Comenzando Amar

Narra Arie

Hoy todo estaba perfecto. El sol brillaba con fuerza y, a pesar de las tensiones del pasado, todo se sentía ligero. Había comenzado mi jornada con una sonrisa, algo que no hacía tanto me resultaba casi imposible. Andy me había mostrado una felicidad tan genuina, tan pura, que no pude evitar sentirme agradecida por todo lo que compartíamos. Sabía que, finalmente, estábamos en el lugar correcto el uno para el otro.

Desde que era pequeña, había soñado con una historia de amor como la que vivía ahora, aunque nunca imaginé que llegaría de una forma tan intensa y tan llena de emociones. No solo me hacía sentir querida, sino que me cuidaba de una forma en la que nadie lo había hecho antes. Y yo, felizmente, lo amaba con todo mi ser.

En la cocina del restaurante, todo el mundo ya sabía que nuestra relación era oficial. El ambiente era diferente; las miradas de apoyo eran constantes, y a veces, incluso sentía que me sonrojaba de tanto cariño. Pero había algo que no podía dejar de preocuparme: Evelin.

A pesar de todo lo que había pasado, no podía dejar de sentir que ella no iba a dejarme en paz. Algo me decía que no se rendiría fácilmente, y lo peor de todo, era que no entendía hasta dónde podía llegar. Lo había visto con mis propios ojos, cómo Andy había sido manipulable por ella en el pasado. Pero, por fin, él me había elegido a mí, y yo no iba a dejar que nadie destruyera lo que teníamos.

Esa tarde, mientras trabajaba en la cocina, la puerta del restaurante se abrió de golpe y entró Evelin. Su mirada estaba fija en Andy desde el momento en que cruzó el umbral. Sentí como una ola de tensión recorría la habitación.

—¿Andy? —dijo con su tono frío y calculador.

Andy dejó de cortar los vegetales y la miró con una calma inquebrantable.

—¿Qué quieres, Evelin? —preguntó, sin moverse.

—Necesito hablar contigo —dijo, y no parecía dispuesta a moverse de ahí hasta que lo hiciera.

—Lo que quieras decir, lo dirás frente a Arie —respondió él, sin dudar. Evelin frunció el ceño al ver que Andy ya no estaba dispuesto a ceder.

Arie… mi corazón dio un vuelco al escuchar mi nombre en su boca, pero, al mismo tiempo, me sentí orgullosa de él. Andy no iba a dejar que nadie nos separara.

—¿De verdad? ¿Sigues dejándote manipular por esta? —dijo Evelin, con un tono de desprecio. Me sentí herida, pero traté de mantener la calma. No iba a dejar que su actitud me afectara.

Andy se acercó a mí, colocándome una mano en la espalda, como un gesto protector, y me miró con una sonrisa llena de seguridad. 

—Si quieres hablar sobre la custodia de Charlotte, lo haremos de manera legal. No tengo ningún problema. Y ya sabes, Evelin, defiendo a Arie y a nuestra relación sin importar lo que intentes. —Andy fue claro, con la mirada firme, demostrando que estaba dispuesto a ir hasta el final.

El ambiente se volvió aún más tenso. Evelin, aunque no lo mostraba, sabía que había perdido terreno. Era como si no estuviera acostumbrada a que Andy le respondiera de esa manera. Ella, con su aire arrogante, trató de mantenerse firme, pero algo en su expresión cambió.

—No te equivoques, Andy. Si insistes en seguir con ella, te llevaré a juicio. Te demandaré por abandono. —Su voz era baja, pero su amenaza estaba clara.

Andy no se movió ni un centímetro. Me miró, dándome a entender que todo lo que había pasado entre nosotros ya no podía ser destruido por nadie.

—Haz lo que quieras. Si quieres pelear por la custodia, que sea en un tribunal, pero ya no me manipulas más. Esto es lo que quiero, y no me voy a dejar intimidar. —Su voz fue firme, sin titubear ni un segundo.

Evelin no podía hacer nada más. Sabía que, de alguna manera, había perdido el control. Se quedó un momento en silencio, observándonos a los dos, como si estuviera procesando lo que acababa de ocurrir. No dijo ni una palabra más, simplemente dio media vuelta y salió del restaurante, dejando el aire pesado a su paso.

Mi pecho se llenó de una satisfacción extraña, pero era la primera vez que sentía que las cosas iban a salir bien para nosotros. Andy me sonrió, y no pude evitar devolverle la sonrisa con algo de nerviosismo.

—¿Lo viste? —dijo con una risa contenida—. Evelin pensó que podía ganar, pero me olvidé de decirle que ya no soy el mismo tonto de antes.

Lo miré con cariño, el amor brotando en mi corazón. Estaba feliz, tan feliz de saber que finalmente éramos un equipo, que juntos podríamos superar cualquier obstáculo. Y no importaba lo que Evelin hiciera, porque nada, absolutamente nada, iba a destruir lo que Andy y yo teníamos.

Me abrazó fuerte, y en ese momento, supe que todo lo que había pasado, todo lo que habíamos vivido, valía la pena. Estaba segura de que el futuro que estábamos construyendo juntos sería mucho mejor que cualquier cosa que hubiéramos imaginado antes.

[...]

Narra Andy.

No había pasado ni una hora desde que Evelin salió del restaurante y ya estaba marcándole a Andrés, mi primo y abogado de confianza. Sabía que Evelin no hablaba en vano y que, si había soltado la amenaza de llevarme a juicio, era porque realmente estaba dispuesta a hacerlo. Y yo no iba a quedarme de brazos cruzados esperando a que me complicara la vida.

Andrés contestó al segundo timbrazo.

—Dime que no metiste la pata otra vez —soltó sin siquiera saludar.

Rodé los ojos y me dejé caer en el sofá de mi apartamento, con Arie en la cocina preparando café.

—Depende de qué pata estemos hablando —respondí con mi tono relajado.

—Andy… —suspiró con paciencia—. ¿Qué hizo Evelin ahora?

—Amenazó con demandarme por abandono de Charlotte si sigo con Arie.

Hubo un breve silencio antes de que Andrés soltara una carcajada seca.

—¿Evelin hablando de abandono? Esa mujer tiene la lógica de una piedra.

Yo también solté una risa, porque tenía razón.

—Lo sé, pero necesito que me digas cómo está el asunto legalmente.

—Bueno, para empezar, Evelin está en desventaja —dijo con ese tono serio que usaba cuando hablaba de leyes—. No tiene estabilidad económica ni una pareja estable al menos no sabemos si sigue con el fulano aquel. Eso pesa mucho en un juicio. Un juez siempre busca el mejor ambiente para la niña, y tú tienes un negocio propio, un hogar bien establecido y, además, una relación seria con Arie.

No pude evitar sonreír al escuchar su última frase. Una relación seria con Arie. Me encantaba cómo sonaba eso.

—Además —continuó Andrés—, Charlotte solo tiene dos años. En casos como este, lo más común es que la custodia la tenga la madre, a menos que haya razones de peso para que el padre la obtenga. Y si estuvieras casado con Arie…

Me enderecé de golpe.

—¿Qué tiene que ver que me case con Arie?

Andrés resopló como si estuviera explicando algo demasiado obvio.

—Si estuvieras casado con Arie, podrías demostrar que Charlotte crecería en un hogar estable, con una figura materna presente. Eso le daría más puntos a tu favor en la batalla por la custodia.

Tragué saliva. No era que no quisiera casarme con Arie, porque, si dependiera de mí, ya le habría pedido que fuera mi esposa. Pero casarnos por una estrategia legal… no me terminaba de convencer.

—Tranquilo, primo. No te estoy diciendo que vayas corriendo a comprar un anillo —rió al notar mi silencio—. Solo te explico cómo funciona esto. Igual, si Evelin realmente te lleva a juicio, con la información que tengo, podríamos pelear para que tengas más tiempo con la niña sin necesidad de casarte.

Asentí, aunque él no podía verme.

—Está bien, confío en ti.

—Y hazme un favor —añadió con un tono más relajado—. No dejes que Evelin meta veneno en tu relación con Arie. Te conozco, Andy. No hagas estupideces por sentirte culpable por Charlotte.

—No te preocupes, primo —sonreí, mirando hacia la cocina donde Arie seguía preparando café sin darse cuenta de que hablaba de ella—. Arie es mi prioridad.

Colgué la llamada con una sensación extraña en el pecho. Sabía que la batalla con Evelin apenas estaba comenzando, pero tenía algo claro: no iba a permitir que nada ni nadie se interpusiera entre Arie y yo.