Alma Rota

La tomé en mis brazos y la llevé hasta la cama, recostándola con delicadeza sobre las sábanas. Mientras continuaba besando sus labios, mis manos se deslizaron bajo su camisón, explorando con suavidad las curvas de su cuerpo.

Sentí cómo su cuerpo respondía a cada una de mis caricias, y una sonrisa se dibujó en mi rostro. —Eres hermosa, me fascinas, mujer.

Continué con mis caricias, despojándola de sus prendas. Era la primera vez que la veía así, y la espera había valido la pena. Ella, con movimientos torpes, pero llenos de ternura, también me ayudó a quitar mi pijama.

—Sé gentil, por favor— susurró entre jadeos.

No entendí por qué me pedía algo así; sin embargo, deseaba complacerla, siendo lo más cuidadoso posible. Cuando me preparé para unirnos, sentí su estrechez, y mis ojos se abrieron con asombro. —¿Esta es tu primera vez?— pregunté.

Alma asintió, y sus mejillas se encendieron, viéndose adorable. En ese instante, la culpa me invadió. Todo el tiempo la había tratado mal, acusándola de ser una mujer fácil, cuando en realidad era pura.

—Podemos detenernos si quieres, no quiero forzarte a nada— dije con sinceridad.

Ella negó con la cabeza, abrazándose con fuerza a mi cuello. —Quiero que sigas, deseo que me hagas tuya— susurró. La pasión en su voz despertó de nuevo mi deseo.

Lo que sucedió después fue el momento más sublime de mi vida. Alma se entregó a mí con una mezcla de pasión y ternura. Lo demás, lo dejo a tu imaginación.

Nos quedamos dormidos hasta tarde. Cuando desperté, sentí su frágil cuerpo acurrucado contra el mío. Su aroma impregnado en mi piel y el recuerdo de nuestra noche invadieron mis sentidos. Alma era una cajita de sorpresas maravillosas, y ese sentimiento de culpa volvió, haciéndome sentir el más ruin de los hombres.

—Buenos días— su suave voz atrajo mi atención desviando la mirada hacia ella.

—Buenos días, hermosa— respondí, besando su frente con ternura.

—¿En qué piensas?— preguntó con una sonrisa nerviosa.

—En lo ruin que fui contigo todo este tiempo, no debí tratarte mal.

—Las cosas pudieron ser peores, así que ya no pienses en eso y mejor salgamos a desayunar; muero de hambre.

El brillo en los ojos de Alma había vuelto a aparecer y eso era lo que más miserable me hacía sentir.

La noche que pase junto a Lorenzo fue espectacular, nada que ver con la primera vez que fui suya en mi vida pasada, aquella noche fue espantosa aún siento el dolor y la humillación de ese entonces y el odio, el rencor que sentí por él vuelven a crecer dentro de mí. Me estoy volviendo loca día a día lucho con estas dos vidas tan diferentes que me ha tocado vivir, a veces quiero que él también pague por todo el daño que me hizo en mi vida anterior, pero los momentos especiales que hemos compartido últimamente me hacen dudar de continuar con mi venganza en su contra. Sé que cuando volví a la vida jure que lucharía por su amor; sin embargo, los recuerdos me estaban matando. Cómo olvidar las veces que me humilló, las veces que suplique que se detuviera, las veces que le pedí su confianza.

Hace una semana empezamos nuestra vida como una pareja real, él es muy detallista y atento, pero me da miedo que el hombre que era en la vida pasada regresé y terminé lastimándome de nuevo.

La imagen frente a mí reflejaba a una mujer partida en dos, una que muere por salir y vengarse de todos y la otra que solo quiere disfrutar del amor que le ofrece el hombre que ama. Esa mujer frente al espejo es un alma rota que no termino de reconocer.

—Daría todo mi dinero por saber qué piensas— la suave voz de Lorenzo me trajo de golpe a la realidad, sacándome de mis profundos y dolorosos recuerdos.

—No vale tanto lo que pienso— le respondí con una sonrisa que no llegó a mis ojos.

—No digas eso. Eres muy valiosa. Para mí, eres mi mundo entero.

Este Lorenzo no era el mismo de mi vida anterior, pero yo tampoco lo era. Y ahí estaba de nuevo la sombra de la duda y el rencor, intentando tomar posesión de mis pensamientos y desatar una batalla interna por el control de mis actos. El corazón me latía con fuerza, dividida entre el amor que sentía por él ahora y el odio que aún me consumía por el pasado.

—¿Irás hoy a la empresa?— pregunté, buscando desesperadamente un tema de conversación que me ayudara a controlar la tormenta de emociones que se agitaba en mi interior.

—Sí, tengo mucho trabajo. Aunque lo que más quiero es quedarme todo el día contigo, disfrutando del sol en el jardín.

—Puedo acompañarte a la empresa. Me aburro aquí como una ostra— dije, intentando sonar ligera y despreocupada.

—Por supuesto que puedes ir conmigo. Así te mantengo vigilada— bromeó, regalándome esa sonrisa que tanto amaba.

 Por un momento, su encanto hizo que olvidara mi pasado y la furia que intentaba dominarme.

Fui rápidamente a cambiarme. Como novia del presidente de la empresa, no podía presentarme con ropa de casa. Escogí un vestido sencillo, pero elegante, y me miré al espejo. El reflejo era el de una mujer partida en dos: una que anhelaba venganza y la otra que solo quería disfrutar del amor que Lorenzo le ofrecía. Sentí que ya no me reconocía. Esta mujer era un alma rota, atrapada entre dos vidas, dos realidades, dos amores y dos odios.

Cuando volví, él ya estaba vestido. Me tendió la mano y la tomé. Su calor me transmitió una paz que no sentía desde hacía mucho tiempo. Mientras íbamos en el auto, el silencio era cómodo. De vez en cuando, me miraba de reojo y me sonreía. Era un gesto tan simple, pero me hacía dudar de todo. ¿Podía realmente un hombre cambiar tanto? ¿Podía yo dejar ir el pasado y perdonar? El camino hacia la empresa no fue solo un trayecto físico; fue un viaje dentro de mí misma, un viaje lleno de preguntas sin respuesta.

Al llegar, la diferencia era abrumadora. Todos nos saludaban con respeto, y la oficina de Lorenzo era un santuario de poder y orden. Él se sentó en su escritorio, y yo me acomodé en un sofá, observándolo. Su concentración, la forma en que manejaba cada llamada y cada documento, era la de un líder nato. Era el mismo hombre de mi vida anterior, pero al mismo tiempo era completamente diferente. La seguridad y la confianza que emanaban de él eran las mismas, pero ahora las usaba para construir un futuro, no para pisotear a los demás.

Me di cuenta de que mi venganza no era solo contra él, sino contra la memoria de lo que me había hecho. No sabía si sería capaz de dejar ir ese dolor, si merecía la pena arriesgar el amor que sentía ahora por el rencor del pasado. La batalla seguía, y no sabía si algún día encontraría la paz.