De Emperatriz A Princesa

—Emperatriz, regrese a sus aposentos. Hablaremos después— ordenó el emperador, al ver qué las cosas estaban subiendo de nivel

A la mujer no le quedó más que obedecer, sin que Alana sufriera reprensión alguna

—Princesa, ahora ya tienes a las personas que elegiste, es tu deber ordenarles— comentó su padre

—Gracias por todo majestad, todo es gracias a su apoyo— hizo una reverencia y se dirigió a las mujeres seleccionadas. —Quiero saber sus nombres y de dónde vienen— pidió

—Mi nombre es Alondra, vengo de Nirt al oeste, un gusto estar a su servicio—

—Soy Rosa, soy de la capital. Es un placer conocerla—

—Mi nombre es Edith, soy del sur. Es un gusto conocerla—

Las tres chicas se presentaron, haciendo una reverencia. Sabían de etiqueta al estar frente a personas de más alto rango.

—Las cualidades solo fueron el principio. Mis hijos son lo más importante para mí, por eso debo asegurarme de tener a las personas adecuadas para su cuidado, deberán pasar lo siguiente para poder quedarse, estos son los contratos que firmarán y si están de acuerdo, pasaremos a lo siguiente—

Alana entregó unos documentos a las chicas, ella misma los había redactado, quería implementar la reciprocidad que había tenido en su antiguo mundo. Todo trabajo conlleva responsabilidades y por esa razón quería darles algunas prestaciones o privilegios al trabajar directamente para ella. Algunos de esos privilegios eran tan simples, pero para la gente en esa época significaba algo realmente bueno, como comer tres veces al día, dormir ocho horas diarias, un sueldo justo, días de descanso, tiempo definido para trabajar y el derecho a dejar el trabajo en cuanto ya les fuera imposible llevarlo a cabo.

—Estamos de acuerdo— escuchó al unísono, estando de espaldas.

—Muy bien, comencemos— era hora de comenzar con el verdadero examen.

Se inició con pequeños enfrentamientos entre Alana y las tres chicas, claro que Alana tenía todo el conocimiento de las peleas cuerpo a cuerpo y aunque no había pulido mucho sus habilidades, les hizo frente a las chicas, que dejaron ver qué tenían lo suficiente para poder defenderse.

Después pidió que prepararan una comida balanceada, para un niño de unos cuatro años. Cada chica hizo un gran trabajo incluyendo todo lo que una verdadera comida debía incluir.

Al final pidió que prepararan algún té, caldo o medicamento para alguna enfermedad común. Una eligió el resfriado, puso paños con agua fría, también una sopa, un té de hierbas para calmar los malestares. La segunda optó por un dolor de estómago, preparó un té con hierbas, éstas contenían los ingredientes necesarios para tratar indigestiones, diarrea y cólicos. La tercera machacó varios tipos de hierbas, al final explicó que cada una se utilizaba para llagas, heridas superficiales o algún tipo de alergia. Las tres chicas sorprendieron a Alana, lo que hizo por fin llevarlas a la habitación de sus hijos para presentarlas, no sin antes hacer que firmaran su contrato de trabajo.

La joven madre, estaba feliz, ahora ya tendría más tiempo para descansar y la verdad eso no le disgustaba.

—Chicas, reúnanse— pidió amable. —Ellas son Edith, Rosa y Alondra, las nuevas nanas de mis pequeños. Quiero que trabajen en paz y en equipo, están más que capacitadas para realizar el trabajo. A partir de ahora estaré un poco más ocupada, por esa razón cuando tengan algún tema que tratar sobre mis hijos, deberán dirigirse con Sara, mi mano derecha; por otro lado si tienen algo que reportar y tiene que ver con algo personal, deberán dirigirse con Agatha o Yaneth, ellas son mis doncellas y las que estarán conmigo en todo momento— explicaba

Las chicas nuevas asintieron y comenzaron a escuchar a Sara, que les explicaba todo lo relacionado con los gemelos, donde estaban sus cosas, cada cuánto se despertaban, cada cuánto debían cambiarlos, como eran los baños que tomaban a petición de su madre y más.

Ya que Alana estaba libre de cuidar a sus pequeños cuando estuvieran durmiendo, aprovecharía ese tiempo para envolverse de información sobre el imperio, no quería estar sin hacer nada y vivir a expensas de su padre, jamás le había gustado ser una inútil y no iba a comenzar ahora, por supuesto, creó su pequeño estudio en su habitación. A pesar de tener a nanas al servicio de sus hijos, no pensaba alejarse demasiado y poner paredes de distancia, ella no podía confiar en nadie más que en su padre y Sara, por eso lo hacía así.

Le pidió a sus doncellas toda la información del imperio, de la actualidad y de años pasados, los avances que habían tenido y lo que se había desechado, también la información sobre las personas más poderosas del lugar y sus familias.

Así descubrió que la prometida de Jamal era hija de un conde y la prometida de Kai era la hija de un duque, por otro lado, supo que había dos facciones en el imperio, pero que ambas apoyaban a su padre, entonces no debía preocuparse por un levantamiento o por algún tipo de traición.

El emperador Noah Slora había sabido gobernar con justicia, llevando a su imperio coronarse como el más grande, el más poderoso, el mejor. Ahora Alana estaba feliz de llamarse hija de aquel hombre, pues había sido muy malo con sus enemigos, pero eso a ella era lo que más le gustaba, siempre fue vengativa, sanguinaria y disfrutaba su trabajo hasta el día de aquel accidente.

Así pasó una semana, la princesa ya se había empapado de todo lo relacionado con el imperio, el resto del continente y tenía claro lo que quería hacer, para eso debía ir con su padre.

Caminaba rumbo al despacho de su padre, con sus doncellas detrás de ella, pero una voz que pudo reconocer al instante, la detuvo.

—Alteza, veo que es muy mal educada, debe saludar como corresponde— exigía la pequeña princesa, que estaba junto a varias chicas de su misma edad.

—Creo que deberías guardar tus palabras para ti, por este tipo de comentarios, su majestad podría volver a encerrarte— burlona contestó

—Plebeya, ¿cómo te atreves a dirigirte así a la princesa Alaia?— cuestionó una chiquilla de unos 15 años

Sin pensarlo dos veces, Agatha se dirigió a la chica que había ofendido a Alana y la trajo arrastrando hasta estar frente a ella.

—Discúlpate, si no quieres pasarla mal— exigió la doncella

—Maldita mujer, pagarás por lo que estás haciendo, mi padre se va a enterar— gritaba la chica

—¿Qué está sucediendo aquí?— un grupo de hombres iba pasando por el lugar y escuchó el disturbio, entonces uno de ellos preguntó

—Está mujer le habló informalmente a la princesa, yo la defendí y ahora me están lastimando— contó la chiquilla

—¿Es eso cierto alteza?— preguntaron a Alaia

—Responde con la verdad— interrumpió Alana, mirando fijamente a los ojos de su hermana

—Es cierto, lo único que hizo ella, fue defenderme— con la voz chillona, contó

—¿Cómo se atreve una desconocida a tratar así a alguien de la realeza?— cuestionó uno de los hombres, muy molesto

—Si quieren saberlo, pregúntele a su majestad, justo ahora voy a verlo— Alana hizo una reverencia y se fue a ver al emperador.

Los hombres siguieron a la mujer, pues debían contarle lo sucedido a su majestad y no podían permitir que aquella mujer dijera algo diferente.

Tocó la puerta y enseguida le dieron el pase.

—Hija, bienvenida. Me da mucho gusto que hayas venido a verme, parece que te habías olvidado de mí— triste se quejaba.

—Majestad, me disculpo. Estuve estudiando todo lo relacionado con su imperio y ahora estoy lista para decirle como me gustaría ayudar, no quiero sentirme una inútil— explicaba, mientras le daba un cálido abrazo a su padre