El matrimonio arreglado de la primera hija del Conde Harris con el Duque Carnegie III y su peculiar convivencia
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Adiós sin adiós
-Madre, no creo que este bien mandar a Samantha sola…
-Víctor, siempre te lo he dicho, ella no es tu hermana, no tiene que importarte nada de lo que suceda con ella
Madre e hijo estaban sentados en el jardín tomando té. Aunque su madre no supiera, Víctor guardaba cierto aprecio mal definido por Samantha
-Yo sé quien es James, ese maldito si sobrevive, la destrozara… Solo sabe usar a las mujeres para tener sexo y dejarlas tirada
-¿No escuchaste? No consiguen su cuerpo… Están en la guerra hijo, en algún momento podría pasar. Tenemos que aprovechar que con esa propuesta de matrimonio que hizo a la hija de la Casa Harris es prueba suficiente de compromiso y al no tener esposa… Ella podría quedar como viuda por compromiso, además es la mejor forma de sacarla de aquí
-¿Por qué la odias tanto?
-Es suficiente Víctor no tengo por qué…
-MADRE!!!- La aguda voz de Barbara se hacía escuchar por todo el lugar
En plena adolescencia, Barbara de 16 años era igual a su madre, prepotente, ansiosa por experimentar la vida con hombres llena de excesos. Su cabello largo color azabache contrastaban con el color de su piel y sus ojos azulados
-Madre ¿Cómo es posible que Samantha se vaya a casar primero que yo y sin debutar en la sociedad?
-Cálmate… Mi amor, tu madre solo está dejándote el camino libre, cuando esa bastarda se largue de aquí, tendrás el Ducado para ti, serás la única hija de esta casa y todas las invitaciones, propuestas y demás serán solo tuyas hija como siempre ha debido ser
-¿Cuándo se irá?
-Hoy en la noche pediré que salga su carruaje… el camino es peligroso y el viaje largo, con suerte y no llega a su destino, así no sabremos más de ella
Ambas se rieron al unisonó. Mientras Víctor se limitaba a ver las plantas a su alrededor, no podía dejar de pensar en que quizás no volvería a ver a Samantha, si su madre no la odiase tanto, quizás ellos podrían haber terminado juntos
Al otro lado del castillo, la nana restregaba suavemente la piel de su pequeña niña
-Nana… Ese hombre… ¿Cómo será ese hombre? Tengo miedo
-No temas mi pequeña niña, de seguro es un buen hombre
Las lágrimas corrían por ambos rostros, Nora, con el corazón partido por las tragedias que día a día le ocurrían a su pequeña hija, si Amanda estuviese viva, hoy las cosas no serían así
-Nana, escuché que esta en la guerra y que no consiguen su cuerpo, pero también escuché que es un monstruo que ha matado a mucha gente… Quizás para eso me mandan con él… A lo mejor soy afortunada y acaba con mi vida, así de una vez por todas me reúno con mi madre
-No mi señorita, no diga esas cosas- En la puerta resonaron los golpeteos de una inquieta mujer
-Samantha, en dos horas el carruaje estará listo para que te marches. No quiero verte aquí al amanecer- Nadie se atrevió a contestar y tras el silencio, solo se escucharon los pasos alejarse
El tiempo fue veloz, como si de una carrera en su contra se tratase. La hora había llegado y una Samantha triste y solitaria se encontraba subiendo al carruaje con solo una maleta donde había metido los pocos recuerdos que le acompañaban en sus 17 años. Los empleados miraban a través de las ventanas bajo la orden de no salir a despedirla. Se iba de allí cuan insignificante presencia
-Señorita, me llamo Joseph, estoy encargado de llevarla al Ducado Carnegie- Sonrió amablemente para luego enderezarse hacia el frente tras cerrar la ventanilla del carruaje
Sin ser notado, el duque Wilson miraba desde su despacho con las luces apagadas a través de la ventana. Hace mucho tiempo se culpaba así mismo por la vida desgraciada que Samantha llevaba, pero no podía verla a los ojos, esos ojos morados iguales a los de su querida Amanda, día a día su belleza, aunque descuidada, se asemejaba más a ella
-No puedo perdonarte el haberme quitado al amor de mi vida…-
-MARTHA! ESTHER!- Barbara gritaba desde su amplia habitación
Apenas entraban los primeros rayos de sol por el gran ventanal de la habitación revestida de rosado pálido y detalles dorados que asemejaban oro. De puntitas saltando en la cama gritaba sin parar llamando a sus mucamas
-Díganos honorable señorita
-Prepárenme ya. No sé qué debo ponerme
-¿Quiere usar vestido en tonos suaves o fuertes?
-Hoy debo estar radiante, las dejaré escoger mi mejor vestido en tonos suaves para verme angelical. Vendrán los hijos de los amigos de mi padre después de ir a cazar
Ambas mucamas se miraron y marcaron seriedad en la expresión
-Señorita… me temo que su padre a cancelado la caza de hoy. Esta encerrado en su despacho desde que la honorable señorita Samantha se marchó
¡Maldita sea! Siempre me arruina todo esa bastarda
-Preparen el baño entonces…- Saltó de la cama y se acercó a sus mucamas para que la desvistieran
Habían pasado 3 días desde que Samantha había emprendido su viaje en el carruaje a lo que sería su nuevo hogar, pero nada más alejado que los deseos de su familia política, Samantha seguía con vida
-Joseph…
-Dígame honorable señorita- El hombre detuvo el carruaje y se asomó por la ventanilla
-¿Cuánto falta?
-Lady… estimo que podríamos llegar al amanecer si seguimos andando. Si paramos en una posada para su descanso entonces demoraríamos un día más
-Ya te dije que no… No quiero ser una carga por más tiempo, solo quiero llegar a mi nuevo tormento…- Susurró las ultimas palabras de la oración y Joseph asintió en silencio cerrando la ventanilla y emprendiendo el viaje de nuevo
¿Qué será de mi vida ahora?
¿Qué clase de persona será el duque?...
He sido tan mala en esta vida que ni si quiera mi padre salió a despedirme…
Su piel estaba seca y opaca, llevaba todo el viaje sumergida en llanto desconsolado, torturándose con sus propios pensamientos
Así entre lagrimas se quedó dormida nuevamente en el asiento del carruaje