Eros y Lyra descubren que están unidos por el lazo más poderoso: son compañeros destinados. Sin embargo, las heridas del pasado convierten ese vínculo en una lucha constante para Lyra, quien intenta resistirse a lo inevitable. Pero el llamado del destino es más fuerte, y poco a poco, la atracción entre ambos comienza a derribar las barreras que los separan.
La cercanía se intensifica cuando Eros y Lyra emprenden un viaje en busca de respuestas sobre los inquietantes cambios que ella experimenta. En el camino, descubrirán que el mundo está tejido de secretos oscuros: brujas que juegan con el destino, vampiros que ocultan verdades prohibidas y Doppelgängers que amenazan con cambiarlo todo.
Te invito a caminar bajo la misma luna con Eros y Lyra en busca de respuestas.
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Capítulo 23
Eros
Dejé a Lyra hace un momento en el comedor. Quería desayunar con ella, pero los deberes me lo impidieron.
Al llegar al despacho, me encuentro con el guerrero al que le había asignado la vigilancia del vampiro.
—Murió, alfa —suelta de golpe, y la rabia me hace arrasar con todo lo que había sobre el escritorio.
—¿Cómo demonios pasó eso? —pregunto con voz grave y autoritaria, clavando mi mirada en él.
—Lo había intentado un par de veces —responde con firmeza, aunque noto la tensión en su mandíbula—. Antes llegué a tiempo para impedirlo, pero… me descuidé un momento en el cambio de turno. Cuando fuimos a revisar, ya se había arrancado el corazón.
«Lo había intentado un par de veces» la hipnosis.
—Retírate y dile al Beta Joey que venga de inmediato —ordené con firmeza.
Un par de minutos después, Joey entró al despacho.
—¿Hablaste con el alfa de Luna Roja? —pregunté, y él asintió.
—Estas son las imágenes de la chica —dijo, acercándose con unos documentos en la mano—. Es cierto… es idéntica a Lyra.
Tomé las fotos, y una punzada me atravesó el pecho al ver el increíble parecido. Era como si fueran gemelas perfectas.
—Es vampiro —soltó Joey, y levanté la vista hacia él, incrédulo.
—¿Qué? —pregunté atónito.
—Así como lo oyes. Estaba buscando algo. No saben exactamente qué, pero cuando la descubrieron, se dieron cuenta de lo que era. Un vampiro —explicó con seriedad.
—¿Qué más te dijeron? —presioné, mi voz más grave de lo habitual.
—Solicitaron una reunión. El alfa quiere hablar contigo. Dijo que podría ser en su manada, porque hay cosas allá que podrían ayudarnos…
—¿Ayudarnos en qué? —mi ceño se frunció aún más.
Joey bajó la voz, casi en un murmullo.
—No lo sé, no lo dijo.
.......
—¿Es confiable ese alfa? —pregunta Jules cuando termino de hablar.
—Sé que ahora mismo no estamos en posición de confiar en nadie, pero confío en el alfa Cedrit. Ha sido amigo de mi padre durante muchos años —respondo con firmeza.
—Si tú confías en él, está bien —me dice mi compañera—. Además, mencionó que tenían algo que podría ayudarnos, ¿no?
—Sí, pero no estoy seguro de qué pueda ser —replico, pensativo.
—Podría ser el libro —sugiere Lyra en voz baja.
—Puede ser… pero no lo creo. Su manada no es lo bastante antigua como para guardar algo tan viejo.
—O tal vez sepa dónde está —puntualiza mi compañera
—Eso tiene más sentido — apoya Ayla.
—¿Desde cuándo estás de parte de Lyra? —pregunta Lizzie con desdén, arqueando una ceja.
—Oye, yo no soy la villana aquí —se defiende Ayla, cruzándose de brazos.
—Eso es lo que no sabemos —responde Lizzie con frialdad—. Aun así, te estaré vigilando de cerca.
Ayla solo rueda los ojos, harta de la acusación.
—Yo iré con ustedes. Necesito hablar con el idiota de mi compañero —dice Ayla, y aunque su voz carga resentimiento, también se percibe un dejo de tristeza.
—Nosotras también vamos —se adelantan Lizzie y Jules al unísono.
—Entonces nos vamos todos —interviene Joey, ganándose mi mirada fulminante y una ceja arqueada.
—Oye, no quiero perderme la diversión —añade con descaro.
—Esto no tiene nada de divertido —respondo irritado.
—Igual iremos —dice él, encogiéndose de hombros.
Al final, mis ojos buscan a Lyra. Ella simplemente se encoge de hombros, como si aceptara que no hay forma de detenerlos.
La discusión se apagó poco a poco y cada uno fue saliendo del despacho. El murmullo de pasos se fue perdiendo por el pasillo hasta que, finalmente, quedamos solos.
Lyra seguía allí, con los brazos cruzados sobre el pecho y esa expresión que mezclaba obstinación con un rastro de cansancio. Me quedé mirándola un instante más de lo debido; ella siempre tenía ese efecto en mí, como si el tiempo se detuviera cuando estaba cerca.
—¿Por qué me miras así? —preguntó en voz baja, evitando mis ojos.
—No puedo evitarlo —respondí, con sinceridad.
Me acerqué lentamente. No quería que pensara que intentaba imponérmele, aunque cada fibra de mi ser gritaba lo contrario.
—Me siento bien ahora que todos saben lo nuestro —continué, mi voz grave, contenida—. Sé que tus barreras siguen ahí… no como antes, pero aún las mantienes. No me importa lo que tenga que hacer, Lyra. Sé que lograré derribarlas por completo.
Estaba tan cerca de ella que mi aliento rozó su piel. Sentí cómo se estremecía.
—Aunque no lo creas, yo también me siento aliviada de que todo saliera a la luz —confesó con la respiración entrecortada—. Ya no sabía cómo seguir ocultándolo.
Ese simple reconocimiento encendió algo dentro de mí. El olor de su excitación se coló en mis sentidos, intenso, envolvente, obligándome a luchar contra mis propios instintos.
Tuve que recurrir a todo mi autocontrol para no reclamarla en ese mismo instante. Mis colmillos dolían de la contención, mi lobo rugía enloquecido.
—Contrólate… —susurré con voz ronca, como si hablara tanto a ella como a mí mismo.
El silencio que siguió estuvo cargado de deseo contenido, una cuerda tensada a punto de romperse.
El silencio se hizo insoportable. La cuerda invisible que nos unía tiraba con fuerza, pero ambos resistimos.
Lyra levantó la mirada y nuestros ojos se encontraron. Estuve a un suspiro de besarla, de reclamar lo que ya era mío… pero me detuve.
Mi frente rozó la suya, y respiré su aroma como si fuera mi único oxígeno. Ella no retrocedió; al contrario, se aferró a mi camisa, temblando bajo mi toque.
—Eres mi perdición, Lyra —murmuré contra sus labios, tan cerca que podía sentir su calor sin llegar a probarlo.
Mi necesidad de ella me esta dejando al borde de la locura y se que ella lo percibe, Lyra vuelve a mirarme y ahí todo mi autocontrol se fue al demonio. Fue suficiente.
La sujeté por la cintura, acercándola contra mí, y en un suspiro de rendición nuestros labios se encontraron.
El beso fue desesperado, cargado de todo lo que habíamos estado conteniendo: rabia, deseo, miedo, necesidad. Su piel ardía bajo mis manos y su respiración se mezclaba con la mía.
Por un instante, nada más existió. Solo nosotros, y el vínculo latiendo con fuerza, como un fuego que nos consumía desde dentro.
Lyra pasa sus manos alrededor de mi cuello, profundizando el beso. Mis manos se aferran aún más a su cintura, atrayéndola contra mí, hasta que un pequeño gemido escapa de sus labios. Ese sonido me sacude por completo, arrastrándome directo al borde del abismo.
Mi control se resquebraja. Estoy a un segundo de perderme en ella, de dejar que el vínculo me domine por completo…
—Alfa, necesitamos hablar de inmediato —la voz de Joey irrumpe tras la puerta, golpeando la realidad como un balde de agua helada.
Con un esfuerzo casi inhumano, me obligo a apartarme. Mi respiración está agitada, mis colmillos presionan por salir, y mi lobo ruge dentro de mí, enfurecido por detener lo inevitable.
Lyra baja la mirada, sus mejillas encendidas son el reflejo perfecto de lo que ambos estuvimos a punto de desatar.