Las verdades de su primer amor distorcionaron su mente por un engañó y ella lo mató. Su hermano menor busca justicia sin saber que después de un tiempo empieza a enamorarse de la asesina de su hermano.
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Castigo
El rubor de bronca se notaba en la cara de mi esposo, aceleró sus pasos inconscientemente, me tomó de la mano apartandome bruscamente del pecho del médico.
—No vuelvas a tocar a mi esposa, la próxima vez te partiré la cara, no me importará el lugar— grito muy enojado.
No le dio tiempo a contestar al doctor, me estaba sacando a la fuerza por los pasillos, no soportaba que me tratara así, no sé dé donde saqué mucha fuerza y me solté de él.
—¡Eres un hijo de puta Enzo, te odió!— le grité.
—Ese es tu puto castigo por ser una asesina.
—Destruiste a mi familia, me engañaste, por tu maldita culpa perdí a mi hijo, ¿que más quieres hacer conmigo?.
Mi subconsciente me hizo recordar que el médico me dijo que había perdido a mi hijo. Me tomé de la cabeza, ese recuerdo fue muy doloroso para mí, tome mi vientre y empecé a llorar desconsoladamente, me tumbe en el piso, cada lágrima que salía de mis ojos no era por mi, era por el pequeño ser que había dentro de mí, de quien no pude cuidar ni proteger, había vida en mi vientre y no pude darle la oportunidad de vivir.
Enzo se arrodilló y me tocó la cabeza.
—¿Estás bien?— me preguntó.
Le miré con odio.
—Nunca más vuelvas a tocarme— le dije quitando su mano.
—¡Aurora!
—Eres un maldito monstruo Enzo.
—Tú me quitaste a mi hermano, lo mataste, ¿dime quien es el monstruo en realidad?
—Averigua realmente quien era Darío, mientras tanto déjeme en paz por favor. Ya me destruiste por completo la vida, ¿crees que tengo ganas de vivir?
—No puedo dejarte que te vayas así de simple.
—¿Te hace feliz verme en este estado?, para mi verte es un maldito infierno.
No, no le hacía feliz verme en este estado, porque dentro de su pecho había un poco de amor, le costaba admitir que me amaba, le costaba dejar el pasado y empezar una vida a mi lado, porque sentía algo de culpa.
También estaba cansado de toda la mierda que había a nuestro alrededor. Le desesperaba esta situación.
—Ven, levántate, vamos a casa— dijo algo calmado.
—No quiero ir a ningún lado contigo.
—¿Dónde quieres ir?
—Dónde sea, pero no quiero verte más.
—Dame algo de tiempo hasta que averigüe lo de Darío, cuando sepa como eran las cosas te prometo que te dejaré en paz.
—¿Mientras tanto seguiré sufriendo tus maltratos?
—No.
—Voy a permanecer en tu casa, no voy a huir, pero no quiero verte, mantente lejos de mi por favor. Y si puedes envíame a la cárcel, quiero pagar la condena y seguir después con mi vida, pero lejos de vos.
— De acuerdo.
Me levanté algo más calmada, aunque por dentro me moría, miles de sentimientos me tenían intranquila, era difícil contener tantas cosas, mi esposo y el que era el padre de mi hijo hacía que mi vida fuera un castigo.
En silencio llegamos a la casa, ya había entrado a esta casa, pero no recordaba eso, era una casa muy linda, era como si yo la había diseñado, mis colores favoritos, el decorado tenían muchas cosas que me gustaban, los cuadros de mi pintor favorito, los sillones que siempre había soñado comprarme.
—Vamos, te llevo al cuarto— me dijo Enzo.
Le segui sin decir ninguna palabra, subimos las escaleras, una foto me distrajo, di un paso en falso y por poco caigo, pero Enzo me tomó del brazo,
—¡Ten cuidado!— murmuro.
La foto que vi era la de Darío a lado de Enzo, no eran tan iguales, pero tenían los mismos ojos. Estaba en la casa del enemigo, no sabía si sobreviviría o no, pero tenía que obligarme a vivir.
Enzo habrio una puerta grande, donde había muchas cosas mías.
—Si deseas algo, se lo puedes pedir a los empleados— dijo y se fue.
Unas lágrimas brotaron de mis ojos, pensaba en muchas cosas, la tristeza y la soledad se estaban convirtiendo en leales compañeras, me acosté en la cama, las almohadas tenían el perfume de Enzo, la noche anterior había pasado la noche ahí.
Enzo se fue al trabajo, volvió por la noche, eran las 12 de la noche, fue directamente a verme, estaba acostada en posición fetal, tenía la piel fría, los ojos hinchados de tanto llorar. Tomó una frezada y me tapo.
Fue a la cocina por un vaso de agua.
—Buenas noches, joven— le saludo Maria, al verlo entrar.
—¡Maria!, ¿Qué hace tan tarde despierta?—Enzo preguntó algo sorprendido por la hora.
—Estoy preocupada por la señorita, todo el día estuvo encerrada y sin comer. ¿Por qué la trata tan mal?
—Maria, esa mujer mató a mi hermano, no puedo tratarla de otra manera.
—Ella no es una mujer, es solo una niña que recién se está haciendo mujer. Si mato a tu hermano, ¿por qué la tienes aquí y no en la cárcel?
—No voy a entrar en detalles, solo asegúrate de que mañana coma.
—Está bien.
Enzo se fue a su oficina con la mente distorsionada y sus sentidos alterados por la situación, para calmar sus nervios se tomó una copa de whisky, pero esto lo empeoró y empezó a tirar las cosas del escritorio, tiro la copa a la pared, con todo el ruido desperté, quería bajar para saber que es lo que estaba pasando, pero preferí quedarme.
Media hora después se escuchaba nuevamente ruidos, Enzo se había terminado toda la botella, estaba tan ebrio que subió a la habitación, tenía miedo que me haga algo, cuando estaba por poner el seguro a la puerta, él entró antes. Se paró frente a mí tambaleando, había mucha tristeza y odio en sus ojos.
Estaba por caerse, pero para no que no sucediera eso lo agarré muy fuerte, él me tomó de la cintura y luego se sujetó en mi cuerpo, al sentir mi aroma me abrazó con todas sus fuerzas.
Mi depresión me ahogaba por no recordar más de él, si realmente le amaba quería recordarlo y odiarlo aún más.