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capitulo 23 Más vergüenzas.
—¡Ehitan! —lo llamé mientras salía disparada del jardín con una idea loca.
El nene dejó lo que estaba haciendo y me siguió sin preguntar, como si yo fuera el hada madrina del entretenimiento.
—Tengo una propuesta.
—¿Vamos a hacer volar ranas otra vez?
—No… ¡vamos a hacer un pastel!
Sus ojos brillaron como si le hubiera dicho que íbamos a conquistar un reino de golosinas.
Se que suena infantil, pero mi madre nunca nos dejaba probar a mis hermanas y Ami cuando éramos niñas . Haci que ahora puedo comerlo.
—¿Un pastel? ¡Sí, sí, sí! ¿Qué es eso?
—Te voy a mostrar. Pero antes, oficialmente... —me agaché a su altura— seré tu niñera.
—¿Mi qué?
—Tu niñera. Bueno, acá se dice “doncella personal”, pero suena más aburrido. Así que... soy tu niñera real de ahora en adelante. ¿Aceptás?
—Acepto si hacemos pastel todos los días.
—Trato hecho.
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Minutos después estábamos en la cocina del ducado. Sí, la cocina real.
Rodeada de ingredientes que no sabía ni pronunciar. Pero yo tenía una misión: hacer reír a Ehitan… y de paso no explotar nada.
—A ver, echá harina acá —le dije.
Ehitan, obediente y eufórico, volcó medio saco de harina sobre la mesa.
Una nube blanca nos envolvió al instante.
—¡No veo nada! ¡Estoy ciegooo! —gritó, agitando los brazos.
—¡Soldado caído! ¡Replegá tu cuchara! —respondí, riendo como loca.
Batíamos huevos sin cáscara, bueno… casi sin cáscara.
Tirábamos azúcar a ojo.
El chocolate se nos derritió en la cara, literalmente.
Estábamos cubiertos de harina, con el delantal mal puesto, y una mezcla de pastel que parecía una escena del crimen dulce.
Y en medio de todo eso… sucedió.
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Desde la entrada de la cocina, el Archiduque Félix, el príncipe heredero Adriek y el segundo príncipe observaban la escena.
Ninguno dijo nada al principio.
Dahiana estaba ahí, con el cabello despeinado, la cara manchada, y una sonrisa tan amplia que parecía iluminar la cocina entera.
Ehitan reía con la panza. Se abrazaban, se empujaban con crema en la nariz.
Era un caos adorable.
Y algo en el aire se rompió.
Félix frunció el ceño apenas, como si no supiera si regañarla o… sonreír.
Adriek, serio como siempre, inclinó apenas la cabeza, curioso.
No la conocía bien, pero esa chica no era como las demás.
Tenía energía.
Vida.
El segundo príncipe, se cruzó de brazos.
Sus ojos no se despegaban de ella.
Y, por primera vez, sintió un conflicto interno.
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—Esto es un desastre —susurró Félix, más para sí mismo que para los demás.
—Pero un desastre... interesante —respondió el segundo principe con una sonrisa que era rara en él.
—¿Y esa es tu doncella personal? —preguntó el principe Adriek con voz baja, casi incómoda.
—Sí —dijo Félix, mirando fijamente la escena.
Y por dentro, algo se le desacomodó en el pecho.
No sabía si era molestia.
O ternura.
O el principio de un sentimiento que no había planeado.
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—¡DAHIANA! —gritó Ehitan, tirándole harina de nuevo.
—¡¡SOY LA NIÑERA, RESPETÁ MI RANGO!!
Risas. Caos. Felicidad pura.
Y tres hombres mirándola como si, sin querer, hubiera cambiado el aire del ducado con solo existir.