El Aura De La Luna

Después de la pelea con Elizabeth, Ivonne pasó lo que quedaba del día evadiendo a Jarlen. Y, obviamente, él lo notó. Incluso después de que limpiaran la entrada tras la pelea, y luego de que Claus pasara a buscar a Violeta, Ivonne se mantuvo distante, intentando contener el mar de emociones que ocultaba tras aquella discusión.

Al anochecer, después de un merecido baño caliente, Ivonne se sentó en el borde de la cama mirando por la ventana hacia el bosque. Las sombras de la noche se extendían entre los árboles, y el ulular del viento parecía susurrar sus dudas más profundas. Los últimos días se había permitido el atrevimiento de pensar que estaba a salvo, que nada podía tocarla al menos durante el día. Pero ahora tenía este nuevo obstáculo.

Elizabeth no le parecía del todo una amenaza, pero sus palabras se habían instalado como espinas en su mente. Apenas había decidido tener algo con Jarlen... ¿cómo podía siquiera pensar en ser la líder de una manada? Ni siquiera habían tenido una cita normal, sexo o cualquier otra cosa que implicara una relación mas profunda. Aún le era difícil entender lo que sentía por él. Había una atracción que iba más allá de lo físico, pero también una conexión que le asustaba. ¿Era realmente el lazo lo que la empujaba hacia él, o había algo más?

Además, estaba su independencia. Toda su vida había luchado por ella, por tomar decisiones sin depender de nadie. ¿Era justo para ella dejar que un vínculo la obligara a pertenecer a alguien, aunque ese alguien la tratara con ternura? Había construido muros alrededor de su corazón, protegiendo su libertad con uñas y dientes. Estaba acostumbrada a caminar sola, sin rendirle cuentas a nadie, y ahora se sentía atrapada entre lo que quería y lo que temía perder.

El silencio de la habitación se rompió con el crujido suave de la puerta. Las manos cálidas de Jarlen la sacaron de sus pensamientos. Cuando levantó ligeramente la mirada, se encontró con sus profundos ojos negros. Estaba arrodillado frente a ella. No se había dado cuenta de cuándo había llegado, pero justo al verlo se permitió suspirar, como si todo su pesar saliera con aquel aliento contenido. Él la abrazó por la cintura, apoyando su rostro en una de sus piernas mientras ella le acariciaba por encima de su acostumbrada camisa blanca.

—Lo siento —susurró Jarlen, su voz baja y sincera—. No te dije nada sobre eso porque no quería agobiarte.

Ivonne sintió cómo su pecho se apretaba ante aquella confesión. Jarlen siempre parecía tan fuerte, tan seguro... pero ahora lo veía vulnerable. Levantó la mano y le acarició el cabello con ternura.

—No quería hablarte sobre eso por los problemas con tu padre y tus nuevos poderes. Temía que fuera demasiado.

—Lo entiendo... pero no debería vivir aquí sin saber nada —sus dedos temblorosos tocaron las mejillas de Jarlen con delicadeza, obligándolo a mirarla a los ojos—. ¿Sabes? Siempre me pregunté qué buscabas en ese pequeño pueblo... y ahora escucho a Elizabeth decir que buscabas a alguien que ocupara el puesto de líder a tu lado, y eso..

—La buscaba porque no tenía aún a mi alma gemela —Jarlen tomó las manos de Ivonne entre las suyas—. Para los hombres lobo es normal encontrarla entre los dieciocho y veintiún años, pero yo me pasé unos cuantos años más... y en esa clase de situaciones, lo mejor es pensar que nunca llegará.

El corazón de Ivonne se encogió. Miró sus manos entrelazadas, notando la fuerza contenida en sus dedos. ¿Cuántos años había pasado él esperando? ¿Cuántas veces había sentido esa soledad que ella conocía tan bien?

—¿A esa chica... le pasó igual? ¿Ella no encontró a su alma gemela? —preguntó con suavidad, temiendo la respuesta.

Jarlen la miró con ternura.

—Sí... ella nunca encontró a su alma gemela, y dudo que la busque. —Sus ojos se oscurecieron con determinación—. Pero yo, aunque los años pasaron, nunca dejé de buscar. Se suponía que debía casarme con ella en cuanto tuviera edad, pero lo retrasé y comencé a buscar.

El silencio pesado se instaló entre ambos. Ivonne tragó saliva, sintiendo un nudo formarse en su garganta.

—Yo... admito que no buscaba nada —una pequeña risa temblorosa escapó de sus labios—. Pero te encontré. Y quiero conocerte a ti y todo lo que implica ser tú. No sé si es parte del lazo que nos une, pero en serio quiero conocer a Jarlen Blade Darkwolf.

Los labios de Jarlen se curvaron apenas en una sonrisa suave, como si aquellas palabras fueran lo único que necesitaba escuchar. La abrazó con más fuerza, hundiendo su rostro en su regazo. Ivonne dejó caer su frente sobre su cabeza, dejando que sus dedos se deslizaran por su cabello con una ternura que no se había permitido hasta ahora.

—Te encontré —susurró ella, como si intentara convencerse a sí misma de que, a pesar de todo, merecían esa oportunidad.

El silencio entre ambos se prolongó hasta que él finalmente lo rompió con voz baja, pero firme.

—He notado que hiciste un trato... —sus ojos oscuros la escrutaron—. Rosa, el espíritu que luchó con Elizabeth... ¿es ella, cierto?

Ivonne alzo las cejas sin saber exactamente como explicarle quien era ella. Sus dedos se apretaron contra la manta, pero no se molestó en negar lo evidente.

—Sí... —su voz apenas fue un susurro—. La conocí hace... ayer... y bueno...

La sonrisa que se dibujó en el rostro de Jarlen tenía ese deje travieso, como si la hubiera atrapado en algo que ella misma no terminaba de entender. A pesar de la tensión, sus manos se deslizaron con suavidad por la curva de su espalda, trazando caricias lentas que la hicieron relajarse entre sus brazos.

—No tienes que explicarme si no quieres... —murmuró —. Solo quería asegurarme de que estés bien. Pero... para los lobos no es algo muy agradable.

Ivonne frunció ligeramente el ceño, bajando la mirada.

—¿Por qué? ¿Qué tienen los lobos contra los espíritus?

Jarlen tardó unos segundos en responder, como si sopesara sus palabras. Su tono se volvió más suave, casi como si temiera asustarla.

—Los lobos... no solemos relacionarnos con los espíritus —dijo con voz suave tratando de no preocupar a Ivonne—. Algunos dicen que son mensajeros de mala fortuna, otros creen que son almas atrapadas entre mundos. Pero la mayoría de los hombres lobo les teme. Dicen que si abres la puerta a uno... podrías atraer a otros.

—No solemos relacionarnos con ellos... —sus ojos se quedaron fijos en algún punto en la habitación—.  Decidimos tener una relación de respeto mutuo aunque distante. Algunos dicen que son mensajeros de mala fortuna, otros creen que son almas atrapadas entre mundos que quieren llevarse a los vivos... son los cuentos de terror para los niños. Pero la mayoría les teme porque abrir la puerta a uno... puede atraer a otros.

—Qué clase de cuentos son esos?

La curiosidad en la voz de Ivonne hizo que Jarlen soltara un ligero suspiro.

—Dicen que desde la primera Luna, los lobos reyes de los bosques fueron guardianes entre la vida y la muerte. Se cuenta que en tiempos antiguos, los espíritus caminaban libremente entre los vivos, susurrando secretos a quienes quisieran escucharlos. Los lobos, deseoso de poder prestaron sus oídos a los no vivos.

Pero no todos los secretos debían ser escuchados.

Una noche sin Luna, un espíritu cruzó la frontera entre los mundos y ofreció poder a cambio de un vínculo eterno. El lobo que aceptó, cegado por la promesa, perdió su alma y se convirtió en un espectro errante, condenado a arrastrarse entre sombras. Desde entonces, los Antiguos decretaron que ningún lobo debía relacionarse con los espíritus, pues abrirles la puerta era invitar la desgracia.

Ivonne sintió un escalofrío recorrer su espalda.

—Supongo que mis poderes serán un problema.

La sonrisa de Jarlen se ensanchó con esa calma paciente que parecía envolverlo siempre.

—Tal vez... —sus dedos se entrelazaron con los de ella—. Pero Terra dijo que es parte de tu naturaleza... y yo confío en ti. No me asusta lo que puedas ver, solo lo que puedas perder en el camino.

La noche los envolvió. Él amaba estar entre sus brazos y ella se sentía segura en los de él. No pasó mucho tiempo para que ambos se acomodaran en la cama, recostándose y llenándose de caricias, pequeñas risas que luego acompañaban con besos. Ambos se sentían en la cima de un mundo que solo ellos podían entender.

—Y... algo más que necesite saber, Alfa —dijo Ivonne con un tono juguetón, con la cabeza apoyada en su pecho—. ¿Alguna tradición oculta que tenga que conocer?

Jarlen sonrió mientras la abrazaba por la espalda.

—Bueno... ya que estamos, supongo que podría hablarte del proceso de "formalizar una relación".

Hizo comillas con los dedos, y la curiosidad brilló en los ojos de Ivonne. Se giró para quedar frente a él.

—¿De qué se trata?

—Es un proceso muy íntimo... en el que el hombre lobo y su pareja se muerden el cuello mutuamente para marcarse. En el proceso, deben beber la sangre del otro. El marcaje no solo simboliza pertenencia... es algo más profundo. Une sus almas, fortaleciendo el vínculo que ya existe. Ninguno de los dos podrá sentir deseo por alguien más después de eso... pero también pueden sentir las emociones del otro con mayor intensidad.

Ivonne frunció el ceño, su mente procesando aquella información.

—Eso suena doloroso.

—En realidad no lo es... —Jarlen la miró con una intensidad que le erizó la piel. Sus pupilas se dilataron y su voz se volvió más grave—. Es... excitante. El dolor solo dura unos segundos, pero el placer... es casi adictivo.

El corazón de Ivonne se aceleró. El aire pareció volverse más denso. No entendía por qué su cuerpo reaccionaba de aquella manera con solo una mirada, pero lo sentía... la atracción magnética, el fuego que ardía entre ellos.

—¿C...cómo funciona? —susurró, sintiendo cómo su respiración se entrecortaba.

—Normalmente pasa... mientras la pareja está teniendo sexo. Pero no solo se trata de deseo. Se trata de confianza... de entregarse por completo.

Ivonne cerró los ojos, perdiéndose en el calor de su aliento. Por primera vez, se permitió imaginar cómo sería entregarse por completo... no solo a Jarlen, sino al vínculo que los unía.

—Tal vez... algún día —susurró ella.

Jarlen sonrió contra sus labios.

—Te esperaré todo el tiempo que necesites, Ivonne.