Erick un antiguo detective retirado es una persona obsecionada con un caso de desapricion del pasado resibe una misteriosa llamada anonima que lo llevara a volver al caso, el inicio que comenzo con esta llamada lo metera a los planes de una organizacion que nos dice que el secuestro de laura no es tan simple como parece
La historia está hecha para que te preguntes si hubieras seguido las decisiones que Erick toma a lo largo de la historia
NovelToon tiene autorización de JH NOVEL para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Solo quiero decirte que te amo
El agua fría resbala por la piel de Erick, pero no logra apagar el fuego que arde en su interior. Se viste con movimientos mecánicos, la mente aún resonando con el horror de los archivos de Quimera. Está a punto de salir, de volver a la casa de Evan Olsen, cuando el estridente sonido del teléfono corta el silencio. Es Mark. Su voz, cargada de una preocupación inusual, llega a los oídos de Erick como un golpe sordo.
María ha desaparecido. La frase, sencilla, devastadora, se clava en la mente de Erick como un dardo envenenado. El mundo se desdibuja, se vuelve borroso. El teléfono se desliza de sus manos, el plástico se quiebra al impactar contra el suelo, el sonido del golpe perdido en el ensordecedor silencio que invade la mente de Erick. El pánico, crudo y visceral, lo envuelve como una fría manta de desesperación.
El hilo conductor que lo conectaba a la realidad se rompe. La lógica, la frialdad calculada que siempre lo ha caracterizado, se disipa, dejando solo el vacío, el terror. María, su exesposa, su aliada, ha desaparecido. Y con ella, quizás, la última pieza del rompecabezas. Un vacío absoluto se instala en su pecho, un vacío más profundo que cualquier herida física.
El caso de Laura Miller, la Corporación Quimera, el Sujeto 002... todo palidece ante esta nueva, inmensa amenaza. El mundo se reduce a un punto de incertidumbre, una oscuridad opresiva que lo absorbe por completo.
El aire denso de la mañana se cuela entre las cintas amarillas de la policía que rodean la casa. La escena es desoladora, la familiaridad del lugar contrastando brutalmente con la tensión palpable. Mark te observa desde la entrada, su rostro una máscara de preocupación –o quizás de culpabilidad, es difícil discernirlo. Sus ojos, hundidos y con ojeras pronunciadas, reflejan la misma oscuridad que te carcome a ti. Un silencio pesado, cargado de implicaciones, cae entre vosotros antes de que puedas formular una pregunta.
Entras en la casa, cada paso resonando en el vacío que ahora habita en los muros que una vez compartiste con María. El pasillo está revuelto, algunos muebles desplazados, objetos rotos. El desorden no es aleatorio; hay un patrón en el caos, la huella de una lucha desesperada.
Llegas a tu antiguo estudio. El lugar, que alguna vez fue un refugio de orden y precisión, ahora es un campo de batalla en miniatura. Libros tirados al suelo, papeles esparcidos como confeti sangriento, cajones vacíos y destrozados. La escena te golpea con la fuerza de un puñetazo en el estómago: la evidencia de una lucha brutal, corta pero feroz, termina justo donde la presencia de María se desvanece.
Te vuelves hacia Mark, la imagen de la lucha reciente todavía grabada en tu retina. La pregunta sale de tus labios, un susurro áspero que intenta cortar la espesa atmósfera de incertidumbre: "¿Qué sabes? Dime todo lo que has encontrado."
Mark se acerca, su mirada fija en los destrozos. Sus palabras son escasas, medidas, como si cada sílaba pesara una tonelada. "Llegaron en un coche negro, sin placas. Forzaron la entrada. No dejaron huellas, casi nada. El único rastro es la violencia... la brutalidad de la escena. Llevaba puesto su abrigo, el abrigo gris, pero no llevaban nada. No había ningún tipo de intercambio o robo. Simplemente… la tomaron."
Sus palabras no ofrecen mucho consuelo. La ausencia de pistas es tan inquietante como el propio hecho de la desaparición. El vacío de información, aun peor que el desorden físico, es lo que te hiere realmente. La ausencia de un móvil, de un propósito, apunta a algo más siniestro, más personal que un simple secuestro. La imagen de María, luchando contra la oscuridad en este mismo espacio, te quema. La frialdad calculadora que solía definirte se desvanece, reemplazada por una rabia hirviente que te llena de una peligrosa determinación.
La frustración te carcome. Has registrado cada rincón de la casa, cada grieta en la pared, buscando alguna pista, alguna señal que te guíe, pero solo encuentras el eco de la lucha, la ausencia de María. Resignado, con un peso en el pecho que se asemeja a una losa de plomo, regresas a tu apartamento. La rutina, el orden obsesivo que normalmente te consuela, ahora se siente como una burla. Entras, el silencio de tu hogar se siente más pesado que el silencio de la casa de María. Te diriges mecánicamente al recibidor, donde el buzón espera pacientemente. Sin embargo, algo brilla entre las cartas habituales; una que no habías notado antes. Un sobre blanco, sencillo, sin remitente visible. Solo en la parte trasera, escritas a mano con una letra que reconoces instantáneamente, aparecen dos palabras: “De María”.
La simpleza del sobre agudiza tu ansiedad. Con dedos temblorosos, abres el sobre, el papel cruje con un sonido casi doloroso. Dentro, una carta. Las palabras de María te golpean con la fuerza de un mazo. Una revelación devastadora, una acusación directa, un mensaje con el peso de una sentencia de muerte. Mark está involucrado. No hay dudas en su escritura; la convicción es lacerante. Ella descubrió un laboratorio secreto, en una ciudad vecina, y te deja la dirección. Pero hay una amenaza latente, una despedida, un susurro entre líneas, el eco de una posible despedida final: "si no vuelvo… solo quiero decir… te amo”. El papel se arruga en tus manos; la tinta parece quemarte. La calma que había regresado, se desvanece de nuevo, reemplazada por una marea de furia y desesperación.
El tiempo se convierte en un enemigo, cada segundo un grano de arena que se escurre entre tus dedos. Eleanor es tu única esperanza, la única conexión que te queda con la posible verdad. Llegas a la casa de Evan, la atmósfera cargada de una tristeza que se mezcla con la urgencia de la situación. Eleanor te recibe con una mirada grave, sus ojos cansados pero determinados. “Ya terminé”, dice, su voz apenas un susurro. “He recuperado algunos archivos, pero la mayoría… se perdieron.
Solo pude rescatar una carpeta”. Te entrega la carpeta, el peso en tus manos te recuerda la gravedad de la información que contiene. En la portada, un título simple, inquietante: “Proyecto Galilea”. Abres la carpeta y un escalofrío te recorre la espalda. En su interior, 42 carpetas más, cada una con el nombre de un dios nórdico. Loki, Thor, Odín… los nombres resuenan como una invocación a la oscuridad.
Comienzas por la primera, Loki. La imagen que aparece en la pantalla es impactante, grotesca. Una criatura humanoide de tres metros de altura, con una piel azul coriácea y cuernos enormes que se curvan hacia atrás, te mira desde la pantalla. La descripción es concisa, brutal. Su capacidad de reproducción, un detalle que se te clava en la mente: “Puede reproducirse con cualquier animal, sea macho o hembra”. La información es fragmentaria, inconexa, pero lo que has visto te ha dejado sin aliento.
El horror del "Proyecto Arachne" palidece en comparación con la monstruosidad que has encontrado. La imagen de la criatura, de tres metros de altura, con una piel azul y cuernos imponentes, se graba a fuego en tu memoria. El proyecto Galilea, a diferencia de Arachne, se centra en una sola criatura, pero su capacidad de reproducción, su naturaleza monstruosa… es una amenaza de una magnitud inimaginable. Un silencio se instala a tu alrededor, pesado como una mortaja, mientras el significado de tus hallazgos cobra lentamente forma.