La Profecía Escarlata: El Despertar De La Magia

REY GEORGE

Vi la decepción dibujada en el rostro de mi pequeña, verla irse junto a Fergus y sus hermanos me hirió aún más de lo que pude esperar, tan pequeña y ya ha tenido que pasar lo más duro que te enseña la vida.

Cuando su caballo desapareció en la oscuridad, volví dentro al ruidoso salón, decía ahogar mis penas y quitar este amargo sabor de la boca. Un rey debe estar fuerte para su gente, pero antes debe derrumbarse para aprender a ser más fuerte. Suena tonto, lo sé, pero así me enseñó mi padre y el padre de mi padre.

Caminé por el pasillo yendo a mi asiento cuando dos mujeres se metieron en mi camino. Sus manos recorrían mi pecho, metiéndose en mis ropas, acariciando mi cuerpo con sus asquerosas manos. 

Tomé ambas muñecas y las empuje lejos de mí. Ya había tenido suficiente diversión con la rubia, necesitaba estar solo, no se confundan las mujeres, me encantan y mi esposa jamás tuvo problemas con que estuviera con otras, porque sabía lo que implicaba ser un rey. Pero cada vez que cierro los ojos, ese rostro viene a mi mente.

Me desplomé en mi asiento en el medio de una gran mesa. Mis hijos mayores disfrutaban del alcohol y de unas bellezas que jugueteaban entre sus piernas con todo su cuerpo al aire libre, dejando que todos las toquen eran desagradables.

Una joven que podría ser mi hija se me acercó de manera tan sexi que podría hacer que cualquier hombre caiga a sus pies. Se sentó en la mesa frente a mí, colocando sus bellas piernas cerca de mi entrepierna mientras mordía sus labios. Sus pies acariciaban mi muslo subiendo y bajando. Seguí su esbelta figura hasta dar con su rostro. La miré, fijó mientras jugaba con mis dedos, legando a tocar el anillo en mi anular un anillo que mi esposa me había dado. 

—Te haré olvidarla si me lo permites — se subió en mis piernas y comenzó a lamer y morder mi oreja mientras susurraba esas palabras

La ira me consumió. Tomé a la niña de la muñeca y la lance lejos mío, haciendo que caiga sobre su trasero y lágrimas de dolor salieran de sus ojos

—¡NO TE ATREVAS A MENCIONAR A MI ESPOSA CON TU SUCIA BOCA RAMERA! — Mi ira crecía, iba a acercar a darle una golpisa por atreverse a mencionarla, pero lo peor fue el pensar que su asqueroso cuerpo me haría olvidarla.

Roan rápidamente se interpuso entre la niña y yo. Con su mano en mi pecho trato de llamar mi atención para que dejara de ver a la joven con ganas de asesinarla. Con lágrimas en los ojos, se arrodilló con ambas manos pegadas al suelo, suplicando por su vida. 

—hey amigo mío, entiendo tu dolor, pero la joven no tiene la culpa, ella solo vino a hacer su trabajo — Roan me llevaba de nuevo a mi silla, alentando a los demás a volver al su bullicio, dejando de lado mi estado.

—Sácala de mi vista— volví a sentarme en la gran silla. Roan me entregó una jarra de vino. Se sentó junto a mí y chocando nuestros vasos.

—Tienes que calmarte, amigo mío, he peleado a tu lado durante años y daría mi vida por ti, eres como un hermano, y por eso me atrevo a decirte que debes parar— Roan, en verdad, sonaba preocupado por mi.

—Solo sírveme vino, dejemos que el alcohol limpie mi herida— bebimos vino hasta el amanecer, nuestros cuerpos procesan en alcohol tan rápido que no llegamos a embriagarnos o, por lo menos, no lo suficiente.

Los hombres a nuestro alrededor estaban ebrios, tirados sobre sus propios vómitos y otros desechos. Me levanté de mi silla cansado de ver cómo los sobrios cogían con las golfas pasándolas de uno a otro como sacos de patatas. Roan aún me seguía por detrás. 

—¿Por qué no vas con tu esposa? De seguro estará ansiosa de verte— me volteé para verlo reírse en mi cara, haciendo que yo también me riera de él.

—Sí, bueno, lo dudo.— Roan tocó mi hombro y yo, el suyo. Mis hijos aparecieron abrazados a varias jóvenes. Me di la vuelta para subir las escaleras, pero Remiro habló deteniendo mi marcha.

—Padre, ¿a dónde vas? Ven a festejar— sonaba ebrio, algo más que me decepcionaba de él.

—¿Festejar?, ¿qué hay que festejar? —Volví a bajar los escalones que había subido acercándome a el que rápidamente se puso recto.

—Dime, Remiro, que festejamos primero, la muerte de tu madre, tu falta de poder, tus engaños, o el hecho de que tu ceremonia de sangre quedó maldita tras la muerte de tu madre— todos quedaron en silencio

—¿Maldito?— Félix preguntó

—Sí, que su madre muriera el día de su onomástico y, más siendo su ceremonia, solo deja en claro que él está maldito, dudo mucho que el consejo de sabios y el pueblo lo acepten como rey si asume el trono— frote mi cara con frustración y cansancio

Ninguno dijo nada, pero era evidente en el rostro de Remiro que no entendía nada.

—Pero, yo completé la ceremonia—. Sonaba como un niño malcriado.

—Tu ceremonia quedó manchada por la sangre de un inocente, el bebe, pero también por la sangre de una poderosa bruja que también llevaba sangre real— hasta Tirón, el más normal de mis hijos, sabía bien las costumbres.  

—¿podemos remediarlo?— incrédulo

—Lo lamento, hermano, la sangre se derramó y no hay manera de revivirlos— Remiro cerró sus puños

—¿y ahora quien será el heredero al trono?— podía ver la tristeza, la frustración y el enojo dibujado en sus orbes violetas dibujados en su rostro

—Y tú pretendías ser rey, deberías aprender más de tus hermanos y hermana, que pasan parte de su día aprendiendo nuestras costumbres y rituales, no solo es aprender el Calimera es todo lo que viene con él — estaba cansado de verlo a la cara, así que me di media vuelta y subí las escaleras.