Marta trabaja en un rincón oscuro de la oficina, porque no quiere ser vista. Pero el Presidente Joel del Castillo decide sacarla a la luz, como su mujer.
El es un playboy y ella un ratón de biblioteca. Ninguno de los dos cree en el amor, pero por cuestiones prácticas el necesita esposa y ella... ella no necesita nada de él, ¡pero no consigue quitárselo de encima!
Y así, entre tiras y aflojas, se pasan la vida. Es de suponer que es la clásica historia en la que terminarán juntos pero... ¿y si no?
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Las vueltas que da la vida
Capítulo 21
—¡Amor!, ¿Dónde andas? —respondió a la llamada de su novio mientras caminaba todo lo deprisa que podía en dirección al restaurante. Llevaba diez minutos de retraso y lo sabía, por eso su chico la estaba llamando desesperado.
—Pues, ¿dónde voy a estar, mujer?. En la puerta esperando y rogando para que no nos quiten la reserva que esto está lleno. —Leonardo rodaba los ojos por el descaro de ella. Encima de llegar tarde le preguntaba donde estaba como si fuera él quien llegaba tarde. Se echó a reír al verla apurada bajando por la calle y le colgó el teléfono.
—No me juzgues —le dijo la chica nada más acercarse levantando la mano frente a ella y toda seria. Se había vuelto a perder y no daba con la ubicación. Por eso él reía tanto. Su novia podía ser la mujer más eficiente del mundo pero su sentido de la orientación era nulo.
—Anda, ven aquí. Juro que te voy a colgar un GPS del cuello. —La besaba mientras le decía esto para quitarle importancia al asunto. Se quedó extasiado mirándola, pues estaba bonita con su vestido azul y sus botas altas. El abrigo y la bufanda contrastaban perfectamente con su atuendo y era maravilloso ver la transformación que había sufrido en estos dos años.
Cuando la conoció era una chica muy tímida y anodina, siempre queriendo pasar desapercibida tras su imagen desaliñada. Usaba gafas negras que le tapaban los bellos ojos y su pelo descuidado y sobre la cara, tenía ese mismo propósito. Ocultarse. Cuando se vio expuesta por su asunto con Joel, empezó a adaptarse ligeramente a que todos la miraran y consideró dejar atrás su apocamiento que la hacía sufrir muchas veces, más que beneficiarla. Pero fue cuando huyó a España tras el escándalo con Joel y su amante cuando por fin la verdadera Marta salió a la luz para convertirse en esa mariposa brillante que es hoy.
No es que toda su personalidad se hubiese modificado. Aún era una mujer discreta y reservada y su estilo de vestir y de vivir acompañaban su carácter. Pero ya no sentía miedo a verse expuesta, dejó atrás sus ataques de pánico y aun siendo un poco tímida, era capaz de confiar más en sí misma y en los demás.
Confiaba en la vida y en todas las bondades que esta podía ofrecerle y la vista estaba. Tenía un buen trabajo, era muy apreciada en su entorno, había hecho algunos amigos nuevos y además tenía un hombre maravilloso a su lado con el que llevaba casi dos años saliendo y con el que en breve se casaría si todo sale según lo esperado. Había conseguido tener una vida hermosa y exitosa, dejando atrás todas las penas de su pasado.
Entró al local de la mano de su novio y se sentaron con sus padres a cenar. Esa noche frente a los progenitores de los dos, Leonardo hizo la pedida formal de mano entregándole un gran y hermoso anillo con un solo diamante pequeño y de tonos azules que a ella le encantó. Amaba a ese hombre como jamás quiso a nadie y él también la amaba a ella. Pronto se casarían y serían felices para toda la vida.
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—Supongo que esta noche tampoco vendrás a casa, verdad?. —La hermosa mujer se aplicaba su crema de día mientras miraba al hombre que se vestía con su traje ejecutivo y no le ponía atención, ni la miraba. Hacía tiempo que lo que él sentía por ella había desaparecido completamente cuando entendió por fin, con quién se había casado.
El que tanto escoge con lo peor se queda, le había recordado su madre hacía poco en una de las pocas visitas que le había hecho en esos dos años de matrimonio con Jenna. La relación con sus padres e incluso con sus hermanos, había empeorado gracias a ella, al punto de que casi no los veía durante meses. Al principio penso que era todo por culpa de ellos y de su incapacidad para aceptar a la que era su esposa.
Hasta que un día escuchó a Jenna hablando con otras dos mujeres, supuestas amigas de ella, y ahí se enteró de algunas de las maldades que ella se encargaba de ejecutar contra su familia y sus amigos. Ella contaba como se había encargado de separarlo de todos sus allegados porque era la mejor manera de tenerlo “cogido por los huevos”, palabras textuales de ella. Al aislarlo no tenía quien le diera un buen consejo y se había convertido en alguien fácilmente manipulable para ella.
Esto lo había oído hacía pocos días y aunque ya su matrimonio llevaba mucho tiempo a la deriva, para Joell fue la gota que colmó el vaso. Antes de eso estaba descontento porque realmente Jenna no era para nada lo que él creía. La imagen de mujer dulce, encantadora y buena persona, no se sostuvo durante mucho tiempo. Cuando el carácter de una persona es totalmente opuesto a eso y solo se finge ser lo que no se es, todo sale a la luz en especial cuando hay convivencia día a día.
Había visto cómo trataba a sus empleados de toda la vida y algunos incluso se habían marchado. Su ama de llaves la odiaba y no lo escondía siquiera, solo que Jenna nunca consiguió que la despidiera pues esa mujer llevaba allí casi desde que se mudo a vivir solo y era una estupenda empleada. Era despectiva con todo el mundo. En su empresa lo hacía quedar mal cada vez que iba y no eran ni una vez ni dos las que le había dejado en ridículo, bebiendo de mas en publico y portándose como una loca, o armando pifostios en plena calle si se negaba a dejarle más dinero, que por cierto estaba de tal manera que tuvo que acotar la tarjeta o lo iba dejar en la ruina. Era un pozo sin fondo.
Por si fuera poco, se enteró de que había estado coqueteando con algunos de sus conocidos, y no sabía aún, pero ya había mandado a investigar si lo había traicionado de nuevo, cosa que sospechaba que si había pasado. No solo eso. Su investigador le había preguntado sin darle detalles por una serie de visitas que hizo su mujer a una clínica de obstetricia, por si él tenía conocimiento de que ella estuviera intentando quedarse embarazada o ya lo estuviera.
Él no tenía ni idea de en qué momento Jenna había acudido a una cita médica de ese tipo. Al principio estuvieron un tiempo intentando ser padres pero en este momento a él ya no le parecía y de hecho no tenían relaciones desde hace meses. Él no sentía ningún deseo por ella y pensar que quizá había estado con otros le producía una sensación de profundo rechazo. ¡Vaya usted a saber si le podría pegar algo!. Él no le había sido infiel en todo ese tiempo en primer lugar porque la amaba o eso creyó y en segundo lugar porque no iba a cometer el mismo error que antes, de romper un compromiso adquirido incluso aunque las cosas estuvieran tan mal como lo estaban entre ellos dos. Aprendió bien la lección.
—No me esperes despierta. Tengo trabajo —respondió a la mujer después de un rato y de mala gana. No sabía porqué se molestaba en pedirle explicaciones.
—Ya no eres el dueño y señor de la Gorgona, ¿y me dices que te vas a trabajar?¿De verdad me crees estupida? —reclamó ella con indignación.
—No preguntes si no quieres que te dé la respuesta a eso —refrendó él con toda la ironía.
Efectivamente, iba a trabajar porque estaba en negociaciones con algunos altos funcionarios del gobierno, buscando apoyos para poner en marcha un proyecto totalmente nuevo e independiente de los negocios familiares de los que ya no era parte. El no era un hombre que pudiera estar eternamente ocioso y tenía mil ideas de negocio que poner en marcha.
Sabía que este proyecto funcionaría y sería verdaderamente rentable y ya llevaba mese ocupado en buscar fábricas y proveedores de materiales de calidad y fiables, haciendo el proyecto completo, buscando el equipo de apoyo y la sede, etc. Pero de todo esto, su esposa nada sabía por qué a él no le apetecía contarle nada. Aparte de que conociéndola querría meter baza probablemente terminara jodiéndole el invento. Decidió que en boca cerrada no entran moscas.
Las noches que pasaba fuera de su mansión lo hacía en una habitación de hotel que tenía rentada desde hacía años, antes por cuestiones de comodidad pues si bebía mucho con clientes le resultaba fácil pasar allí la borrachera. Era un hotel céntrico. Ahora iba aunque no estuviera bebido solo para esquivar el lecho conyugal, donde a veces se sentía acosado por Jenna que era insaciable. Él ya no quería tocarla. Tampoco la quería cerca. Solo debía aguantar un poquito más para sacársela de encima.