Valentino nunca imaginó que entregarle su corazón a Joel sería el inicio de una historia de silencios, ausencias y heridas disfrazadas de afecto.
Lo dio todo: tiempo, cariño, fidelidad. A cambio, recibió migajas, miradas esquivas y un lugar invisible en la vida de quien más quería.
Entre amigas que no eran amigas, trampas, secretos mal guardados y un amor no correspondido, Valentino descubre que a veces el dolor no viene solo de lo que nos hacen, sino de lo que nos negamos a soltar.
Esta es su historia. No contada, sino vivida.
Una novela que te romperá el alma… para luego ayudarte a reconstruirla.
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Capítulo 7: Me rompió él… pero me decepcionó ella
Las piezas se van acomodando lentamente, pero el dolor sigue siendo el mismo. El más grande, el más desgarrador, fue la traición de Joel. Pero lo que nunca imaginé es que la mayor decepción vendría de alguien a quien consideraba una amiga de años. Fernanda.
Todo empezó como un juego inocente. O eso pensé yo. Porque, al principio, veía cómo Fernanda se acercaba a Joel, pero no me parecía algo fuera de lo común. Ella era extrovertida, abierta, y a veces coqueta, pero yo lo tomaba como algo normal. El hecho de que Joel le prestara atención no me pareció relevante. Estaba acostumbrado a sus altibajos. Pero no tardó mucho para que esa cercanía, esa forma de reírse con él, comenzara a desbordarse. Fue entonces cuando me di cuenta de que la traición no solo venía de él, sino también de alguien que decía ser mi amiga.
Fue una tarde cualquiera cuando escuché por primera vez lo que me dolería más tarde que una bofetada. Fernanda y Joel estaban sentados juntos, conversando como si no existiera otro mundo alrededor. Joel tenía esa manera tan natural y tranquila de hacer reír a los demás, de atraer la atención sin esfuerzo. Pero lo que más me molestaba no era su actitud en sí, sino la forma en que Fernanda se dejaba llevar por él, como si lo estuviera buscando, como si le gustara más de lo que admitía. La situación se volvió aún más incómoda cuando, después de un rato de estar cerca, Fernanda se giró hacia mí con una sonrisa falsa y dijo que Joel la había hecho sentir especial, pero que no le interesaba de manera romántica. "Es solo un juego", me dijo. Pero lo que no comprendía es que el juego no se sentía como tal. No era algo ligero ni pasajero. A mí me dolía. Me dolía ver cómo él, quien ya me ignoraba constantemente, le prestaba toda su atención a Fernanda, una atención que nunca me había dado. Y aún más me dolió saber que ella lo veía como algo inofensivo. No entendía que las palabras y los gestos de Joel podían destruir a alguien, y eso, a Fernanda, no le importaba.
En los días siguientes, la relación entre Fernanda y Joel se volvió más evidente. Lo peor fue ver cómo ella, a pesar de que yo le había confesado el daño que me causaba Joel, seguía acercándose a él, buscando su compañía, riendo de sus bromas como si no hubiera pasado nada. Eso me rompió. Porque Fernanda conocía mis sentimientos. Sabía cómo me afectaba cada gesto de Joel, cómo me destruía su indiferencia. Y aún así, se unió al juego. En su mundo, parece que la lealtad solo existía cuando convenía.
El día que todo explotó fue durante un paseo escolar. Era un evento simple, una excursión que al principio no parecía tener importancia. Pero, como siempre, fue el comportamiento de Fernanda lo que terminó siendo un balde de agua fría. Durante el paseo, ella se sentó junto a Joel en el bus. Yo me quedé en silencio, mirando desde el asiento trasero, intentando ignorar la escena que se desarrollaba frente a mí. Fue entonces cuando ella me dijo, con una sonrisa traviesa y como si no fuera nada, que Joel había insinuado que, si no estuviera tan interesada en otro chico, "intentaría algo con ella". Las palabras me calaron hondo. Yo no necesitaba escuchar eso para saber cómo Joel veía a las personas. Sabía que para él, todo era un juego, una forma de probar su poder sobre los demás. Lo que no entendía era cómo Fernanda, sabiendo todo lo que yo sentía por él, se prestaba a ese juego.
A partir de ese momento, la frustración se transformó en algo más grande: la decepción. Ya no podía ver a Fernanda de la misma manera. La forma en que ella le seguía el juego, cómo se dejaba tratar como si nada, me hizo cuestionar todo lo que creía que había entre nosotras. ¿Acaso era tan fácil para ella ignorar el daño que me hacía Joel? ¿Acaso nunca le importó lo que yo sentía?
Todo llegó a su punto máximo durante el desfile de disfraces del colegio. Ese día, mientras las parejas iban desfilando, Fernanda se acercó a Joel como si fuera lo más natural del mundo. Se tomó de su brazo y caminó junto a él, dejando que el público pensara que eran pareja. No solo eso, sino que él lo permitió. Se dejó llevar por la idea de que todo era un juego divertido, algo que no tenía consecuencias. Pero para mí, fue el golpe final. No porque Joel se comportara como siempre, sino porque Fernanda, mi amiga, lo permitiera. ¿Cómo podía ser tan ciega? ¿Tan insensible?
Ese fue el día en que decidí alejarme de Fernanda. Ya no podía seguir fingiendo que no me importaba. Ya no podía seguir siendo su amiga mientras ella jugaba con los sentimientos de todos como si nada. Me dolió. Me dolió más de lo que me habría dolido si se hubiera tratado de cualquier otra persona. Pero no pude quedarme a su lado. Y ella, lejos de entender mi dolor, me ignoró. Seguía con su vida, con sus bromas, con sus risas, mientras yo me desmoronaba por dentro.
La amistad de años se deshizo en cuestión de días. Y lo peor es que ni siquiera hubo una palabra de disculpas. Fernanda simplemente siguió su camino, mientras yo me quedaba atrás, con el corazón hecho trizas.
A veces pienso que lo peor que le puedes hacer a alguien es traicionarlo cuando está más vulnerable. Cuando te ha abierto su corazón, cuando te ha mostrado sus miedos, sus inseguridades. Pero Fernanda lo hizo. Ella me traicionó. Y no solo me dejó al lado, sino que se unió al mismo juego que me rompió. No pude quedarme a su lado, y aunque me dolió más de lo que imaginaba, tomar distancia fue lo único que pude hacer para seguir adelante.