Sin Elección Villana

Kristian Russen mandó a reunir a todos sus hijos, los de la línea directa y los ilegítimos. Ese día quería organizar una fiesta en la que todos ellos participarán y otros nobles cercanos, era una buena manera de observar y unir a sus hijos con algunos que consideraba útiles para un futuro.

—Señorito Russen, su padre lo mandó a llamar. —Tristán estaba sentado con una navaja en su mano y sostenía el brazo de uno de sus nuevos juguetes. La sonrisa que tenía plasmada se esfumó y fue reemplazado por una mueca de fastidio.

—¿Qué te dije sobre interrumpirme? —Él miró a su guardia por encima del hombro.

—Pero su padre… —Tristán se levantó molestó y empujó al hombre que estaba sosteniendo.

—Me importa una mierda mi padre y esa maldita Isabela también. —Comenzó a quejarse y luego se detuvo. —Oh, es la primera vez que me llama mi padre, entonces, iré. —Sonrió de una manera extraña. —Ah, por cierto encierra a mí perro en su jaula y ponle cadenas también.

—Sí, señorito.

Tristán salió de la habitación dejando a los dos hombres solos. El guardia observó los cortes en el brazo del hombre y suspiró con algo de pena.

—Lamento todo esto, usted no tiene la culpa. —El guardia intentó ayudar con sus palabras al hombre, sin embargo, la respuesta del hombre lo dejó perplejo.

—Lo sé, ¿Cómo tendría la culpa por no nacer con un color pálido como el de ustedes? —El hombre en el suelo chasqueó la lengua y el guardia asintió lentamente y salió dejando al hombre sentado allí.

Tristán iba tarareando una melodía, pensaba que sería una reunión privada o talvez Kristian le quería dar algo, sin embargo, se decepcionó cuando entró a la sala y vio a los demás hermanos.

—¿Son todos? —Le preguntó Kristian a la mujer que estaba parada a su lado.

—No, mi señor. Falta Hazel y Kristen. —Kristian hizo una expresión de confusión y luego le dijo a la mujer.

—Hazel, ese estúpido cobarde no es un Russen. Y ve a buscar a la octava donde sea que esté.

—Sí, mi señor.

Kristen se despertó espantada por su pesadilla y respiraba con prisa como si el oxígeno fuera a extinguirse en algún momento. Sentía como su cabeza explotaría en cualquier momento debido al dolor.

Ella miró por todas partes, arrugó las cejas intentando reconocer donde se encontraba, lo único que recordaba era haber estado con un hermoso esclavo la noche anterior.

Las paredes eran rosa pálido y había hermosos detalles en el techo. Los muebles se notaban de buena calidad y con cubrimiento de oro, la cama era muy espaciosa y la habitación olía demasiado agradable.

La puerta se abrió y esto llamó la atención de Kristen, por la puerta entró un hermoso joven, con su cabello rojizo y los ojos de color verde. Ella lo reconoció de inmediato y entonces, recordó lo de anoche y desvío la mirada a otra parte de la habitación.

«Herir al príncipe se castiga con la pena de muerte, ¿Qué mierda hice?», pensó arrepentida.

—¿Tu nombre es Kristen, cierto?

—No es su asunto, su alteza. —Ella bajó la cama y se miró la nueva vestimenta que traía puesta. Rodó los ojos al ver el color tan brillante. —¿Dónde está mi ropa?

—Siendo lavada, vomitaste. —Oh, eso lo explica, ella pensó y luego se preguntó si no había otro color más apagado que el que llevaba puesto.

—Bueno, ¿Gracias?, y me retiro con su permiso, su alteza.

—¿Eh?, ¿A dónde vas? —Él la detuvo sosteniendo su mano y ella miró al príncipe queriendo cortarle el brazo y en eso se dio cuenta que no tenía sus armas.

—A casa y ¿Dónde están mis armas?

—Te las devolveré, las había guardado para ti. —Kristen asintió. Y el príncipe salió de la habitación dejando a Kristen algo incómoda y confusa por la situación tan extraña.

Kristen se sentó en la cama y espero que el príncipe regresara con sus cosas.

Después de un momento el príncipe regresó con ellas y con su guardia, Kristen lo recordó levemente y más porque ese hombre la miraba muy enojado.

—Su alteza, deberíamos castigarla. —El guardia le propuso al príncipe mientras Kristen recibía sus cosas.

—Señorita Russen, ¿Dónde está mi espada? —Jaime subió una ceja sin entender nada y Kristen miró confusa al príncipe.

—¿Me has buscado por tres años debido a eso? —Él asintió varias veces.

—Le dije aquella vez, que era importante para mí. —El príncipe comentó y Jaime estaba curioso de saber que había sucedido, así que, preguntó.

—¿Cómo conoces a esta Russen? Los únicos que hemos visto eran Liam y Ruth Russen. Ah y ese que forma parte del ejército del emperador. —Y el príncipe se quedó callado. —¿Su alteza?

—Si te traigo esa espada de juguete, no vuelvas a cruzarte en mi camino. —Kristen habló interrumpiendo a Jaime y luego dijo. —Salgan, quiero vestirme y largarme de aquí.

El príncipe salió y después del él Jaime salió, no sin antes mirar a Kristen de manera desafiante.

—¿No la han encontrado aún? —Isabela estaba molesta debido a la ausencia de la octava y también porque llamaba la atención de su esposo.

Algunos invitados ya se habían presentado, de hecho, allí estaba Pers Dumont, gracias a la relación que tenía el líder Russen con su padre. Y también se encontraba su prometido, Uri Aldrich, gracias a la vieja amistad del el archiduque y Kristian Russen.

Los jóvenes charlaban entre ellos, entonces, Kristian se concentró en buscar más aliados para su plan.

Y como Liam le había pedido intentó hacer las pases con el duque Gades. Liam funcionaba mejor cuando le cumplía sus caprichos, odiaba esa parte de su hijo.