Matteo Bushida Lombardi desde pequeño vio a sus padres amarse por sobre todas las cosas, y pensó que él había encontrado un amor igual, pero todo lo perdió por culpa de aquella noche.
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Veinticuatro
Mia despertó con un sabor amargo en la boca, le dolía el pecho y tenía algo puesto en la cara, pero todo eso lo olvidó cuando vio el rostro de su hija durmiendo a su lado.
- Aiko. - le susurró debajo de la máscara mientras lloriqueaba de la felicidad.
- No llores, vas a despertarla y se asustará más de lo que lo estuvo cuando te vio.- la voz imponente de Matteo resonó en la habitación y entonces fue que ella reaccionó a que no reconocía el lugar.
- ¿Porqué estoy aquí?- preguntó imaginando que aquella era la habitación del hombre a la vez que hacía un amago por quitarse la máscara.
- No te quites eso, el médico dijo que la necesitas y estás aquí porque Lola te encontró casi muerta en el fondo de la bañera.
- ¿Muerta?- terminó de quitar aquello de su cara sin importarle lo que escuchó de una orden del médico e intentó sentarse en la cama pero el dolor en el pecho por la presión ejercida por Matteo para salvarla no la dejó.
- Después de eso has estado durmiendo más de doce horas.- le dijo como si no le importara ver el gesto de dolor que hizo la chica pero en realidad hubiera querido ayudarla a sentar.
- Pero no entiendo, yo solo tenía sueño y alguien me metió al agua y me dijo que me relajara.
- ¿Viste a ese alguien?- él se inclinó interesado hacia adelante en el asiento que llevaba un rato ocupando mientras las miraba dormir.
- No, yo sentí que me arrastraron para darme un baño pero no podía abrir los ojos y después nada más.
- Alguien quiso aparentar que te habías suicidado, a partir de ahora tú y Aiko se van a quedar aquí en esta habitación conmigo hasta que encontremos quien te drogó, por desgracia tu vaso de leche pudo tocarlo cualquiera, no es que me interese si vives o no, pero mi hija todavía no te olvida así que aún no te puedes morir.
Ella no le contestó nada, no entendía ni la mitad de lo que él dijo pero se conformó con saber que al menos estaría junto a su niña querida el tiempo que fuera que el hombre demorara en matar su amor.
- Intenta sentarte sin despertar a Aiko, voy a avisarle a Lola que traiga algo para que comas.
- No tengo hambre.- le aclaró cuando lo vio levantarse y él respiró como si quisiera contener el enojo antes de contestar.
- Que estés en mi habitación con mi hija puedes considerarlo un premio, bien puedo encerrarte con llave en otra cualquiera y punto, así que vas a comer quieras o no, por desgracia te tendré que ver más seguido y no quiero tener delante mío un saco de huesos como si estuvieras en un campo de concentración.
- Esto para mi es muy parecido.- se atrevió a decir.
Él levantó un lado de sus labios fingiendo una sonrisa.
- Te aseguro que podría ser peor y eso sí que no va a gustarte.
Y sin esperar a que ella dijera algo más le dio la espalda y salió de la habitación en busca de Lola.
Un instante después aparecía Lola con una bandeja con comida y una gran sonrisa en el rostro, al parecer la mujer se alegraba de verdad al verla despierta.
La obligó a tomar un plato lleno de sopa, la que le aseguró que ella no perdió de vista ni un solo instante y después la ayudó a llegar hasta el baño no fuera a darle un mareo mientras hacía sus necesidades y se cayera, ya habían sido suficientes sustos por un día.
- Lola, ¿puedes traer unas almohadas?- la mujer la miró interrogante- Aiko tiene un sueño pesado y no va a despertar ni con una bomba pero duerme en cualquier lugar de la cama y da vueltas de aquí para allá como si estuviera luchando con alguien, en su cama tiene barandillas pero esta no y puede caerse.
- El señor me dijo que mañana hará que un guardia traiga la cama de Aiko hasta aquí, hoy no quiso hacerlo para no molestarla mientras usted dormía.
Ella levantó una ceja indicándole a la mujer su escepticismo.
- No me mire así señorita, él de verdad no es malo, solo está dolido y aunque no lo crea luchó mucho para salvarla, si no llega a ser por lo que hizo a esta hora usted estaría muerta porque el médico no habría llegado a tiempo.
- Entonces, tengo que agradecerle vivir muriendo cada día, que alguien haya intentado matarme por estar aquí y encima que me salve para que me recuerde que estoy viva gracias a él, la vida para mi se ha convertido en una ironía constante.
- Lo siento de verdad señorita, pero intente adaptarse, es la única forma de sobrevivir al lado de el señor Bushida, usted necesita demostrar que no es tan frágil como él cree y que en el futuro no será un estorbo para él.
- Yo ya no tengo un futuro Lola y lamento mucho no haber escapado lo suficientemente lejos de él como me ordenó al saber de mi embarazo, pero no tenía forma de hacerlo, si el día que hui de aquí hubiera podido irme a la luna con tal de que nunca me encontrara lo habría hecho, recordar lo que sucedió aquella noche cada vez que lo veo es como regresar al infierno una y otra vez.
Lola la miró con una mezcla de lástima y extrañeza, si ella fue la causante de todo lo que sucedió aquella noche de que infierno hablaba, él sí había vivido un infierno, además, él nunca supo de su embarazo.
- Lo siento.- volvió a repetir la mujer y tomó la bandeja con el plato vacio para salir de allí- Vuelva a ponerse el oxígeno e intente dormir, fueron muchas cosas por un día.
Matteo regresó muy tarde a su habitación a descansar, una habitación que tenía algo nuevo, era la primera vez en la vida encontraba su cama ocupada.
Aún sin creerse lo que hacía trayéndola a dormir con él miró a la chica que estaba abrazada a su hija, no tenía puesto el oxígeno a pesar de que él le había ordenado no quitarlo y se veía tan inocente que cualquiera podría caer en sus redes, pero él había vivido en sus carnes hasta donde ella era capaz de llegar para cumplir un capricho, ella y solo ella fue la causa de que se arruinara su amor por Liz.
Dejó de mirarla y fue hasta el baño, se dio una ducha y con la toalla en la cintura salió para ir al vestidor, necesitaba encontrar un pijama cosa que llevaba años sin usar, su costumbre era dormir desnudo pero ahora la tendría que cambiar gracias a las dos nuevas inquilinas que tenía con él.