Minji, una joven de la era moderna, luchó sola para alcanzar sus sueños, a menudo en un camino lleno de sacrificios y soledad. A los 33 años, un giro inesperado la lleva a perder su vida, solo para reencarnar en un mundo de novela romántica como Azusa, una niña que es el centro de amor y cuidado, de sus padres, algo que Minji nunca conoció. Ahora, rodeada de lo que siempre soñó, ¿será capaz de adaptarse a esta nueva vida o se dejará consumir por la trama que la rodea? Un futuro incierto se abre ante ella, y, con su peculiar forma de ser, Azusa podría reescribir la historia de una manera inesperada.
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Capítulo 23
Capítulo 23
Me levanté temprano, como siempre, disfrutando de la calma de la mañana. Al bajar, ya encontré a mis padres más tranquilos, como si el enfado de la noche anterior no hubiera existido. Había algo curioso en su comportamiento, como si ni ellos mismos supieran por qué habían discutido. No importaba en ese momento. Agradecí a mi madre por el desayuno, pero me sorprendió cuando ella, algo desconcertada, me dijo que no me había regalado ningún libro. Menos aún conocía a la autora. No entendí nada. Miré a mi padre, pero él solo negó con la cabeza, eso fuera completamente raro... Pero ya encontraré quién me había regalado el libro para agradecerle.
Tras el desayuno, decidí salir a disfrutar del día. La ciudad me esperaba, y el mercado, con su bullicio y colores, era el primer lugar donde me dirigí. Estaba de buen humor, mi novela favorita estaba firmada por la autora misteriosa, y pensaba que, si tenía suerte, podría conseguir más ingredientes frescos para preparar algo delicioso. Me sentía inspirada, y ese desayuno francés que quería hacer para mis amigos del restaurante sería perfecto.
A medida que caminaba por el mercado, una sensación extraña se apoderó de mí. Alguien me estaba observando. No pude evitar la inquietud. De pronto, Sir Bastián apareció a mi lado y me dio la razón. Aceleramos el paso, sabiendo que no era momento de quedarnos allí.
Al llegar al restaurante, Isabela me regañó con cariño, porque hacía días que no iba. Aunque no me encargaba directamente de la comida que servían, siempre me aseguraba de ayudar en todo lo que podía. Me tomaba muy en serio mi trabajo. Preparé un desayuno espectacular, uno que había planeado en mi cabeza y que quería compartir con todos. Ellos lo probaron y quedaron encantados. Mi jefe de cocina me dijo que cuando estaba allí y preparaba el desayuno, el día comenzaba diferente, más alegre. Me alegró escuchar eso.
Como siempre, cuando cocinaba algo nuevo, lo proponía como una opción innovadora en el menú. A los valientes que se atrevieran a probarlo, se les permitiría devolverlo si no les gustaba. Este nuevo desayuno tenía ese fin. Era la primera vez que lo preparaba, y quería ver qué opinaban.
Sin embargo, el ambiente que hasta entonces había sido perfecto cambió en un instante cuando Leopoldo llegó corriendo.
—¡Tenemos un invitado especial! — me dijo, sin disimular su nerviosismo.
Lo miré, confundida.
—¿Todos nuestros comensales no son especiales? — le respondí.
—No, este es realmente otra cosa—, me contestó. Lo miré con más dudas.
—¿Quién es? — pregunté, sin poder evitarlo.
—Es el maestro de la torre—, dijo con una expresión seria. —Y viene con una señorita. —
Mis ojos se abrieron de par en par. El mago... ¡No! No quería enfrentarme a él. ¿Por qué ahora? Pero Leopoldo no me dio tiempo para protestar.
—Ve, haz lo tuyo—, insistió, con un tono que no dejaba lugar a dudas.
—¡No, sabes que le tengo mucho miedo! —, respondí.
—Es hora de que los enfrentes—, dijo, empujándome hacia la sala.
Me sentí mareada, como si el estómago me fuera a dar un vuelco. Corrí hacia la cocina, pero justo cuando estaba a punto de entrar, miré a Jarek.
—Tú... ni lo pienses—, me dijo, un poco alarmado.
Resignada, miré a Isabela y la vi mirar hacia otro lado.
—No me mires—, dijo con una risa nerviosa. —No soy buena atendiendo a gente. —
Así que salí, con la mejor cara que pude poner, hacia la mesa donde el mago me esperaba. Ahí estaba, sentado con su misteriosa acompañante, Evelin. No podía dejar de pensar en lo incómoda que me sentía cerca de ella. Parecía tan vacía, como si no tuviera reacciones genuinas. No me caía bien, no podía evitarlo.
—Buenos días, queridos clientes. ¿En qué puedo ayudarlos? —, dije con un tono educado, a pesar de mi ansiedad.
El mago me miró fijamente a los ojos, como siempre, haciendo que me sintiera un nudo en el estómago. —¿Qué nos recomiendas? —, preguntó, con esa voz que siempre tenía un aire autoritario.
Me tomé un respiro. —Tengo un desayuno especial para parejas, muy completo y delicioso. —
Antes de que pudiera continuar, el mago me interrumpió. —No me gusta—, dijo con desdén. —No somos pareja, no quiero algo raro. —
Evelin, que apenas hablaba, por fin pronunció una palabra. —Larius, deberíamos compartir ese desayuno—, sugirió, con una voz casi vacía, pero esta vez noté algo de molestia en sus ojos. —Pobre, no incomodes a la empleada. —
Su actitud me incomodó aún más. No me esperaba ese tono tan despectivo de ella, pero me contenía mi profesionalismo y la presencia del mago, sino ya le habría dicho unas cuantas cosas. Aun así, me limité a sonreír y continuar.
El mago me miró de nuevo. —¿Qué es eso que están sirviendo en aquella mesa? —, preguntó, señalando el desayuno que había preparado para el resto.
—Eso es un nuevo desayuno que inventé hoy—, expliqué. —La premisa de los platos nuevos es que si no le gusta al cliente, puede devolverlo y pedir algo diferente. —
El mago me miró sorprendido. —¿Eso generaría pérdidas? —
—Solo si lo devuelven, pero eso nunca ha pasado—, respondí, sonriendo con confianza.
—¿Quiere arriesgarse, señor? — pregunté.
—Sí, tráele el desayuno de pareja a la señorita y a mí ese nuevo desayuno—, ordenó el mago.
Evelin, que había estado mirando sin expresión, por fin reaccionó. —Cambiaré mi orden—, dijo. —Tráeme uno de esos también. —
—Como manden, mis queridos clientes—, respondí, con una ligera sonrisa nerviosa. —Enseguida regreso. —
Salí rápidamente hacia la cocina, preparando la orden. Pero algo me decía que este día no sería tan sencillo como el resto. Algo en el aire había cambiado, y no sabía si sería bueno o malo...