está es la historia de Betty una jovencita luchadora , positiva y humilde; que sin querer atrae la atención de un hombre que es lo opuesto a Betty.
Antoni Santino un hombre con cicatrices del pasado ,desconfiado y cerrado al amor.
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Capítulo 3: Encuentros y Desencuentros
El lunes por la mañana, Betty Castillo llegó puntualmente a su nuevo trabajo en DESIGN NYC, con los nervios a flor de piel pero con una determinación renovada. Aunque el puesto de secretaria en la vicepresidencia no era exactamente lo que había imaginado al terminar su carrera en diseño gráfico, estaba decidida a dar lo mejor de sí misma. Después de todo, este era su primer trabajo en una empresa de prestigio, y sabía que cada experiencia contaba.
La oficina estaba situada en un rascacielos moderno y elegante, con vistas panorámicas de Manhattan. Mientras caminaba por los pasillos, saludando con una tímida sonrisa a las personas que se cruzaban en su camino, no pudo evitar sentirse un poco intimidada por el ambiente de alta gama. Todo era pulcro, elegante y moderno, muy distinto al humilde apartamento que compartía con sus padres en Hell’s Kitchen.
Al llegar a su escritorio, Betty comenzó a familiarizarse con su espacio de trabajo. Todo estaba ordenado y minimalista, con una computadora de última generación y un teléfono que apenas sabía cómo usar. Había una pila de documentos que había recibido el día de la entrevista y decidió comenzar por ahí, revisando cuidadosamente cada uno.
Mientras se concentraba en su tarea, una voz alegre la sacó de sus pensamientos.
—¡Hola! Tú debes ser la nueva, ¿verdad? —Betty levantó la vista para encontrarse con una joven alta, de cabello castaño oscuro, con un rostro amigable y ojos brillantes—. Soy Amanda Guzmán, trabajo en contabilidad. ¿Y tú?
—Hola, sí, soy Betty Castillo. Estoy empezando hoy como secretaria —respondió, tratando de no parecer demasiado nerviosa.
—¡Bienvenida! —exclamó Amanda con una sonrisa cálida—. Si necesitas algo, no dudes en pedirlo. He estado aquí un par de años y sé cómo funcionan las cosas. Me encanta conocer a las nuevas incorporaciones.
Betty se sintió aliviada de inmediato. Amanda parecía amable y accesible, lo cual la hizo sentir un poco más cómoda en este nuevo entorno. Mientras conversaban, Amanda la puso al tanto de algunos detalles importantes sobre la oficina: a quién acudir para qué asunto, cuáles eran los días más ajetreados y, sobre todo, a quiénes debía evitar.
—Si algún día te sientes abrumada, ven a verme —añadió Amanda, bajando un poco la voz—. También te recomendaría evitar cruzarte demasiado con Antoni Santino, el presidente. Es un tipo encantador, pero tiene fama de ser… complicado, por decirlo de alguna manera.
Betty asintió, recordando el incómodo encuentro que había tenido con Antoni en el ascensor. Sin embargo, decidió no mencionar nada al respecto. No quería empezar su primer día hablando de algo negativo.
Después de un rato, Amanda se despidió, prometiendo pasar de nuevo más tarde. Betty se quedó revisando los documentos y organizando su agenda para la semana. Estaba tan concentrada que casi no notó cuando otra persona se acercó a su escritorio.
—¡Holaaa, mi vida! —exclamó una voz masculina con un tono exagerado y una inflexión claramente cómica.
Betty levantó la vista y se encontró con un joven de unos treinta años, delgado, con una vestimenta peculiar y llamativa: llevaba una camisa ajustada con un estampado de colores chillones y unos pantalones de corte entallado que resaltaban su delgada figura. Su cabello, cuidadosamente peinado hacia un lado, era un reflejo de su personalidad vibrante.
—Soy Marquitos, cariño, y trabajo en publicidad. Si necesitas algo de glamour, aquí estoy yo —dijo con una gran sonrisa y un toque dramático en su voz.
Betty no pudo evitar sonreír. Marquitos tenía una energía contagiosa que aligeraba el ambiente. Además, sus modales amanerados y su forma exagerada de expresarse lo hacían un personaje memorable.
—Mucho gusto, Marquitos —respondió Betty—. Soy Betty, la nueva secretaria.
—¡Oh, honey, no te preocupes! —exclamó Marquitos mientras observaba su atuendo con detenimiento—. Veo que prefieres el estilo clásico y discreto, pero si alguna vez necesitas un cambio de look, soy tu hombre. Un poco de color aquí, un corte allá, y voilà, ¡serás la reina de la oficina!
Betty rió, sintiéndose más relajada en su compañía. A pesar de sus comentarios sobre su vestimenta, que eran más bien jocosos, había algo en Marquitos que la hacía sentir a gusto. Le recordó a sus amigos de la universidad, con quienes solía bromear sobre temas triviales como la moda.
—Lo tendré en cuenta, Marquitos —dijo, todavía sonriendo.
—¡Eso espero! —respondió él con una exagerada reverencia antes de dar una vuelta sobre sus talones y dirigirse hacia su departamento.
Poco después de que Marquitos se fuera, salió a sacar unas copias y se encontró en el pasillo con una mujer que llevaba unas tazas de café a presidencia. Era una mujer de mediana edad, de complexión robusta de rostro cálido y amable. Llevaba un uniforme de cafetería y una cofia en el cabello.
—Hola, querida, soy Angélica, trabajo en la cafetería —dijo, con un tono cálido—. Solo quería darte la bienvenida. Si algún día necesitas un café especial o un bocadillo, solo ven a verme, estaré encantada de ayudarte.
Betty le dio las gracias, sintiéndose abrumada por la amabilidad de todos. Aunque su primer encuentro con Antoni había sido incómodo, estaba empezando a pensar que quizás trabajar aquí no sería tan intimidante como había temido al principio.
Durante el resto de la mañana, Betty continuó con su trabajo, aprendiendo poco a poco los pormenores de su nuevo puesto. Aunque había mucho que asimilar, sentía que estaba haciendo un buen progreso. Sin embargo, no podía evitar pensar en Antoni Santino y su actitud altanera en el ascensor. Esperaba que sus caminos no se cruzaran demasiado, pero en una oficina tan grande, era inevitable que se vieran de vez en cuando.
Por la tarde, justo cuando estaba organizando algunos documentos, Antoni pasó cerca de su escritorio, sin prestarle mucha atención. Iba acompañado de James Victorino, que parecía estar contándole algo importante. Betty bajó la mirada, concentrándose en sus papeles, pero no pudo evitar escuchar parte de la conversación.
—Entonces, ¿qué dices, James? —preguntó Antoni con su tono confiado—. La inauguración de la nueva discoteca es este viernes. Será una noche épica, perfecta para olvidarnos del trabajo por un rato.
James, que siempre había sido más reservado que Antoni, pareció dudar por un momento antes de responder.
—No lo sé, Antoni. No soy tan fanático de esos lugares como tú, y además, tengo planes con Andrea este fin de semana.
Antoni soltó una carcajada.
—¡Vamos, amigo! Sabes que Andrea no se molestará si te tomas una noche libre. Además, necesito tu apoyo moral para lidiar con Samira.
Betty continuó trabajando, pero su curiosidad estaba despertada. Sabía que no debía prestar atención a las conversaciones ajenas, pero no pudo evitar escuchar el nombre de Samira, una modelo de la que había oído hablar en las revistas. Era famosa por su belleza exótica y su vida nocturna extravagante, y según parecía, tenía algún tipo de relación con Antoni.
—¿Samira? —respondió James, levantando una ceja—. ¿Otra vez ella? Pensé que ya habías terminado con ese lío.
—Ah, amigo, no es tan sencillo. Samira es… bueno, digamos que tiene ciertos talentos que no se pueden ignorar fácilmente —dijo Antoni con una sonrisa pícara—. Es una mujer que sabe cómo divertirse, y necesito un poco de ese tipo de diversión ahora mismo.
James suspiró, pero al final, aceptó la invitación.
—Está bien, iré. Pero no me hagas responsable si Andrea se enfada conmigo.
Antoni le dio una palmada en la espalda y ambos se alejaron, dejando a Betty con un sabor agridulce en la boca. No podía evitar sentirse un poco desilusionada al escuchar esa conversación. Antoni y James parecían ser dos hombres que no tomaban en serio las relaciones con las mujeres, algo que contrastaba fuertemente con los valores que Betty había aprendido de sus padres.
Esa tarde, después de terminar su jornada, Betty regresó a su hogar con una mezcla de sentimientos. Por un lado, estaba emocionada por haber conocido a gente tan amable como Amanda, Marquitos y Angélica, quienes la habían hecho sentir bienvenida. Por otro lado, la actitud de Antoni y su conversación con James la había hecho reflexionar sobre el tipo de personas con las que trabajaba.
Esa noche, mientras cenaba con sus padres, Betty les contó sobre su primer día. Pascual y Margarita la escucharon con atención, animándola y felicitándola por haber conseguido el trabajo. Sin embargo, Betty decidió no mencionar nada sobre Antoni o la conversación que había escuchado. Sabía que su madre se preocuparía innecesariamente.
Al día siguiente, Betty llegó a la oficina un poco más segura de sí misma. Había pasado la primera prueba y ahora estaba decidida a seguir aprendiendo y demostrando su valía. Mientras organizaba su escritorio, recibió una llamada de la asistente de James pidiéndole que llevara unos documentos a la oficina de Antoni para su firma. Betty respiró profundo, se levanta de su puesto con todo el ánimo del mundo, se dirige a presidencia y cuando llega se da cuenta de que la secretaria no está en su lugar y se decide a tocar la puerta.