Mis Tres Vidas

Elizabeth al ver las imágenes de ellos en la gran pantalla de la graduación, salió corriendo del lugar. Arón la siguió pero le fue imposible alcanzarla a tiempo. Ella tomó un taxi, fue directo a su casa y se encerró. Su móvil no dejaba de sonar. El director la llamaba urgente y tenía varios mensajes pidiendo que regresara para dar explicaciones en la escuela.

Se negó a recibir visitas, a contestar las llamadas de reclamo de todos, no quería ser molestada incluso le negó la oportunidad a Arón de acompañarla. Creía que todo había sido un plan suyo, ya que nadie más sabía de su romance. Fue tal su desesperación que se tomó un frasco lleno de pastillas, las cuales la condujeron a un sueño eterno.

La policía la encontró al día siguiente fría en su cama. No sabía que me dolía más, si verla morir en esta vida o haber fallado la última prueba. De alguna forma me sentía culpable por todo, que no hubiera sido incapaz de hacer las cosas bien cuando ella si pudo completar correctamente el desafío, no una, sino dos veces, me dejaba en mal estado.

Sin mucho más que hacer comencé los preparativos para su entierro, sus padres estaban devastados y al enterarse de que todo había sido por mi culpa me echaron fuera una vez que llegaron a la ciudad. Por lo menos tuve tiempo antes de que llegaran de dejar todo dispuesto.

Mi madre no me trato mal por lo ocurrido, más bien se compadeció de mí. Pero ya no había un motivo para mí en esa vida que no fuese ella, entonces seguí sus pasos. Desperté en casa de su padre en el bosque Buery. Todos estaban allí esperando a que despertara.

Estaba mi abuela, Karla y Elizabeth. Esta última algo ansiosa por saber como nos había ido en la prueba. Al parecer su padre no le había contado de nuestro fracaso y yo no sabía cómo decirle. Por las caras de los demás ya lo sabían. Nos dejaron solos y le conté todo, solo me abrazó.

Nos reunimos con los demás en el salón. Al parecer todo no estaba perdido. Habíamos fallado un poco, pero nunca fue por falta de amor. Más bien por la sociedad. Había una brecha en la cual su padre podría conjurar un hechizo para luego de vivir en esta vida pasar a este mundo mágico.

Unos elfos hicieron un bello lienzo en el cual nos dibujaron. Allí estaba nuestra esencia. Debíamos vivir diez años más como pago por lo ocurrido en esa prueba en el mundo de los humanos. Todo sería desde el minuto antes de que Arón supiera de mi don y los elfos. Entonces el cuadro nos daría la vitalidad exacta de este instante en caso de que algo saliera mal, estar protegidos.

También nos protegería de algún suceso, muerte o accidente, ya que allí estaban nuestro ser de alguna forma. Luego de los diez años esa energía volvería a nosotros y seríamos con esa imagen, entonces se tomaría la decisión final, si podíamos ser aceptados en el bosque Buery y vivir allí hasta el fin de nuestros días.

Diez años para nosotros no era mucho pero para un humano sí. Acepté la nueva oportunidad de mi padre y agradecí a los demás elfos por su estima y cariño hacia mí. Se notaba que todos querían un final feliz para nosotros pese a que mis gustos por los humanos fuera un peligro para ellos.

Eso sí, luego de la cena nuestros recuerdos dejarían de existir de todo lo ocurrido y estaríamos en un punto donde no pusiera en peligro a la comunidad elfa. Abracé a todos, nos despedimos y dejamos de existir en ese instante, en ese lugar.