La banda del sur, un grupo criminal que somete a los habitantes de una región abandonada por el estado, hace de las suyas creyéndose los amos de este mundo.
sin embargo, ¡aparecieron un grupo de militares intentando liberar estas tierras! Desafiando la autoridad de la banda del sur comenzando una dualidad.
Máximo un chico común y normal, queda atrapado en medio de estas dos organizaciones, cayendo victima de la guerra por el control territorial. el deberá escoger con cuidado cada decisión que tome.
¿como Maximo resolverá su situación, podrá sobrevivir?
en este mundo, quien tome el poder controlara las vidas de los demás. Máximo es uno entre cien de los que intenta mejorar su vida, se vale usar todo tipo de estrategias para tener poder en este mundo.
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parte 9. el secreto de la noche en luna
La noche había caído sobre el campamento, y la densa negrura de Colonia envolvía todo como un manto helado. Máximo estaba de guardia, su silueta apenas visible a la luz temblorosa de la fogata moribunda. Las noches como esas eran solitarias y frías, pero él encontraba consuelo en el silencio. Era el momento perfecto para reflexionar sobre sus decisiones, sobre las rutas que había tomado y las que temía enfrentar.
Mientras escudriñaba la oscuridad, un sonido le sobresaltó. Ramas quebrándose. Pasos. Su mano fue instintivamente hacia el cuchillo que colgaba de su cinturón. Sin embargo, al girar hacia la fuente del ruido, vio una figura conocida acercándose: Aurora.
La joven avanzaba con una calma inquietante, sus pasos resonaban sobre las hojas secas. Llevaba apenas una fina camiseta y un pantalón holgado que dejaba ver su figura. Máximo sintió una incomodidad creciente, una mezcla de nervios y desconcierto.
—¿Ocurre algo? —preguntó, tratando de mantener su tono firme.
Aurora sonrió de manera encantadora, aunque había algo en su expresión que le hacía dudar.
—Raphael está dormido, y yo no puedo conciliar el sueño —respondió. Su voz era suave, casi melódica, y al acercarse lo miró con ojos llenos de intención—. Pensé en acompañarte un rato.
Máximo tragó saliva, sintiéndose expuesto bajo su escrutinio. Su mirada bajó instintivamente al suelo, tratando de evitar el contacto visual.
—Hace frío. Deberías ponerte algo más abrigado —dijo con torpeza, intentando mantener la distancia.
Aurora rió, y su risa resonó como un eco peligroso en la noche.
—No te preocupes por mí, estoy acostumbrada. Pero dime, ¿no te sientes solo aquí, tan aislado de todos? —preguntó mientras daba un paso más cerca, invadiendo su espacio personal.
Máximo trató de recomponerse. Había algo en su comportamiento que lo ponía inquieto, pero también había una parte de él que no podía evitar sentirse atraído. Era joven, hermosa y peligrosa.
—Bueno… uno se acostumbra a la soledad —dijo finalmente, aunque su voz sonó más insegura de lo que pretendía.
Aurora ladeó la cabeza y lo miró fijamente, como si estuviera estudiándolo.
—Háblame de tu vida antes de llegar aquí, Máximo. Siempre pareces tan distante, como si llevaras el peso del mundo en los hombros.
Él suspiró. Por un momento, pensó en mentir, en inventar una excusa para evitar la conversación. Pero algo en su insistencia lo obligó a hablar.
—No me fue bien en la banda del sur —confesó—. Pensé que sería una forma de escapar, pero fue mi peor error.
Aurora se acercó un poco más, sus ojos brillando con una mezcla de curiosidad y algo más oscuro.
—¿Y nunca pensaste en escapar de aquí también? —preguntó, con una sonrisa que no llegaba a sus ojos.
Máximo la miró fijamente, tratando de descifrar sus intenciones. Sus palabras parecían cargadas de algo más profundo, como si buscara empujarlo hacia un abismo que él no quería enfrentar.
—No. A veces las decisiones que tomamos nos atan a un lugar. Ya no pienso en escapar, sino en redimirme.
El ambiente entre ellos cambió de pronto. Aurora frunció el ceño, como si sus palabras la hubieran descolocado. Pero no tardó en recuperar su postura.
—¿Redimirte? ¿Por quién? —preguntó, dando un paso más cerca. Esta vez su voz sonaba menos dulce y más inquisitiva.
Máximo vaciló. Estaba claro que ella no buscaba solo una conversación. Entonces, la verdadera intención de Aurora salió a la luz.
—Otra vez esa tal Eulalia… —dijo con una sonrisa amarga—. Siempre la miras como si fuera alguien especial. ¿Qué tiene ella que yo no?
Máximo retrocedió un paso, sintiendo la tensión en el aire. La mención de Eulalia lo desarmó por completo, pero no estaba dispuesto a caer en su juego.
—Esto no tiene nada que ver con Eulalia —respondió con firmeza, aunque su corazón latía con fuerza.
Aurora se quedó en silencio por un momento, y luego dio media vuelta, dejando que su cabello ondeara en la brisa nocturna.
—Tienes razón, no tiene que ver con ella. Pero piénsalo bien, Máximo. A veces, las decisiones que tomamos nos atan… y otras, nos condenan.
Aurora, ya completamente entregada a sus deseos, insistía con una voz suave pero cargada de pasión:
—Maximo, quiero hacerlo aquí, no importa dónde. Quiero que seas tú… ¡por favor!
Él, dividido entre el deseo que ella despertaba y el peso de su conciencia, trataba de mantenerse firme. Su respiración se aceleraba mientras ella se acercaba aún más, colocándose frente a él, sus ojos brillando con una intensidad que lo desarmaba.
—Esto… esto está yendo demasiado lejos —murmuró, casi como un ruego a sí mismo para encontrar la fuerza de detenerla.
Aurora no retrocedió. En lugar de eso, colocó sus manos en los hombros de Máximo, acercando su rostro al de él, dejando que sus palabras fueran un susurro contra su oído:
—No te detengas, Maximo… por favor.
La cercanía, el tono de su voz, todo lo que Aurora hacía parecía diseñado para derribar sus últimas barreras. Y por un instante, casi lo logró. Máximo comenzó a tocarla cuidadosamente, recorriendo su mano por su hombro y bajándola lentamente hacia su cintura. Sentía cómo Aurora respondía a cada movimiento, sus suaves suspiros encendiendo aún más el momento.
Sin embargo, cuando sus dedos rozaron sus pechos, una oleada de realidad lo golpeó. La imagen de Raphael, durmiendo a pocos metros de distancia, llenó su mente. Este hombre, aunque no perfecto, había depositado su confianza en él. La situación dejó de ser un simple encuentro furtivo y se transformó en un dilema moral que no podía ignorar.
De repente, Máximo apartó su mano con firmeza, dando un paso atrás.
—No puedo hacer esto —dijo con la voz quebrada, tratando de controlar su respiración.
Aurora lo miró, confundida y frustrada, como si no pudiera entender por qué se detenía en ese momento.
—¿Qué pasa? No te detengas, Maximo. ¿Por qué ahora?
Él tragó saliva, evitando mirarla directamente.
—Esto está mal, Aurora. No puedo traicionar a Raphael así.
Ella dejó escapar una risa amarga, cruzando los brazos mientras lo miraba con un destello de enojo en sus ojos.
—¿Raphael? ¿De verdad te importa? Ese hombre no me toca, no me mira… ¡ni siquiera me habla como antes! Estoy cansada, Maximo. Quiero sentirme viva otra vez.
Sus palabras eran una mezcla de reproche y súplica, pero Máximo no podía ignorar lo que sentía.
—Aurora, lo siento, pero no puedo. No importa lo que sientas ahora, esto no es correcto.
Ella lo miró fijamente, su expresión oscilando entre la ira y la tristeza, antes de dar un paso atrás, como si finalmente aceptara que él no cedería.
—Eres un tonto, Maximo —dijo con una voz cargada de desdén, pero también con un rastro de dolor—. Algún día te arrepentirás de esto.
La tensión en el aire era palpable. Máximo, con las manos temblorosas y el corazón latiendo con fuerza, se apartó rápidamente de Aurora, como si el contacto hubiese sido un error irreparable. En su mente, los pensamientos se arremolinaban, cada uno más confuso que el anterior:
"No puedo hacerlo. Es la amante de Raphael. ¡No soy tan malagradecido como para traicionarlo de esta manera! Él confía en mí, aunque sea estricto y me haga la vida imposible. No puedo fallarle."
Aurora, aún jadeando por la intensidad del momento, lo miraba con incredulidad y frustración.
—¡Máximo! Ya habías comenzado… no te costaba nada terminar.
Él negó con la cabeza, incapaz de sostener su mirada.
—No está bien, Aurora. Esto no puede continuar. Lo siento, pero no puedo.
La frustración de Aurora se transformó rápidamente en enojo. Sus ojos, antes seductores, ahora mostraban una mezcla de decepción y humillación.
—¿Sabes qué, Máximo? Olvida todo esto. Pretendamos que nunca pasó.
Dio un paso hacia atrás, tratando de recobrar algo de dignidad.
—Solo… solo prométeme que mantendrás esto en secreto, ¿sí?
Sin más, Aurora se dio la vuelta y desapareció en la oscuridad, dejando a Máximo solo bajo la fría noche. Él se quedó allí, con el corazón latiendo con fuerza y la mente llena de preguntas. Había hecho lo que creía correcto, pero la sensación de vacío no lo abandonaba.
Cuando el silencio absoluto volvió a reinar, Máximo se dejó caer sobre una roca cercana, con la cabeza entre las manos. Las imágenes de lo que acababa de suceder pasaban una y otra vez por su mente, cada una golpeándolo como una ola de arrepentimiento y vergüenza.
"¿Por qué no pude hacerlo? ¿Qué me detuvo? ¡Soy un cobarde! Ella estaba ahí, esperándome, deseándome… y yo la dejé ir. ¿Cómo puedo ser tan inútil?"
El remolino de pensamientos lo consumía. Se sentía atrapado entre el alivio de haber hecho lo que consideraba correcto y la vergüenza de haber fallado en un momento en el que alguien lo buscaba.
"¿Qué pensaré cuando la vea mañana? ¿Y si le cuenta a Raphael? No, no puede hacerlo… dijo que sería un secreto. Pero aun así, no puedo creer que la haya rechazado. ¡No soy más que un imbécil!"
El frío de la noche se hacía más intenso, pero Máximo apenas lo sentía. Estaba atrapado en sus propios pensamientos, reflexionando sobre lo que había pasado y, más aún, sobre lo que podría haber sido. Mientras tanto, en el campamento, Aurora, aunque furiosa, intentaba calmarse, repitiéndose que aquello había sido un error que nunca debía haberse iniciado.
Sin embargo, ambos sabían que lo ocurrido esa noche no se olvidaría tan fácilmente.