Santiago es el director ejecutivo de su propia empresa. Un ceo frío y calculador.
Alva es una joven que siempre ha tenido todo en la vida, el amor de sus padre, estatus y riquezas es a lo que Santiago considera hija de papi.
Que ocurrirá cuando las circunstancias los llevan a casarse por un contrato de dos años,por azares del destino se ven en un enredo de odio, amor, y obsesión. Dos personas totalmente distintas unidos por un mismo fin.
⚠️ esta novela no es para todo publico tiene escenas +18 explícitas, lenguaje inapropiado si no es de tu agrado solo pasa de largo.
NovelToon tiene autorización de Frida Escobar para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Cana desastrosa.
—¿Sabes cocinar?
Me pregunta adentrándose en la cocina.
—Postres, ¿quieres?
—No me gusta lo dulce.
—Ok.
Le digo mordiendo una galleta, y las demás las pongo en un traste mientras paso a su lado rumbo a la salida.
—¿A dónde vas?
—Cuando venía vi a unos niños jugando a un costado, les regalaré las galletas, porque hice muchas.
—¿Alguien dijo galletas?
Dice Jacobo entrando y agarrando lo que tengo en las manos, llevándolas de vuelta a la cocina.
Se lleva una a la boca y levanta el pulgar.
—Qué ricas están, cuñada.
—Qué bueno que te gustaron.
—¿Qué haces aquí?
Le dice Santiago, y él se sirve leche en un vaso mientras pasa las galletas.
—Pasé a verlos. Cuñada, ¿te molesta si me las llevo?
—No, adelante, es mucho para mí.
—Ah, sí, Santiago de pequeño casi le da un coma por tanta azúcar.
Dice agarrando el tupper, y lo sigo a la salida.
—Nada más porque mi abuela te apartó para Santiago, si no, haríamos muy buena pareja.
Me dice y lo miro sorprendida por lo que acaba de decir.
La puerta se cierra y cuando me doy vuelta, tengo a Santiago de frente, parece que lo hiciera a propósito.
—¿Te gusta Jacobo?
—No.
Le digo, y me toma de la mandíbula.
—Aún así fuera, con quien te casaste fue conmigo.
—Ese no sería el problema, ya que no me interesa nadie más.
—¿Así?
Me dice con voz ronca, y solo asiento hipnotizada por su mirada.
Esta vez es él quien da el beso. Meto mis dedos en su cabello y él me pega a su cuerpo. Estoy tan perdida en el beso que no sé cuándo llegamos a la cocina, porque siento la meseta en mi espalda.
De un momento a otro soy levantada y sentada ahí. Él se mete entre mis piernas y un escalofrío me recorre al sentir sus manos recorrerlas.
Se adentra y el sonido de la puerta principal abriéndose nos hace separarnos. Me bajo acomodándome la ropa, y él camina a la puerta de la cocina, pero esta se abre dejando entrar a Jacobo con bolsas en las manos.
—Espero que no les moleste, entré porque la puerta estaba sin seguro.
—¿Y solo por eso entraste?
Dice Santiago, y los dos me miran porque aún sigo en shock.
—A mí no me molesta.
—A mí sí.
Vuelve a hablar Santiago y Jacobo lo ignora, poniendo las bolsas en la meseta.
—Qué bueno, cuñada; eso me alegra. Como me invitaste el postre, yo traje comida para preparar.
Dice y empieza a sacar ingredientes. La puerta queda medio entreabierta cuando Santiago sale de la cocina y lo veo sentarse en la sala, donde pone un maletín en la mesa de centro, saca una carpeta seguida de otra y un bolígrafo.
—Cierra la boca porque estás babeando las cosas.
Dice Jacobo y regreso la vista a las cosas que trajo.
—¿Sabes cocinar?
Le pregunto mientras él saca ollas y sartenes.
—Haremos una receta que vi, una mujer con la que salía la preparaba, pero la dejé y hoy le llamé para que me diera la receta y me bloqueó. Así que la busqué en YouTube.
Me río con las cosas que dice, prende la flama y pone la olla.
—Pica esto.
Me dice dejando verduras. Las lavo y empiezo a picar. Mi celular suena y suspiro al ver el nombre de mi padre.
—Ya es tarde y no llegas.
—Padre, mañana llegaríamos, así que mejor los espero aquí.
—Los tres días los retomaremos. Si ellos no respetan, nosotros tampoco.
—Estoy cocinando, no podré ir y no puedo seguir faltando a la universidad.
—Pero si ni faltaste, por lo que sé, seguiste yendo.
—¿Me estás vigilando?
—Solo estoy al pendiente por tu bien.
—Los veo mañana aquí, descansen. Salúdame a mi madre.
Termino la llamada y vuelve a llamarme, pero pongo mi celular en modo avión.
—Qué suegro tan difícil.
Dice Jacobo y sigo picando. Me recargo en la meseta y recuerdos de lo que pasó hace un rato me hacen sonrojar.
La flama se intensifica y sin querer me corto el dedo con el cuchillo.
Jacobo le echa agua a la olla y la flama se levanta más.
—Imbécil, ¿quieres quemar mi casa o qué mierda te pasa?
Llega Santiago molesto y yo meto mi dedo en la boca.
Jacobo agarra su celular y pone YouTube.
—Estaba seguro que así era la receta.
Dice mientras Santiago apaga la flama y deja la olla en el lavaplatos.
—¿Te quemé?
Me dice Jacobo cuando me ve sosteniendo el dedo.
—No, solo me corté.
Santiago lo hace a un lado y me agarra llevándome a la sala donde me sienta. Se aleja y cuando regresa trae una caja en sus manos, sostiene mi mano, pone alcohol en mi dedo y por último una curita.
—Los padres de Alva dirán que la tengo de sirvienta.
Dice y Jacobo me ve preocupado.
—Lo siento, princesita.
Lo miro mal y él me sonríe.
—Hay que ordenar de cenar.
Se levantan a ordenar y Santiago regresa a lo que estaba, concentrado y se ve más apuesto.
Las hojas que tiene muestran cantidades grandes, con el bolígrafo firma algunas y las guarda en la carpeta al lado.
—En 30 minutos traen la comida. Por cierto, ordené en el restaurante de los padres de Patricio, me gusta ese lugar, ¿a ti no?
—Sí, hacen comida muy rica.
Santiago me ve de reojo y mi celular suena con un mensaje de Patricio.
—El hermano de Santiago ordenó comida a la dirección de la casa de Santiago. ¿Estás ahí? ¿Ya no te fuiste? Hoy no te vi en la escuela.
—Sí, aquí estoy.
Solo eso respondo.
—Alva, ¿y tus amigas? Ya no las he visto.
—En su casa, supongo. Como cambié de carrera, igual ya casi no las veo.
—¿Cómo que cambiaste de carrera?
Me pregunta Santiago serio.
—¿Qué estudiabas?
Me dice Jacobo y siento la mirada de los dos sobre mí.
—Estudiaba contabilidad y me cambié a medicina.
—¡Wao!
Dice Jacobo, y Santiago sigue en lo suyo.
—¿Tu padre te quitó el apoyo económico? ¿Por eso te cambiaste? Por lo que sé, hay mucha diferencia de dinero entre ambas carreras.
Santiago vuelve a levantar la vista esperando que responda, pero el timbre suena y me levanto a abrir.
—Como supe que era tuyo, pedí que le dieran prioridad y vine personalmente.
Me dice Patricio y le sonrío, rogando que Santiago no lo escuche.