Gia es una hermosa mujer que se casó muy enamorada e ilusionada pero descubrió que su cuento de hadas no era más que un terrible infierno. Roberto quien pensó que era su principe azul resultó ser un marido obsesivo y brutal maltratador. Y un día se arma de valor y con la ayuda de su mejor amiga logra escapar.
NovelToon tiene autorización de Alvarez para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Capítulo 9 – Detalles que sanan
La luz del sol ya bañaba las paredes del departamento cuando Gia abrió los ojos. De golpe con una inhalación profunda como si respirara por primera vez, le costó unos segundos ubicarse, pero luego de calmarse, observó la habitación con cuidado. Noa ya no estaba. Las paredes claras y cortinas blancas, no tenía la pesadez de su antigua casa. No había puertas cerradas con llave. Aquí no había pasos en la alfombra. No había gritos, ni amenazas, y mucho menos golpes.
Solo silencio… y una tibia sensación de seguridad.
Se incorporó lentamente. El sueño había sido agitado, pero lo último que recordaba era el abrazo de Noa, su voz baja diciéndole que estaba a salvo y que durmiera tranquila. Había llorado en sus brazos como una niña rota, y él no la juzgó. Solo la sostuvo.
Pero que vergüenza Gia, ese hombre pensara que eres una loca que invadió su casa murmuró, apenas audible
—Me disculpare en lo que baje.
Se levanto y camino al baño, frotó los ojos, se miró en el espejo, se cepillo los dientes y se recogió el cabello en un moño improvisado y salió al pasillo. El departamento estaba en calma. Noa no estaba.
Bajo las escaleras apreciando todo a su alrededor. Al llegar a la cocina, lo primero que vio fue la mesa. Y allí, cubierto con cuidado, sobre un plato de cerámica blanca, estaba un desayuno preparado con detalle: huevos revueltos con jamón y tocino , tostadas crujientes, rodajas de tomate y aguacate con sal y aceite de oliva. A un lado, un vaso de jugo de naranja, cubierto con una servilleta.
Al lado de todo eso había una nota escrita a mano.
"Supuse que después de la mala noche te despertarías tarde. Tampoco quería molestarte. Y para que conozcas algo de mí, te cuento que soy muy buen cocinero.
Espero que te guste el desayuno.
No me esperes despierta. Llegaré muy tarde.
Noa"
Gia se quedó unos segundos en silencio, con la nota entre los dedos. La letra era firme, algo inclinada hacia la derecha. No había una firma formal. Solo “Noa”. Tan sencillo como él.
Sintió un nudo en la garganta. Sus ojos se cristalizaron por un momento, ese gesto… es simple gesto que nunca nadie había tenido ese gesto con ella, le conmovió el corazón.
Después de años en los que cada palabra amable venía con una amenaza escondida, recibir algo sin condiciones era como caminar descalza sobre tierra nueva. Pero en un momento se quedó pensando en que Noa no la presionaba, no la interrogaba, no exigía nada. Solo era educado, respetuoso.
Se sentó y probó un bocado. Cerró los ojos.
—Está delicioso —murmuró para sí misma y sonrió.
Y entonces lo supo: él estaba marcando la diferencia sin siquiera intentarlo.
Ese hombre, ese desconocido que se cruzó en su camino por azar, estaba empezando a enseñarle, sin palabras, que existía otra forma de vivir.
Al terminar de desayunar, levanto todo, limpio, se paso la mañana conociendo el departamento, entro al estudio y se paseo mirando los libros y fotografías que posaban en los muebles, tomo una en la que estaba
Noa junto con una chica muy linda supuso que seria Rocío, su hermana mayor porque tenían los mismos ojos.
Mientras estaba perdida en sus pensamientos, recibió una llamada a su celular, el único nombre que podría a parecer era Maleni, era el único número que tenía registrado.
—Gia, amiga, buenos días. ¿Cuéntame cómo estás? —hablo la voz de una mujer desde el otro lado de la línea.
—¡Maleni! Buenos días, estoy bien, puedes estar tranquila. Solo…
—¿Solo qué? ¿Tienes algún problema? Dime —la voz de Maleni se estaba empezando a alterar
—Tranquila, no te alteres, es solo que ayer llego el señor Noa Bianchi, el hermano de tu amiga. Y me dio el susto de mi vida.
—¿Qué? ¿Noa?, pero Rocío me dijo que estaba fuera de la ciudad y que tardaría mucho en regresar. ¿Te trato mal? ¿Te corrió del departamento?
—No, no tranquila, al contrario, me trato bien y con mucho respeto, me ofreció que me quedara, que estuviera tranquila porque el no pasaba mucho tiempo aquí, así que seria como si estuviera sola.
—No lo conozco en persona, pero si es como Rocío debe ser una persona muy agradable. Rocío es un amor, cuando la conozcas te va a caer muy bien.
—Me imagino que si, si con dejarme quedar aquí en su casa sin conocerme, ya es una bendición. Pero… ¿Le habrá contado a su hermano mi situación?
—No tranquila, ella si lo sabe, pero es muy discreta.
Gia soltó un respiro y dio gracias, no quería que nadie se enterar de su historia y su situación.
—Bueno amiga, tengo que regresar al trabajo, por favor cuídate, te estaré llamando a diario, y si necesitas algo no dudes en llamarme.
—Gracias amiga, te quiero mucho y te extrañe muchísimo.
—Yo también Gia, no sabes cuanto, pero ya no hablemos de eso, ya paso. Espero ir a visitarte muy pronto. Adiós.
—Adiós —dijo y colgó.