La ciudad despierta alarmada y aterrada con un horrendo triple crimen y Fiorella descubre, con espanto, que es una mujer lobo, pensándose, entonces en un ser cruel y sanguinario, lo que la sume en desesperación y pavor. Empieza, por ende, su agonía, imaginándose una alimaña maligna y quizás la única de su especie en el mundo. Fiorella es acosada por la policía y cazadores de lobos que intentan dar con ella, iniciándose toda de suerte de peripecias, con muchas dosis de acción y suspenso. Ella se enamora, perdidamente, de un humano, un periodista que tiene la misión de su canal de noticias en dar con la mujer lobo, sin imaginar que es la muchacha a quien ama, también, con locura y vehemencia. Fiorella ya había tenido anteriores decepciones con otros hombres, debido a que es una fiera y no puede controlar la furia que lleva adentro, provocándoles graves heridas. Con la aparición de otras mujeres lobo, Fiorella intentará salvar su vida caótica llena de peligros y no solo evadir a los cazadores sino evitar ser asesinada. Romance, acción, peligros, suspenso y mucha intriga se suceden en esta apasionante novela, "Mujer lobo" que acaparará la atención de los lectores. Una novela audaz, intrépida, muy real, donde se conjuga, amor, mucho romance, decepción, miedo, asesinatos, crímenes y mafias para que el lector se mantenga en vilo de principio a fin, sin perder detalle alguno.
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Capítulo 23
Richi me invitó a almorzar. Fuimos a comer al mercado que está en la playa, y él pidió sopa de mariscos y ceviche, para beber yo pedí gaseosa y él cerveza.
-¿Desde cuándo estás sola?-, se aventuró Richi. Me gustaban sus ojos. Eran profundos, intensos y hacía juego con su rostro de guerrero persa, su mirada era bien trazada y enérgica.
-Hace un año-, no mentí.
-Es mucho tiempo sin besos ni caricias-, volvió a insinuarse él, disfrutando del canalillo de mi pecho. Se deleitaba con mis hombros, se moría de ganas de besarme y acariciarme los muslos. Yo le era irresistible y veía la candela chisporroteando por todos los poros de Richi.
-Tú debes tener muchas amantes-, pasé provocativa la lengua por mis dientes.
-En realidad tengo mucho trabajo, no tengo tiempo para diversiones ni el amor-, dio un gran sorbo a su vaso de cerveza.
-Ay, y yo soy la Mona Lisa-, me divertí.
-En serio, las mujeres quitan mucho tiempo-, sonrió irónico con la mirada.
-Ni que fuéramos tan fastidiosas-, abrí excitada mi boca.
El gran poder afrodisíaco de los mariscos y el ceviche surtió efecto en nosotros, también mi súper tanga y los vellos de él. Apenas una hora después nos revolcábamos en la cama de un hotel cercano haciendo el amor en forma intensa y febril. Él me besó primero y como ya estaba convertida en una antorcha, no me resistí, en absoluto. Sus manos fueron, de inmediato hacia mis muslos, porque él estaba encantado de mis piernas y se convenció de su suavidad y también avanzó hacia mis posaderas que igualmente lo imantaban mucho.
Sus caricias y besos me incendiaron de inmediato. Sentí el fuego calcinándome en toda mi vasta geografía. Richi iba y venía por mis carreteras, subía encantado mis escarpados, se embriagaba con mis deíficas cascadas y conquistaba mis rincones con afán y vehemencia. Estaba entusiasmado con mis curvas y encantos, prendado y empecinado a hacerme suya. Lamía mi cuello y mis orejas, también mis brazos.
Me encantó todo de él. Sus besos, sus caricias, sus susurros, su aliento tan masculino y su fuerza e ímpetu mientras avanzaba hacia mis entrañas, llegando hasta mis más profundas fronteras. Yo estaba eclipsada, pardeando obnubilada, mientras cedía cada pedacito de mis parajes profundos a los dedeos de Richi. Grité extasiada cuando alcanzó el clímax y me sometió a sus viriles ansias, colonizando lo más profundo de mi ser.
Pese a tanta excitación, frenesí e idilio, pude controlarme. Aún estuviera tan eclipsada y ardiendo en llamas, me mantuve serena, sin ceder a la violencia. Él no fue violento, tampoco, sino sutil, apacible, romántico, dulce y muy amoroso, quizás eso me gustó tanto que me mantuve ecuánime y en ningún momento pensé en morderlo, atacarlo, arañarlo o destrozarlo a dentelladas.
Eso me dio gusto. Me sentí más sensual y sexy que nunca, desatando mi absoluta feminidad tanto que me hizo disfrutar de esa deliciosa faena bajo las sábanas.
Quedé rendida, extasiada, exánime y sin fuerzas, recostada en las almohadas, con mis pelos revueltos y completamente satisfecha. Richi también quedó encantado después de tanta pasión. Siguió saboreando mi piel, pasando la lengua por mis mejillas, las orejas y el cuello, oliéndome con insistencia.
-¿Quién eres?-, le pregunté entonces. No podía entender cómo él había podido dominarme de esa forma, sin provocar mi euforia ni la ira y me mantuviera como una mansa paloma entre sus brazos.
-El afortunado que ha encontrado el amor en ti-, fue lo que Richi me respondió.