Vidas Cruzadas

Ander

El estadio estaba lleno, y la atmósfera era electrizante. Un montón de gente viendo como estábamos jugando, la fe de ese montón de fans estaba en nosotros, la presión era algo que no se iba a quitar rápido, pero estábamos dando todo de nosotros.

Debía hacerlo para demostrarle a mi padre que un arquero era bueno, porque es el que observa toda la cancha, con lo que Dalia me había explicado, podíamos dar la vuelta por completo en un partido.

Los jugadores del equipo contrario empezaron a jugar sucio, dando golpes que claramente eran intencionales. Cada vez que uno de mis compañeros se disponía a pelear, Dalia les hacía una seña que significaba que los iba a cortar la cabeza si llegaban a hacer algo. Se retiraban de inmediato, volviendo a sus posiciones sin más protestas.

Dalia estaba teniendo un control mental en cada uno de nosotros, de diferentes formas, pero lo tenía.

Me mantuve alerta, observando cómo los jugadores del equipo contrario intentaban desestabilizarnos con su juego sucio. Pero algo había cambiado en mi equipo. Cada vez que parecía que iban a responder con violencia, miraban a Dalia y se calmaban de inmediato, concentrándose en el juego.

Faltaban pocos minutos para que el partido terminara y el marcador seguía empatado. La tensión era insoportable. Vi una oportunidad en la formación del equipo contrario y supe que teníamos que actuar rápido. Cuando se acercaron a nosotros, tuve la oportunidad de hablar.

—¡Martínez! ¡Abre a la derecha! ¡Gómez, céntrate! —grité, dirigiendo a mis compañeros con la esperanza de que entendieran la jugada que tenía en mente.

Martínez corrió hacia la derecha, jalando la defensa contraria con él. Gómez se movió al centro del campo, recibiendo un pase perfecto de uno de nuestros mediocampistas. Con un toque habilidoso, Gómez pasó el balón a nuestro delantero estrella, quien estaba en la posición perfecta.

El delantero disparó con fuerza y precisión, y el balón voló hacia la portería, superando al portero contrario y entrando en la red. El estadio estalló en aplausos y gritos de alegría. Habíamos logrado marcar el gol decisivo en los últimos minutos del partido.

El silbato final sonó y caí de rodillas, aliviado y emocionado. Mis compañeros corrieron hacia mí, del otro extremo de la cancha, abrazándome y celebrando nuestra victoria. Miré hacia el entrenador y luego hacia Dalia que me sonreía feliz.

No pensé como todos corrieron a por Dalia para abrazarla.

—¡Estás loca! Pero funciona —Todos se ríen cuando el que metió el gol grita eso, incluso el entrenador se ríe.

La audiencia nos está mirando, incluso el árbitro nos queda mirando, fue un gol perfecto, no había nada que decir.

Cuando volvemos a entrar a los camerinos, la mamá de Dalia y Olivia están emocionadas.

—¡Felicidades! —Los muchachos se van a abrazar de una a mi suegra y cuñada, emocionados porque lo consiguieron.

—¿Entonces al final quién debe la pizza? —Todos se giran a ver a mi novia, ella se ríe.

—Miren hacia allá —La mamá de mi novia saca dos cajitas grandes, se podía ver que eran un montón de sanduches. —Mi mamá los hizo, pero sí prefieren la pizza.

—¡NO! —Los gritos de mis compañeros, hacen eco y salen a hacer una fila para pedir su sanduche, mientras mi cuñada les da la bebida.

Me acerco a mi novia y le doy un beso en la frente, ella me abraza.

—Lo hiciste, maracuyá.

—Pensé que ya te habías olvidado de ese sobrenombre.

—Claro que no, es divertido ver como te pones tenso cuando te digo así.

—Esta cachetes es bien malvada —Le robo un beso, ambos nos sonreímos.

Habíamos logrado una victoria y estaba seguro de que vendrían más.

El día siguiente fue de descanso y recuperación. Dalia estaba ocupada ayudando al entrenador Carlos Mejía a analizar el partido y planear la próxima estrategia. Me sentí inmensamente orgulloso de ella, viendo cómo se desenvolvía en su nuevo rol con tanta naturalidad y confianza.

En la noche fue que Dalia nos explicó un poco lo que había pensado cuando hizo la apuesta.

—Entonces son sencillos, no son seres que uno tenga que sobrepensar demasiado. Si les gusta algo, lo dicen o lo demuestran, si se dejaban llevar por la rabia o algo parecido podría ser peligroso, la mejor forma de prevenir eso, es darle otra motivación de premio —Dalia comienza con su discurso, yo tengo mi mano en su muslo —. Sé que existen cosas injustas, pero muchas veces uno va a tener que pelear con mucho más que un equipo, con entrenadores y demás, no se pueden poner agresivos por nada del mundo, porque siempre van a salir perdiendo.

—Es algo injusto, pero de eso se trata la vida —Olivia nos sonríe a todos nosotros —Estoy orgullosa, vayan por más victorias, que esta copa es nuestra.

Al día siguiente, estamos por todas partes, tendencia mundial. Sobre todo por la asistente mujer del entrenador de la selección, el nombre de Dalia empezó a circular por todas partes, incluso la parte cuando todos la miraban antes de pelear, con la seña mágica todos retrocedían.

Un montón de vídeos en Tiktok, mucho contenido de nosotros. De todo había, no había nada que frenera ese tipo de contenido. Dalia no quería ser el centro de atención, pero estaba recibiendo llamadas de gente con la que no hablaba, para tratar de hablar con ella.

—Me estresa ese tipo de gente que solo quiere fama —Ella suspira, estaba tirada en la cancha, decía que pensaba así mejor.

El entrenador me dijo que hablará con ella, porque llevaba media hora, con una sombrilla para evitar el sol. Los demás seguían entrenando, simplemente la esquivaban.

—Lo sé, habrá demasiado de eso. Pero tú siempre has sido de carácter fuerte.

—Ese mismo carácter puso que mi mamá estuviera sola.

—No está tan sola —El entrenador estaba hablando con ella, incluso se estaban riendo.

—Ella era unida a su familia, pero por mi boca floja, tuvo que tomar cierta distancia y yo en el trabajo tuve que empezar a bajar la cabeza.

En el segundo partido, que nos fue excelente también, llamamos el doble de la atención de lo que creíamos, ya ni estaba seguro de que estaba pasando. Solamente que estábamos siendo el centro de los medios. Tenía llamadas de un montón de clubs, no solamente de América, sino también de Europa.

Aun no había salido que Dalia era mi pareja, después de todo teníamos cuidado y la única manera que nos dábamos besos, nos cogíamos de la mano, era cuando estaba todo el equipo.

Previo al cuarto partido, recibo una llamada de un número desconocido.

—¿Ander? Soy Juliana —Puedo sentir un balde de agua fría, mi primera novia, la primera con la que creí que iba a vivir el resto de mi vida —Necesitamos vernos, tengo algo que decirte.