Amor De Manicomio

Capítulo 24

Un cambio total

Dos semanas pasó Laura internada en una de las clínicas privadas de su familia, se encontraba en un profundo estado de coma producto de aquel gran accidente donde colicionaron tres vehículos a mitad de la carretera, mismo accidente que cobró la vida de uno de los conductores y tres heridos más, aparte de su persona.

La muchacha no podía abrir sus ojos ni mucho menos mover su cuerpo, pero de alguna manera su subconsciente permanecía despierto y activo, podía escuchar todo lo que hablaban a su alrededor, sus padres habían llegado por la madrugada luego de ser informados del accidente y permanecieron junto a su hija día y noche. Ella no sabía cuánto tiempo llevaba en ese estado, pero sabía exactamente lo que le sucedió. Estaba segura de que era su culpa, pues las imágenes de aquel choque brutal se repetían una y otra vez en su cabeza como una espeluznante escena de una película de terror, cosa que no le permitía descansar tranquila.

Sus padres hablaban acerca de sacarla del país, temían por algo que ella pudiese enterarse y que no debía, pero Laura sentía que hablaban en clave y no lograba entender a qué se referían exactamente.

Así pasó casi una semana más, había recuperado la totalidad del movimiento de su cuerpo, podía levantarse de su cama, lo que hacía cada noche cuando sus padres al fin se marchaban a descansar, ella se quedaba parada un buen rato frente a ese amplio ventanal donde era el único momento de cada día en el que podía recibir aire fresco en su rostro.

Fue allí donde el recuerdo de aquel hombre llegó a su cabeza por primera vez en más de veinte días. No sabía cómo lidiar con todo esto, por una parte anhelaba sentir sus manos tocando su piel, era él con el único hombre con quien había podido ser ella misma, sin críticas, sin fingir ser una princesa, sin ser obligada a verlo por el bienestar económico de su familia y era eso lo que mas le gustaba, aun así, esos mismos sentimientos estaban apuñalando su alma.

Deseaba tanto a la persona que arrastró a su hermana al suicidio y esta información no cabía en su cabeza. Sentía que estaba traicionando a esa muchacha, a pesar de que ella nunca estuvo presente en su vida. Se sentía desorientada, a estas alturas no sabía cuál de los dos sentimientos era el apropiado, si era normal sentirse en deuda con aquella desconocida por haberse enamorado de su agresor, o si era propio de una persona de su clase enamorarse de un loco que encima era acusado de ser un asesino en serie, lo que le hizo recordar que debía presentarse a su trabajo a formalizar una renuncia y quizá pudiera averiguar un poco sobre aquel hombre.

Suspiró profundo y por un momento pensó que debía alejarse de todo lo que la agobiaba, huir y seguir con su vida como si ese hombre no habría llegado a ella. Pero su piel reclamaba sentir el tacto de aquel muchacho que con solo una sonrisa podía volver loca su cabeza en un momento. Allí decidió que era momento de dejar de fingir estar en cama por más tiempo. Marcar distancia debía ser lo único que la ayudaría a olvidarse de ese loco, o por lo menos eso creía.

A la mañana siguiente llegaron sus padres, la abrazaron alegres dando gracias a Dios que su hija había recobrado el conocimiento. Le hicieron una última tomografía para descartar que haya alguna posible fractura o coagulación sanguínea en el cerebro debido a los golpes en su cabeza que se proporcionó al salirse del vehículo por el parabrisas a la hora de recibir aquel impacto.

Exámenes iban y venían, Laura no podía esperar el momento en que todo eso terminara. Quería cerrar sus ojos y que al abrirlos las cosas vuelvan a ser como antes.

Por la tarde del mismo día ya estaba en casa, subió a lo que era su habitación y se encerró a tratar de descansar hasta la hora de la cena.

Pasados dos días, Laura le informó a sus padres que estaba lista para ejercer su oficio como médico psiquiatra en una clínica especializada a las afueras de la ciudad. Ella no quería volver a la unidad a seguir destripando cadáveres y sus padres se alegraron con la noticia, a pesar de que no sería la directora de una de las clínicas de la familia como ellos lo esperaban, por lo menos ya no iba a ejercer más ese miserable oficio que a ella le encantaba y que a ellos tanto les avergonzaba.

Esta misma noche Laura estaría viajando a por un nuevo futuro y por supuesto, a tratar de olvidar lo poco que vivió junto a ese misterioso hombre.

Hoy dejaría de ser la Laura de siempre y se convertiría en una persona fría, sin alma y sin corazón. O por lo menos eso era lo que esperaba.

Se miró al espejo, tomó unas tijeras y comenzó a cortar un poco su larga cabellera que antes le daba casi hasta sus glúteos, dejándolos a la altura de la mitad de su espalda, tiñó sus cabellos dorados de color negro, así como también cambió totalmente su forma de vestir, tenía toda una imagen nueva de sí misma.

Al pisar por última vez lo que por algún tiempo fue su lugar de trabajo le hizo dar un escalofrío que recorrió su espina dorsal, pero aun así no se atrevió a echar un pasó atrás.

El golpeteo de sus tacones en dirección a la oficina principal llamaba la atención de todos los presentes hacia su persona, cosa que a ella no le molestaba, siempre había sido una egocéntrica que le gustaba llamar la atención.

Pasó al fin a esa oficina y el comisario Rodríguez ni la reconoció, ella echó su mano a su cartera y sacó un pequeño sobre que le entregó al comisario.

—Es mi renuncia —le dijo seriamente sin bajarle la mirada—.

—S. señorita Sylver... C ¿Cómo está usted? Oí que tuvo un gran accidente, pero su familia no nos dejaba pasar a la clínica a verla ni mucho menos saber de usted, que alegría saber que se encuentra bien.

—Gracias, no era necesario. Con su permiso, debo retirarme.

Al darse la vuelta se queda fría ante aquella ventana. Pudo ver que estaban sacando al hombre a la fuerza de la sala de interrogatorio, mientras él gritaba el nombre de "Monique" Lo que le hizo un nudo en su garganta en un instante y sus ojos se inundaron de lágrimas.

No se detuvo, siguió caminando como si no hubiera visto nada, pero en su interior se preguntaba si estaba siendo trasladado a una celda, a juicio o a una horca. Cualquier cosa se podría esperar para su destino. Tan solo suspiró profundo, secó sus lágrimas y continuó su recorrido topándose de frente con el doctor Meier.

—Así que al fin viniste —comentó con una sonrisa amplia— Me hacía falta mi compañera de turno.

—No por mucho tiempo, vine a presentar mi renuncia

Respondió ella seriamente y se dispuso a seguir su camino, mientras que los ojos de Frank se pusieron vidriosos y se volteó caminando hacia ella para sostenerla e impedir que se marchara sin antes hablarle.

—¿Cómo que te vas? ¿Por qué? Laura yo, yo sin ti no puedo estar en este lugar. Por favor no te vayas.

—Entonces vete, pero yo aquí no pienso volver.

—No puedes hacerme esto. Fui a verte cada día, te llevaba flores.

—Que posiblemente terminaron en el cesto de la basura —interrumpe—, mira Frank, deja ya de insistir.

—De acuerdo —le entrega un sobre en sus manos— toma esto, aquí está lo que seguramente querías ver. Te buscaré y te encontraré donde sea que te encuentres.

—Suerte con eso.

Responde y sigue su camino. Subió al vehículo que la llevaría de vuelta a casa de sus padres con ese sobre en la mano y la imagen en su cabeza de aquel hombre siendo golpeado por un par de oficiales.

...

En la unidad policial, Keyler se mostraba irritado, poco cooperativo y frustrado. Incluso se negaba a hablar con Álvaro quien era el único que le mostraba un poco de humanismo en ese lugar al hablarle.

No dejaba de gritar su nombre, ni exigir que vuelva. Esta era una de sus peores crisis, pero de cierta forma lo ayudaría a verla, cosa que ninguno de los dos se esperaba.

Ella le había prometido que volvería a verlo, que no estaría en problemas, sino que hablaría con el hombre detrás de aquel espejo y volvería apenas tuviera oportunidad. Pero a cambio de eso nunca regresó, se sintió traicionado y abandonado una vez más. Juró que la mataría, que al volver a encontrarse con ella acabaría con su vida y luego le pondría fin a su propia vida. Éstas conductas suicidas hicieron que tanto el doctor Ordóñez como la fiscal tomaran una decisión con respecto al caso.

Había pasado casi un mes en trámites, juicios penales y molestos interrogatorios, hasta que por fin el juez decidió enviarlo a una clínica psiquiatra de máxima seguridad, donde recibiría un tratamiento especializado para luego continuar con el proceso penal que quedaba en pausa hasta que el hombre estuviera en condiciones de asumir su condena.

El día de su traslado había sido sedado, le dieron un buen baño y lo prepararon con una camisa de fuerza mientras aún dormía. Casi seis horas de camino y el hombre no había despertado, lo dejaron en una habitación totalmente blanca con paredes, piso y cielo raso acolchado para que no pudiera lastimarse, le habían retirado aquella incómoda camisa, aun así había pasado ya dos días y no había despertado de aquella anestesia que le colocaron.

...

Doctora Sylver, la necesitan en el cubículo dos del segundo piso, por favor presentarse antes en la oficina directiva.

Escucha Laura por los altavoces, mientras se encontraba en una de las tantas consultas que atendía al día.

Luego de revisar los exámenes médicos de su paciente que venía a consulta por trastornos del sueño, le recetó algunos medicamentos y apuntó unas sugerencias que debía seguir al pie de la letra para conciliar mejor el sueño

Se dirigió a la oficina de la directora de la clínica, quien le entregó los documentos de un paciente nuevo que debía tratar, había llegado allí hace poco más de dos días y no había despertado, le sugiere que debe mantener discreción con respecto a este paciente, pues era un caso especial, ya que en la clínica no manejaban este tipo de casos. Tan solo era un favor que estaba obligada a hacer la licenciada James, directora de la clínica.