Gia Giordani es hija del general de las Fuerzas especiales de defensa Mundial, esta es una organización paralela a varios ejércitos unidos, que se encargan de misiones encubiertas y clasificadas, existen varias sedes de estas élites, las cuales se encuentran en varios lugares del mundo.
Gia es la única mujer y la menor de cuatro hermanos, todos pertenecientes a la elite con diferentes rangos, mientras ella solo es la princesa de la casa.
La joven ha estado enamorada desde siempre del hijo del general de división de la elite, el capitán Tomás Decker aunque este no quiere nada con ella, la ve como una Barbie sin cerebro.
El capitán Decker humilla frente a todos a la joven y ella tomará la decisión de cambiar su vida, ya que por aquellas palabras piensa que todos la ven como alguien inútil y sin cerebro.
Podrá esta joven demostrarle a un mundo machista que, si puede, podrá olvidar a este hombre tan ingrato.
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Misión suicida
Gia sonríe y se da la vuelta para caminar hacia una pequeña tarima redonda que tiene un tubo en el medio, la oficina es negra con el escritorio y los muebles también negros.
La Alfombra es roja y la mesa donde están sentados los hombres es redonda y de color rojo con negro.
Tomás no le quita la mirada de encima a Gia está hablando con los rusos, pero ella solo mira a Yakov Kuznetsov.
Gia comienza moviéndose muy sexy y luego Gia se agarra de la parte de arriba del tubo con una mano, mientras gira sin parar de manera sensual sin quitar la mirada de Yakov.
La joven esta vez hace acrobacias agarrándose con sus piernas y quedando de cabeza, su vestido se ha subido un poco, pero esto solo le da más sensualidad al baile.
La cara de Tomás, es de sorpresa, indignación y molestia, pero a Gia la verdad no le interesa.
Tomas piensa en lo hermosa que esta Gia es una máquina de sensualidad, una cara inocente a pesar del maquillaje que lleva, su cuerpo está mucho más dotado, sus pechos más grandes, su cintura pequeña y sus caderas anchas con un trasero perfecto.
Sus ojos grises son hipnóticos y sus labios son demasiado provocativos, la pequeña Gia, aquella niña que tanto lo acosó diciendo amarlo estaba más adulta, ahora era toda una mujer, y a pesar de su cara inocente su mirada no era la misma.
Él se preguntaba que hacía ella allí, por qué trabajaba de bailarina si era de una familia tan poderosa, él siempre pensó que no tenía aspiraciones en la vida, que terminaría como modelo y luego terminaría casada con alguien importante como una esposa trofeo para gastar y estar en casa, pero jamás imaginó que ella terminaría así.
La rabia lo estaba cargando y debía concentrarse en esta misión, hoy por fin de cinco meses de investigación él se encontraba frente a frente con el pakhan de la bratva en Italia.
Gia termino su baile y él estaba muy acalorado de verla bailar, pero muy disgustado por como ella lo ignoraba, porque era ella.
Una vez el baile terminó se paró con la frente en alto frente a los hombres sentados, pero con su vista fija en el objetivo, su sonrisa era para él, su mirada seductora se la estaba regalando a ese mafioso frente a ella.
—Y bien jefe, que opina, se queda, esta belleza en el antro…
—Va a volver locos a todos. —Volvió a decir.
—No se queda en el antro… —Dijo mirándola fijamente.
—La quiero en mi casa, allí pertenece esta muñequita. —Gia le regaló una sonrisa coqueta y él le dijo que se acercara.
—Cuál es tu nombre pequeña… —Preguntó estirando su mano hasta ella.
—Luna…
—Y el de verdad… Preguntó él.
—No me gusta, usted me puede llamar como guste y vine a buscar trabajo de bailarina, por qué iría a su casa. —Preguntó poniendo su cara más inocente.
—Me gusta Luna, y trabajarás, en mi casa solo bailarás para mí, nadie más podrá verte. —Ella sonríe y asiente.
—Gracias por el trabajo señor…
—Yakov muñeca, ahora siéntate a mi lado y al terminar nos iremos.
—Sí, señor, perdón Yakov. — Respondió sentándose a un lado.
La rubia solo miraba al ruso, no veía a nadie más, parecía la típica escena de novela, dónde la jovencita se enamora del maleante con solo una mirada.
La reunión continuó, hablaban con Tomás de un negocio de drogas en inglés y entre ellos hablaban en ruso, al parecer no confiaban mucho en él, pero igual harían negocios con él.
Al terminar la reunión se despidieron de tomas con otro apellido y allí supo que tal vez estaba en una misión como ella, la joven siguió mirando a ese guapo frente a ella, el hombre se levantó y la tomó de la mano para salir de allí, no hubo quien no mirara aquella imagen.
Tomás no se había ido, estaba en las sombras, su mandíbula se apretó al ver a aquel hombre llevándose a Gia.
Era cierto que él la había rechazado, pero luego se arrepintió, fue muy volátil y no midió sus palabras, luego cayó en cuenta que esa niña era un escalón fácil para llegar muy lejos, no se pudo y tuvo que esforzarse, también el apellido de su padre ayudó, pero hubiese sido más fácil.
Pero volver a verla hoy y así con ese tipo, solo hacía que él quisiera tomarla del brazo y llevársela, si era una niña caprichosa, sin orientación, pero tal vez a su lado podría enderezar su camino, la quería para él.
El mafioso y Gia llegaron a una enorme canción, paredes negras y grises, los sofás y algunos muebles eran en todos negros y grises, todo tenía elegante, pero era todo en colores oscuros.
Ese día el hombre la llevó a una recámara y fue tratada como a una reina.
Gis se mantuvo allí ese día y el siguiente, solo bailaba para él en las noches, pero nada más la joven lo seducía con esos maravillosos ojos, usaba su danza seductora para tenerlo a raya, el hombre estaba idiotizado con la rubia y no era para menos esa chica tenía algo que idiotizaba a los hombres.
—Yakov… Yakov dónde estás… Preguntó la joven bajando hacia el sótano, pues escuchó voces.
El ruso no estaba, pero sí unos hombres hablando sobre lo bueno que estaba la mercancía que llegó, había jóvenes y hasta menores de edad, según lo que escuchó, estaban en la casa del personal de servicio.
Los rusos en su idioma hablaron de lo bueno que fue cambiar la ubicación y que mejor que allí alguien les aviso que unos sapos como le llamaban a la ley los estaban esperando en el antiguo punto de encuentro y a ellos les tenía una sorpresa.
Los rusos hablaban de como quedaría el lugar pintado con su sangre y partes de sus cuerpos cuando la bomba estallara.
Rápidamente, Gia salió de allí y fue por su teléfono, le envío un mensaje a los chicos alertándolos.
⇉ Brown, por favor salgan de allí, es una trampa ahora, las tienen en esta ubicación.
Gia les dio la ubicación donde ella estaba, pero no hubo respuesta, el mensaje no llegaba y estaba preocupada.
Tenía que hacer algo, esas niñas estaban corriendo peligro según lo que escucho hoy varias serían en vendidas, debía hacer algo
La joven buscó la maleta que fue a buscar al apartamento que compró cuando yakov la llevo, delante de él la preparó y aparentemente solo era ropa, pero no en el trasfondo había armas y explosivos
Gia le escribió a los otros y nada tuvo que escribir directamente al número en su teléfono de la Élite que decía Coronel Harrington, allí estaban todos los teléfonos de trabajo de los de la Elite.
⇉ Mi Coronel, Soy la capitana Giordani, en la ubicación donde está mi equipo hay bombas esperándolos, yakov y las chicas están aquí, voy a proceder, necesito refuerzos.
Escribió y guardo todo, fue a buscar de nuevo a yakov, pero no lo veía hasta que alguien la abrazó por detrás.
—Luna… Me buscabas mi luna hermosa. —Dijo en su oído mientras la abrazaba por la espalda fuerte.
—Di Yakov, quería preguntarte que color de vestido y lencería querías para hoy. —Se quiso girar, pero no pudo, él mantenía fuerte su agarre.
—Ponte uno rojo, pero no quiero un baile, hoy princesa quiero que seas mía. —Gia cerro sus ojos y la rabia le ganó, odiaba que le dijeran así, toleraba muñeca, pero esa palabra era ácido para ella.
Se giró bruscamente y lo besó, le paseaba las manos por el pecho, desesperada, pero en verdad estaba llena de ira.
Con empujones leves lo llevo a su habitación, lo tiró en la cama y saco su pantalón dejándolo en bóxer, ese hombre tenía un gran bulto pidiendo salir.
Se le subió encima y lo besó con rabia y le mordió el labio tan fuerte que se lo partió.
—Mi gatita es una fiera, pero me gusta princesa. —Lo volvió a besar y en sus labios mirándolo dijo.
—No, me digas, princesa… —y enterró una jeringa en su cuello dejándolo sin poder moverse, fue algo de inmediato, entre más se movía más, le dolía y lo paralizaba.
Gia salió y fue a su habitación, se colocó un pantalón y una camisa negra y sus botines y se preparó con sus armas.
¿Era una misión suicida? Sí, pero ya lo había hecho antes