Grettel es una mujer pobre, que se enamora de un hombre rico, al que conoció desde niños.
Ese amor desencadena una serie de maltratos, odio y situaciones en las que de pronto te obligan a decir, ¡ella o yo, tienes qué decidir!
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Mudarse de casa
Martha entró al cuarto de Grettel, ¿cómo te atreviste a tratar así a don Rodrigo?, él, que se ha portado tan bien contigo. Eres una ingrata.
¿Ya va a empezar otra vez, doña Martha?, déjame en paz. Ya le he dicho mil veces que no me interesa saber nada de ese señor.
Ahora que te abandonó Axel, deberías de hacerle caso a don Rodrigo.
Doña Martha, Axel no me ha abandonado, simplemente, fue a trabajar a otro lado pero él vendrá por mí.
Sí, claro, y no me digas que va a venir en un corcel blanco como los príncipes de los cuentos de hadas.
No se burle doña Martha, pero aunque usted no lo crea él va a venir por mí.
No cabe duda que eres una tonta e idiota. Todos los hombres son iguales y más ese riquillo que se cree la mamá de Tarzán.
En cambio, don Rodrigo es el hombre que te conviene. Además de que tiene su tienda y nunca te va a faltará nada.
No me diga, y si es taaaan bueno como dice, ¿por qué no se casa usted con él y me deja en paz?
No cabe duda que para idiota no se estudia, pero allá tú si quieres seguir en tu nube. Solo espero que no te vayas a estrellar en el piso.
Grettel no le hizo caso y la obligó a salir del cuarto cerrando la puerta con todo el coraje del mundo.
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En otra parte de la ciudad un hombre salía en libertad.
Cuando salió Adrián, encontró a Ulises afuera esperándolo.
Don Adrián; ya está lista su casa completamente, los decoradores han hecho un excelente trabajo.
Gracias Ulises has resultado muy buen trabajador y por lo tanto te quiero pedir algo.
Dígame, don Adrián, ¿qué se le ofrece?
Quiero que te vayas a vivir a mi casa, para que trabajemos juntos, ¿cómo ves? Claro, tú y tu madre, no me lo tomes a mal.
Claro que no, don Adrián, pero tendría que consultarlo con mi madre. Ella no le tiene mucha confianza que digamos piensa que usted es malo.
Bueno, ya habrá ocasión de demostrarle lo contrario, por ahora quiero que aceptes mi propuesta de vivir en mi casa, por favor, es necesario para no sentirme tan solo en ese lugar.
Claro, don Adrián, yo no tengo inconveniente, pero tendría que consultarlo con mi madre.
Está bien, tómate tu tiempo, pero por favor no te tardes demasiado.
Ahora quiero dedicarme a buscar a mi hija hasta por debajo de las piedras si es necesario. Y también me vengaré de ese hombre que me hizo pasar muchos años en la cárcel.
Si, don Adrián, pero por lo pronto mantenga la calma, no querrá regresar a la cárcel, ¿verdad?
Tienes razón, Ulises, traté de mantener la calma lo más que pueda.
Lorenzo estaba en su casa cuando vio por la ventana que un nuevo inquilino entraba a la casa se enfrente.
¡Josefina, ven acá rápido!, gritó.
¿Qué pasa, Lorenzo? ¿Por qué esos gritos?
Mira el tipo que se está cambiando a la casa de enfrente, ¿lo reconoces?
Claro que no, pero se le ve buen porte, ¿quién será?
No tengo idea, pero si se vino a vivir a esa casa ha de tener mucho dinero porque esas casas casi por lo general salen muy caras.
No me interesa quien sea, mientras no se meta con nosotros y viva en paz no tengo ningún problema.
Tiene razón, no debemos preocuparnos por ese hombre.
¿Le gustó su casa, don Adrián?, preguntó Ulises.
Sí, Ulises, te felicito tienes un buen gusto.
Voy a necesitar que me llenes el refrigerador de despensa y la alacena, por favor.
Don Adrián, ¿quiere venir conmigo a la cocina, por favor?
Cuando estuvieron ahí, Ulises abrió refrigerador y abrió la alacena también.
Como ve, está todo surtido.
Órale, tú sí piensas, Ulises, qué bárbaro, no falta nada, gracias por todo lo que has hecho por mí.
No me agradezca don Adrián, ese es mi trabajo. Bueno, iré a mi casa a avisarle a mi madre y mañana vendré con ella, ¿está bien?
Sí, gracias, ojalá y puedas convencerla.
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Pero hijo, ¿cómo quieres que me vaya a vivir con ese señor que sabe Dios que mañas tendrá? Si estuvo tantos años en la cárcel no creo que sea bueno, hijo.
Mamá, él salió porque se comprobó su inocencia. Dale un poco de crédito.
Está bien, hijo. Pero te advierto que si descubro algo malo en él me regreso aquí a mi casa.
En eso, Romina llegó...
Ana Luisa, ¿oí que se va a cambiar de casa?
Sí me mudo con mi hijo a una casa nueva allá por Polanco.
Me parece bien. ¿Le puedo pedir un favor?
Claro que sí, Romina, lo que sea.
Lo que pasa que Grettel ya no aguanta a doña Martha, ¿la podría dejar que se quedara en su apartamento, ya que se va a mudar?
Por supuesto que sí, me parece buena idea. Sirve de que no se queda sola a la casa.
¿De verdad, doña Ana Luisa?
Claro que sí, Romina, le puedes decir a Grettel que se venga a vivir acá.
Mañana mismo se puede venir, nosotros ya nos vamos. Dile a Grettel que le encargo mucho mi casa.
Gracias, Ana Luisa.
Al día siguiente, muy temprano, Ana Luisa y Ulises se mudaban a la casa de Adrián.
Qué bueno que decidieron cambiarse doña Ana Luisa.
Le advierto que la primera cosa rara que vea nos regresaremos a mi casa.
Está bien, pero le aseguro que no tiene nada que temer.
Pues eso espero, dijo Ana Luisa no muy convencida.
Ya mamá, tranquilízate, ya te dijo don Adrián que no va a pasar nada malo.
Recuerda que estuvo en la cárcel por una injusticia, pero ya se salió libre. Se pudo comprobar que él es inocente.
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Romina ayudó a Grettel a cambiarse a la casa de Ana Luisa. Martha, al verlas que se andaban cambiando de casa se acercó a ellas.
De manera que me dejas, maldita escuincla, por fin te saliste con la tuya no te importa dejarme abandonada aquí. Con mi enfermedad de las piernas y mis rodillas. Pero pronto te va a llegar el karma, vas a ver.
Ya, doña Martha, no sea dramática. Ya podrá estar tranquila al fin.
Pues vete, pero no se te olvide que te llegará el karma por abandonarme.