El Sacrificio De Meskhenet

Otra vez me despierto sobresaltada, no puedo recordar el sueño y sin embargo no dejó de sentir angustia. Son las tres de la mañana, aunque afuera esta lloviendo, el calor aquí es sofocante. El ruido del agua al estrellarse sobre mi ventana me parece ensordecedor, como cientos de gritos desesperados pidiendo ayuda: como yo, e igual que a mí, nadie les escucha. Veo un punto fijo en el techo, hasta que las formas comienzan a perder sentido, todo se va convirtiendo en manchas difusas, colores que se diluyen uno con el otro hasta perderse en un negro absoluto. Cierro los ojos cansados, pero el sueño no regresa; en su lugar me ha comenzado a atormentar la terrible sensación de que podría estar haciendo algo más. Doy un repaso mental a todos mis pendientes y analizo la posibilidad de deshacerme de por lo menos uno de ellos; si me pudiera mover. No hay sueño, y tampoco el deseo de movimiento; sólo puedo sentir un inmenso cansancio...

        ―Alicia, el amor sale de la vida― dice una voz suave ―Igual que la risa sale de la boca...

A penas escucho esta frase y ya he olvidado que ha venido de algún lugar fuera de mi mente, de inmediato la asimilo como mía y no puedo evitar sentir nauseas, de inmediato me pregunto si podría ser ansiedad. Camino al baño, tratando de desperezarme mientras repito esa frase como si se tratara de un mantra. Mis piernas están lánguidas: cada paso lo puedo sentir hasta la nuca. Mojo mi cara con agua helada, imaginando la lluvia sobre mi piel; cientos de frías punzadas atacando mi letargo, como un recordatorio tangible de que estoy viva. Al secar mi rostro me obligo a regresar a lo que estaba haciendo hasta hace un momento. Un golpe frío llega a la boca de mi estomago, la voz ha regresado:

        ―¿Por qué es tan difícil lograr tu aceptación, tu comprensión?― pregunta y al instante deseo responder que soy comprensiva, yo puedo comprender y puedo llegar a aceptar todo...

        ―El amor saldrá de tu vida, igual que la risa sale de la boca... ―insiste, como si de una maldición se tratara ―Una noche comenzaré a reír, a carcajadas, y no pararé en un largo rato; reiré de todo, me reiré de ti, reiré por nada... Cuando la risa termine, inevitablemente llegará la nostalgia; será mi amiga y juntos te invitaremos a jugar en las noches.

La voz resuena grave, y más profunda, llegando hasta el fondo de mi mente...

        ―Tus manos se tornarán frías y se aferrarán a ti, como a la pasión moribunda que eres y que para tu desgracia se negará a morir a pesar de no saber si aún quiere seguir viviendo...

Duele, me duele mucho, lo suficiente para preguntarme si el corazón puede sufrir calambres, sé que preguntarse esto no es lógico; nada que pueda venir ahora, nada que nazca del sonido de su voz, es lógico. ¿Seré  capaz de entenderlo? ¿Cómo puede creer que lograré comprender todo lo que desea comunicar? He pensado en dejar que sus palabras se estrellen en el vacío de la indiferencia, aún así parece tener la esperanza de lograr cambiar algo en mí; de lograr tocarme. De pie frente al espejo, me miro con tedio, el mismo con el que quisiera haberle oído. Y su voz no se da por vencida, no parece rendirse; está decidido a volverme loca... ¡Estoy asustada! Escuchar voces no es  un buen síntoma.

        ―A veces creerás que tu pasión desea vivir; quizás te traicione por las noches y no te deje dormir.

Comienza de nuevo, mientras doy vueltas en mi habitación retorciendo mis manos...

        ―A ella le gusta verte llorar: te pedirá a gritos a alguien... ¿Quién? Cualquiera que te quite la soledad de las manos y el frío del alma. Es esta pasión la que te pide una pareja que te abrace; como si no quisiera perderte nunca después de hacer el amor. Un alguien que al sentir tus muslos sobre los suyos le de por besar tus pechos, ya que para él deberán ser perfectos... ¡No la escuches, por favor, no la escuches! ¡Ella miente!

Su grito me duele en el alma; me dejo caer en la cama y me cubro la cabeza con una almohada, ahora sólo puedo anhelar silencio, pero no la voz no ha terminado.

        ―Cuando la pasión parezca morirse dejarán de importarte los hombres, resiste hasta entonces. Te acostumbrarás al frío, no te mirarás más al espejo, dejarás de buscar eso que volvería loco a tu pareja; entonces llegarás a la conclusión de que él no existe...

―¡Ya vasta!¡Es suficiente, calla por favor!― grito desesperada y lanzó al azar almohadas y cobijas tratando de ahuyentarle ―Ya he dejado de prender velas a media noche, buscando, como si en verdad existiera un hombre, aquel hombre que un buen día le dio por no aparecer; justo cuando más lo necesitaba... él no sabe que al otro lado del universo yo lo esperaba...― declaro desconsolada  ―¡Lo admito!― grito al vacío de mi casa ―Ya no desperdiciaré otra lagrima rogando por un milagro...

La rabia me inunda, ¿para qué he estado escuchando ésto?, ¿tiene algún sentido? Hay una corazonada que me atraviesa, que me impulsa a seguir hablando en voz alta. ¿Si no es una locura?, qué pasaría si todo ésto es la respuesta que estuve esperando, ese milagro imposible. ―¿Qué es peor, enloquecer o que todo sea real?―. Si es real el hombre de la voz, no logrará nada, para mi lo que tenga que decir, en este momento, carecerá de sentido. Para él soy una desconocida, incluso para mi misma; alguna vez fui la loca obsesiva que no dejaba de llamarlo, que no dejó de llorarle y venerar todo lo suyo como si fuese un santo, hasta agotarse y quedar vacía. ―¿Tiene sentido pensar en tu voz como si se tratara de un hombre? Sin importar cuanto me puedas decir para tratar de cambiar mi corazón; no me vas a tocar, ni a mirar; yo nunca podré verte... ¿Para qué quieres atormentar a mi corazón con tu voz?..

Camino hasta mi ventana, tengo las piernas temblorosas y un sudor frío en mi nuca. No lo escucho más, se ha detenido ante mis preguntas, después de explotar en un extraño ruido, quizás un grito; su silencio ha dado paso al desesperado sonido de las gotas estrellándose en el cristal: es tan melodioso como su llanto. Apoyo mi espalda en el vidrio, como si estuviera de espaldas al mundo, para esperar a que todo termine.

El sol al fin se asoma por el horizonte, ha comenzado a amanecer; nada de lo que pude haber dicho o lo que pude haber pensado tiene más importancia que el ahora. El cristal ha comenzado a calentarse, creo que un rayo de sol será suficiente para aclarar mi mente, por fin se desvanecerá mi herida, y no dejaré que se vuelva a mostrar. Cierro mis ojos y giro lentamente para poder apoyar mi frente en la ventana, tomo una bocanada de aire antes de enfrentarme a la luz del sol...

… Pero al abrir los ojos, en lugar de encontrarme con el mundo, me he encontrado con su mirada...

        ―¡No te dejaré ir!― me repite su voz ―Tendrás que seguir esperando; prefiero tu locura antes que perderte...