúpidas reglas— dije, y sentí como la amargura estaba tiñendo mi voz.
Lorenzo negó con la cabeza, y su voz resonó firme. —Eso son puras excusas. Veme a mí. Yo no me impuse a lo que él quería y no me casé con Rebeca. Quería poder y riqueza, sí, así que creé mi propio imperio sin ceder a sus chantajes, tú pudiste haber hecho lo mismo hermano—
Bajé la cabeza, sintiendo la verdad en sus palabras. —Lo sé. Y ojalá yo pudiera tener tu misma capacidad de conseguir lo que quieres y como quieres— La envidia y la admiración se mezclaban en mi interior.
Lorenzo se acercó y puso una mano en mi hombro, en un gesto que rompió la tensión por un instante entre nosotros dos. —La tienes, hermano. Eres inteligente y capaz de todo lo que te propongas, eres mi hermano. Pero te fuiste por el camino fácil. Si te hubieras acercado a mí y me hubieras pedido ayuda yo te hubiera ayudado a crear tu propio negocio, a creer sin ceder ante lo que papá te pedía, nada de esto hubiera pasado—
—No lo hice porque yo queria hacer algo por mí mismo— respondí, con mi voz cargada de frustración. —Siempre he estado bajo tu sombra y ya no quería sentirme así. Esta vez quería hacer algo por mi mismo—
Él suspiró, y por un momento, vi un atisbo de comprensión en sus ojos. —Mira Sebastián, no quiero pelear y menos contigo. Eres mi hermano y siempre lo serás, así que no te preocupes... No buscaré más a Aithana si eso quieres— dijo, y sentí un alivio inmenso, mezclado con una punzada de culpa.
—¿De verdad harías eso por mí?— pregunté, con mi voz temblando ligeramente.
—Sí, hermano— respondió Lorenzo, y sentí la sinceridad en sus palabras.
Lo abracé, fue un abrazo que llevaba años de resentimiento, de admiración no expresada, y de amor fraternal.
Él me correspondió, y luego se apartó, una sonrisa apenas perceptible se dibujó en sus labios. —Y ya quita esa cara de menos. No lo soporto, acompañame mejor a tomar algo—
Ambos nos fuimos a la barra, y en el fondo agradezco haber tendido está conversación con él, sabía que lo entendería...