Patricia Silva una abogada intachable, decide llevar un caso que le puede traer problema en su vida, ¿qué pasará con esta abogada? les invito a leer la historia.
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Capitulo 24
Todos culminaron sus horas laborables, y se disponían a regresar a sus hogares. Albín, al llegar, encontró a su mamá tomando té, en la terraza. Con una gran inseguridad decidió hablar con ella de Patricia.
Se acomodó en una silla, pidió un café e instalo una conversación de trabajo, hasta que se sintió seguro de hablar de la abogada.
— Mamá, ¿por qué no le has dicho a Víctor, que va a ser padre?
— Baja la voz, te pueden escuchar. —dijo en un susurro.
— Me extraña que te prestes para semejante locura, conoces a Víctor, nunca te va a perdonar.
— ¿Crees que me siento bien? Un momento, si tú lo sabes y no le has dicho nada, entonces también lo está traicionando. —justificó la señora.
— Tú eres su madre.
— Y tú, su hermano y confidente. Le di un plazo a Patricia, si no voy a tener que hablar con él, antes que nazca mi nieto.
— Víctor está sufriendo mucho, no merece esto.
— Él cometió un error, no tengo que decirte cuál fue porque lo sabes perfectamente. — aclaró la señora.
— Mamá, te veo luego. Adiós.
Albín se retiró del lugar, dejando a la señora pensativa. Lo que ellos no imaginaron, es que alguien escuchó toda su conversación, una persona con mucho interés en el tema.
——
Patricia se encontraba en casa de sus papás, su nana le preparó algo rico para comer. Todos en el hogar estaban felices con el embarazo de ella, habían comprado muchas cosas para el bebé. La abogada y Mayra se estaban recreando en el jardín, platicaban de los Torres y de las acciones que ella había adquirido.
— Me alegro por ti, pero no creo que todo esto te hagas sentir feliz. — expresó, Mayra.
— Claro que me hace feliz, estoy acabando con los negocios de Víctor.
— Yo lo único que veo es que estás acabando con el hombre que amas y con el papá de tu hijo.
Ella se quedó pensando, su amiga tenía razón, pero era una forma de vergüenza de él, y no empezaba a retroceder.
——
Víctor, agobiado, aburrido y sin ganas de hablar con nadie, se encerró en el despacho, Carla lo voy a entrar y decidió ir a dónde él. Le tocaba detrás de la puerta, se negaba abrir, pero después de tantas insistencias, abrió la mala gana.
— ¿Qué demonio quieres?—preguntó él, dándole la espalda.
— Víctor, ¿por qué no lo volvemos a intentar? Yo te amo.
— Deja de humillarte más, ¿por qué no firmas los papeles del divorcio y te largas?
— Jamás voy a firmar esos malditos papeles, tengo la esperanza de que vas a recapacitar y volveremos a ser felices.
— ¿Me vas a dar un hijo? No, ¿verdad? Entonces, ¿para qué seguir con esta falsa?
— Yo te amo. — expresó triste.
— En los últimos meses, he entendido que el amor no es suficiente; si fuera así, yo no estaría aquí.
Carla lo miró desilusionada y con ganas de vergüenza. Se fue, pero lo maldijo una y veces.
Siguiente día
Patricia se despertó emocionada, no solo porque iba a ir a la agencia Torres, sino también porque quería ver las caras de todos. La empleada de servicio le sirvió un jugo de naranja, su favorito con el embarazo, después decidió irse.
Al llegar a la agencia, el encargado de seguridad que le había llamado rogona unos meses atrás, se encontraba en la entrada.
— Buen día. —dijo ella, con amabilidad.
— ¿Qué hace usted aquí? — preguntó sin educación.
— ¿Me puedes ceder el paso, por favor?
— No voy a perder mi trabajo. —dijo él, molesto.
— ¿Sabes qué? Traté de ser amable, pero definitivamente, lidiar con bufón, no es lo mío. Muévete, es más, ¿qué crees? Estás despedido.
En ese momento llegó Albín, quien se percató de la situación e inmediatamente se acercó a ellos.
— ¿Qué está pasando?
— Este señor, está despedido, que entre por sus prestaciones laborales.
— Pero señor, ella tiene prohibida la entrada. —explicó asustado.
— Escuchó a la Lic. Pasa por recursos humanos.
Albín y Patricia entraron al lugar, él caminaba a su lado como todo un caballero, acción que hizo que los empleados presentes miraran confundidos. La llevo directamente a la sala de juntas, le pidió que permaneciera ahí hasta que todos estén reunidos.
— ¿Necesitas algo, Paty? ¿Te puedo decir, Paty?— ambos sonrieron.
— Estoy bien, gracias, y sí, me puedes llamar Paty.
Había pasado media hora, todos los ejecutivos estaban presentes, el único que aún no hacía acto de presencia era Víctor. Se abrió la puerta, y todos dirigieron su atención a la persona que entraba.
— Perdón por el retraso. —dijo Víctor, mirando a la abogada fijamente.
— Buen día, señor Torres. — expresó ella, con una sonrisa.
Todos saludaron.
— Señores, podemos empezar, pero antes tengo que presentar a la nueva socia de la agencia. La Lic. Patricia Silva.
Todos le dieron la bienvenida, al parecer estaban de acuerdo, excepto Víctor.
La reunión siguió su curso normal, había nuevas estrategias para el desarrollo de la agencia, nuevas condiciones y un cambio de tecnologías. Víctor permaneció callado durante todo el tiempo, solamente se limitó a escuchar la propuesta de la abogada.
Al terminar la reunión fue el primero en salir de prisa, obviamente muy molesto. Albín le seguía los pasos.
— Detente, por favor.— dijo Albín.
— Tenemos que hablar, vamos a mi oficina.
— Entes de que empieces con tus preguntas, lo que hice fue lo mejor.
— Lo mejor, ¿para quién?, maldición. Eres mi hermano, ¿cómo pudiste hacerme esto?
— No tenía otra opción, entiendes.— dijo Albín.
— Déjame solo, ahora todos los días la voy a ver embarazada de otro. — expresó molesto.
— Las cosas son así, habla con ella.
— Albín, no tienes idea de cómo me siento, sal de aquí. —dijo frustrado.
Patricia estaba parada en la recepción y vio a Albín salir de la oficina de Víctor, e inmediatamente fue a visitarlo.
— Víctor, ¿parece que no te agrada mi presencia?—habló al entrar.
— La verdad, no, ¿por qué lo hiciste?, evidentemente lo hace para molestarme.
— Bueno, tiene razón, lo hice para ver esa cara, que tiene justamente ahora.
— Te felicito.
— Además, estoy aquí representando a una personita, que le pertenece esta agencia.
— ¿No te entiendo, a qué te refieres?—preguntó él con curiosidad.
— Ya lo sabrá en su momento, ahora te dejo, y bájale a ese coraje, te puede dar un infarto. —dijo con burla.
Ella dio media vuelta para salir, pero él la detuvo.