no me dejas explicarte lo que ocurrió, solamente crees en el palabrerío de la chusma- le dijo ella enervada.
¿qué mentira podrías tener para explicar por qué volviste tan tarde en la noche en brazos de mi hermano, dormida y toda sucia?- le reprocho con firmeza.
sacaste las conclusiones sin siquiera escucharme, no te detendré, al final la verdad no importa- los ojos le ardían, debía irse de ahí mismo antes de que la vieran llorar -escucha bien mis palabras, anulo nuestro matrimonio Eric Black, eres libre de la zorra y casafortunas que tenías de prometida- y sin decir una sola palabra más se alejó corriendo escaleras arriba y encerrandose en su habitación.
los presentes se quedaron impactados con las palabras recién escuchadas, una niña de 16 años había enfrentado a un hombre de 22 y le había cancelado delante de todo el mundo el matrimonio.
¿acaso realmente se daban por vencidos al amor?
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1 recuerdos
La fría guerra entre Francia e Inglaterra se llevaba vidas por miles y despojaba poblaciones enteras de sus viviendas y lo poco que tenían, campos destruidos por los enfrentamientos y bombardeos y el miedo en el rostro de civiles inocentes que no sabían si volverían a ver la luz de un hermoso amanecer.
Dentro del campo de batalla, un capitán peleaba con valor contra aquellos enemigos que se acercaban a intentar derribarlo, pero solamente encontraban la muerte bajo el filo de su espada. Las balas de su arma se habían agotado hacia un par de horas atrás y únicamente podía defenderse cuerpo a cuerpo con el filo de su arma. De pronto no muy lejos de allí, el enemigo prepara un cañón para acabar con aquellos que aún estaban peleando, claro está que la explosión también mataría aliados, pero los sacrificios eran necesario cuando de guerra hablamos.
Un joven sargento ve la intención de hacer explotar todo y corre a cubrir al capitán con su propio cuerpo, salvándolo de lo que en otras circunstancias hubiese sido una muerte segura lo que ahora eran unos pequeños raspones.
Dime tu nombre, pues te debo mi vida- dijo aquel capitán sorprendido por el accionar de ese hombre.
Soy el Sargento Lewis y mi deber ahora mismo es ponerlo a salvo- le contesto sin reverencia, pero tomándolo rápidamente para alejarlo de aquel campo.
En el ajetreo de aquellos que llegaban a socorrerlos y los otros que venían a matarlos, el joven sargento consiguió llevar a su capitán, lejos de todo y ponerlo a salvo. Si bien las heridas visibles eran apenas unas cortadas, lo cierto es que el capitán también poseía fracturas de costillas y de una pierna.
Por suerte ambos hombres sobrevivieron a la guerra y casi 9 meses después de irse de sus casas hacia ella, volvían a sus pueblos. Uno con el reconocimiento del rey y ahora un título de Lord y el otro con el regalo de nuevas tierras bajo su mando, por sacrificarse defendiendo a un capitán.
El Lord Black volvía a su casa donde sus dos hijos lo esperaban ansiosos, su esposa había muerto hacía unos años atrás, dejándolo solo con los dos pequeños. Hoy esos niños tenían 12 años y de nombre Eric y 7 años y de nombre Anibal, inteligentes como su papá e igual de bondadosos que su difunta madre. Los tres hombres poseían cabello negro casi largo que ataban en una coleta alta, sus ojos eran igual de negros que la noche más oscura. Entre los dos hermanos la diferencia de temperamentos era abismal, el mayor callado y de fuerte carácter, mientras que el pequeño era alegre, confianzudo y juguetón.
Por otra parte, el sargento volvía a su humilde casa, donde lo recibía su esposa y sus dos bellas hijas, Anabella de tan solo 7 años e Isabella de 6 años. Ambas niñas eran como dos gotas de agua, con sus cabellos ondulados negros azabache, de la misma altura y mismo porte, pero se las diferenciaba muy fácil, ya que la mayor tenía ojos negros como su padre y la mejor poseía ojos azules, como los zafiros más hermosos, al igual que su madre. En cuanto a sus gustos, eran el agua y el aceite. Mientras Anabella cocía y leía todo el día, la pequeña Isabella disfrutaba de tocar el pianoforte y la flauta, poseía la voz de un ángel y podía embelesar a todo el mundo con sus bailes.
El Lord Black mantenía una buena relación a través de cartas con Lewis y un año después de volver a su casa, decidió aceptar una invitación para pasar los dos meses de vacaciones en White Horse, el pueblo donde el sargento vivía con su familia. Black había decidido no solamente hacer negocios con dicho hombre, sino también que en forma de agradecimiento, compartiría su título de Lord con el y la mejor forma de hacerlo era arreglando el matrimonio entre sus dos hijos con las dos hijas del otro. De esa manera los cuatro niños podrían disfrutar cuando sean grandes de todo aquello que el había conseguido cuando lo recompensaron por su desempeño en la guerra. Con esa idea les avisaba a sus hijos del viaje que realizarían y pidiéndole a ambos que se comportaran de excelente manera, pues después de 3 días de viaje conocerían a aquel hombre que el Lord narraba en sus historias como el salvador de su vida.
La llegada de un carruaje de lujo, alegro a la familia Lewis, pues por fin sus invitados habían llegado. Los cuatro miembros estaban afuera esperando, y mientras los adultos mostraban sonrisas sinceras, una joven de ojos negros, no tenía ningún sentimiento hacia esos extraños y la menor se escondía detrás de las faldas de su madre.
Bienvenidos a mi humilde casa- dijo Lewis - ella es mi hermosa esposa y estás de aquí son mis dos niñas, Anabella e Isabella- las mencionadas dieron un paso al frente e hicieron reverencia a los recién llegados. Algo que para los adultos fue demasiado tierno, mientras que para los niños fue una revelación.
Ellos son mis hijos, Eric el más grande y Aníbal el más pequeño- dijo dejando que sus pequeños también hicieran esa reverencia de presentación.
Pasen por favor, que el almuerzo ya está servido. Luego si lo desean podemos ir a conocer el pueblo- dijo Lewis indicando con su mano la puerta de ingreso de la vivienda.
Lo que los adultos jamás hubiesen podido saber, era que aquellos niños si aceptarían casarse, pero no como ellos deseaban. Pues Eric a pesar de ser el más grande, si había quedado embobado, pero no con Anabella como quería su padre, sino con la pequeña y su hermano también se había quedado sorprendido, pero de la belleza de la hermana mayor. El problema era que ninguno de los dos hermanos admitiría sus sentimientos y las niñas, bueno ellas no ayudaban mucho, ya que la idea del casamiento, mal o bien, no la entendían demasiado.
La comida transcurrió sin ningún contratiempo y la sobremesa se hizo con una taza de café en mano de los adultos y una leche caliente en mano de los pequeños.
Me encantaría formar parte de ese negocio, este pueblo tiene muchos recursos pesqueros y veo que tu familia también está en ello, pero aparte de ser socios de negocios, también me gustaría que fuésemos consuegros y poder compartir con toda tu familia el título de Lord que adquirí gracias a que me salvaste la vida. Quiero que permitas que tu hermosa hija Anabella se case con mi hijo Eric y que Aníbal despose a la tierna Isabella- dijo el Lord sin muchas vueltas. Ninguno de los adultos vio o sintió como los niños se tensaron.
Claro que acepto, Lord Black, muchas gracias por este gran ofrecimiento- dijo Lewis, sellando así el destino de sus hijas.
Sería maravilloso que Isabella no terminara kn él no la merece