Desde que tengo memoria, he sido repudiada por mi padre y por todo el imperio, señalada como "la princesa demonio", "la hija maldita", "la oscuridad entre la luz". Me acusan de intentar asesinar a mi hermana, la hija de la Diosa Mística. Incluso mi ex prometido me odia por querer acabar con su princesa. Estoy sola, y me espera una muerte miserable. En el cielo, mi madre y mi hermano, quienes murieron en un incendio cuando yo tenía 14 años, aguardan. Desearía haber muerto ese día también, pero pronto cumpliré mi sueño. Adiós, hermana. Nunca te odié. No sé por qué creen que intenté quitarte la vida, yo no fui. Cumple tu deber y salva al imperio de la guerra; esos fueron mis deseos antes de morir.
Sin embargo, para mi sorpresa, desperté nuevamente a los 14 años. Mi madre y mi hermano están vivos. No dejaré que mueran de nuevo.
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Confesión
Lila cierra los ojos y suspira profundamente.
—Bien, hermano, te voy a contar todo, pero antes quiero que me prometas algo.
—Hermana, lo que quieras, te prometo lo que quieras, pero por favor dime. —dice Alexis, muy ansioso.
—Está bien, ya está prometido. ¿Me creerías si te digo que, en otra vida, tú y mamá fallecieron en un incendio causado por Clarisa?
Alexis muestra una clara impresión, pero también una gran confusión.
—Hermana, yo te creo todo lo que me digas, pero, ¿de qué hablas? ¿Cómo que yo morí en otra vida? —dice Alexis, confundido.
Lila suspira y se dispone a seguir hablando.
—Te lo digo porque es verdad, hermano. Yo soy la verdadera hija de la diosa mística. ¿Te acuerdas de aquella noche hace unos meses, cuando me desperté muy asustada, te abracé a ti y a mamá y estaba muy feliz, diciéndoles cuánto los quería?
Alexis frunce el ceño, confundido, pero recuerda claramente esa noche. Para él, su hermana estaba rara, sobre todo porque nunca había sido tan expresiva.
—Sí, hermana, claro que recuerdo esa noche. Al día siguiente fuimos al comedor Imperial y hasta insultaste a la concubina. ¿Cómo olvidar esa noche y ese día? —dice, sonriendo para sí mismo, recordando aquel día.
—Bueno, esa noche desperté de mi muerte.
La expresión de Alexis es de pura incredulidad, sin saber si reírse o sentirse asustado.
—¿Qué dices, hermana? Si tú estás viva, yo estoy vivo, mamá está viva... ¿cómo puedes decir que despertaste de la muerte? Por favor, ¿qué te pasa? —dice Alexis, poniéndose serio.
—Ves, no vale la pena hablar contigo porque no me vas a creer. Es algo increíble... —responde Lila, frunciendo el ceño.
—Espera, espera, habla conmigo. Por favor, no me hagas caso. Yo sí te creo, hermanita —dice Alexis, dándole seguridad.
Lila suspira y continúa.
—Bueno, te voy a contar todo desde el principio. Sabes que desde mi nacimiento, Priscila fue proclamada como la hija de la diosa mística, solo porque tiene magia blanca, y dicen que yo estoy maldita por tener magia negra. Pero tengo que decirte que ella no es la verdadera hija de la diosa, yo soy la hija de la diosa mística. Tuve una vida pasada, una vida en la que tú y mamá ya habían muerto.
Un escalofrío recorre todo el cuerpo de Alexis.
—¿De qué hablas?
—Como te lo estoy diciendo, te contaré toda mi vida. Viví una vida llena de dolor y traición. Tal como ahora, yo era la prometida de Sebastián, pero Priscila nunca estuvo conforme con todo lo que tenía. Siempre quiso lo que era mío y no descansó hasta quitármelo. Logró que Sebastián y yo termináramos, y consiguió convertirse en su prometida, porque papá la amaba con todo su corazón y a mí me despreciaba. Pero a pesar de todo, nunca llegué a odiarla. De hecho, me sentía pequeña e insignificante a su lado, sentía que no era digna de ser la hermana de alguien tan puro como ella. Sufrí más de lo que te imaginas, y luego tú y mamá murieron en un incendio en la torre a la que nos habíamos mudado. Después de eso, mi vida quedó vacía. Las únicas que me acompañaron fueron Beatriz y Betania, además de la mamá de Sebastián, Cristina, quien siempre ha sido muy buena, al igual que en esta vida. Pero el odio de Priscila hacia mí nunca cesó, me quitó a mis amigas, a Cristina, a Betania y a Beatriz, las convirtió en sus doncellas. Incluso le quitó la vida a Cristina, pero nadie lo sabía. Todo el mundo pensaba que las malas cosas que sucedían en el Imperio eran culpa mía, porque me consideraban maldita. Así transcurrió mi vida, llena de golpes, fracasos y soledad.
Un buen tiempo después, llegó la boda de Priscila con Sebastián. Mi padre me dio un vestido negro, y sabes lo que significa un vestido negro en una boda: mala suerte para la pareja. No tenía opción, me obligaron a ponérmelo. En medio de la ceremonia, fui humillada, pero no todo fue malo, porque conocí al hombre que sería mi esposo.
La cara de Alexis refleja impresión. Él siente mucha rabia e impotencia por todo lo que su hermana ha pasado. El dolor es evidente en su mirada.
—Esto es demasiado, hermana. ¿Cómo pudiste aguantar tanto?
—Olvidas que soy fuerte.
—Sí, sé que eres muy fuerte, y te admiro. Te creo, hermana.
Lila sonríe, satisfecha al ver que su hermano le cree.
—Bueno, hermano, te sigo contando.
En pleno matrimonio, alguien contratado por Priscila tenía la orden de herirla con una daga en el hombro, cerca del corazón. Era obvio que era un profesional, porque si no, la hubiera matado. Se formó un gran escándalo, y todo el mundo empezó a correr de un lado a otro, porque la princesa Imperial estaba herida de muerte. Yo decidí retirarme, pero más tarde, unos guardias irrumpieron en mi habitación por órdenes de mi padre, y me acusaron de asesina. Aún recuerdo cómo esas palabras retumbaban en mi cabeza: "Asesina, asesina, asesina".
Tenía mucho miedo, pero al mismo tiempo sentía una extraña paz, porque sabía que mi fin estaba cerca.
—Y te preguntarás por qué estaba feliz de saber que iba a morir. Pues te lo digo, porque sabía que, al morir, me reencontraría contigo y con mamá. Cuando llegué al lugar, todo el mundo me llamaba asesina, y aunque mi hermana, que tenía el poder de curación, sanó su herida, ella seguía sintiéndose muy mal. Ese día recibí la peor humillación por parte de Sebastián: me escupió en la cara y me golpeó fuertemente. Y mi padre no se quedó atrás.
Ese mismo día decidieron acabar conmigo. Priscila sentía que ya me había ganado toda la vida, y que ya no había nada más que quitarme, solo mi vida. Y así lo hizo. Me ataron a un palo, como si fuera una bruja, y me incendiaron. Todo el mundo gritaba "¡Muera la maldita bruja!" Aún siento el ardor de mi piel al quemarse.
—Pero hermana, si eres la hija de la diosa, ¿por qué no te defendiste en ese momento?
—Hermano, ¿recuerdas que mi padre me selló los poderes? En esta vida, los tuve sellados todo el tiempo. Nunca pude defenderme, ni a mí ni a ustedes. Por eso no pude defenderme. Pero esta noche, cuando desperté en mi otra vida... en esta, desperté con mis poderes liberados. Es por eso que he logrado todo lo que he logrado.
—Hermana, es increíble lo que has vivido y lo que has soportado. El sufrimiento que has aguantado sola, y aún así sigues de pie, luchando.
Alexis le toma las manos y le da un beso.
—Soy fuerte por ti y por mamá, porque quiero un final feliz. Aunque tenga que luchar y vencer mil batallas, lo haré.
—Termíname de contar, por favor. Quiero saber todo.
—Como te decía, cuando por fin morí, te vi a ti y a mamá. Corrí a abrazarlas y lloré profundamente, pero ustedes no se movían. Fue entonces cuando una mujer me llamó. Y vi frente a mí a nada menos que la diosa mística, la poderosa de este imperio. Ella me habló, me consoló y me mostró en su bola de cristal todo lo que nunca pude ver: la verdadera cara de Priscila y todo lo que hizo en mi contra. Sentí un gran odio en mi corazón y deseos de vengarme por todo lo que me hizo. Vi cómo mandó a matar a Cristina, cómo su madre Clarisa y ella contrataron asesinos para matar a los tres, solo que yo me escapé y me salvé. Las odio a las dos, más de lo que te imaginas.
—¿Y a papá lo odias? —dice Alexis, apretando la mandíbula.
—Tengo resentimiento hacia él, pero no es completamente su culpa. Te explico, hermano: Clarisa lo drogaba con una poción mágica para que la amara y hiciera todo lo que ella quería. Por eso, él no tuvo libre albedrío.
—Esa maldita perra la voy a matar con mis propias manos.
—No te preocupes, hermano. Ya llegará el momento adecuado, el momento preciso para acabar con ella y con Priscila. A las dos les daremos un final muy trágico.
—Tienes razón, la venganza se sirve fría, lentamente.
—Veo que me entiendes, hermanito. Tienes toda la razón. Yo tengo el poder
el debería de pagar ante el mago por todo los pecados de la familia real