Rosas Y Armas

El grito salió disparado de mi garganta cuando lo ultimo que vi fue a Elizabeth, mi hermana arrodillada con la cabeza hacia abajo y abrazándose a si misma con fuerza. La sangre se mezcló con su miedo y cuando intentó

respirar profundo, la presión la saco en un instante. Y luego, terminó.

Me había quedado dormida, la noche empapaba el cielo al igual que esa oscuridad nos cubría, otro tipo de oscuridad.

El miedo que emanaba de mi hermana, había helado la sangre en mis venas.

Jadeando en la cama, intenté encontrar aire desesperada. Pero parecía que con cada segundo me ahogaba aun más. Sentía mis mejillas húmedas, mis ojos con bolsas de agua a punto de estallar. Un sollozo estalló en mi garganta cuando mi respiración pareció estabilizarse a paso de tortuga.

Un fuego parecía mantenerse con insistencia en mi pecho, había arrancado todo órgano en mi interior y reemplazado con llamas. Un gritó brotó de mi interior, pero se atasco a medio camino, el miedo y la agonía hicieron que mi cuerpo se pusiera rígido y un dolor completamente absoluto me llenara. Me hice un ovillo en la cama a la vez que me sujetaba o arañaba el pecho, el grito silencioso desgarro mi garganta. Las lagrimas corrieron por mi rostro con descontrol, el sabor a metal en mi lengua se profundizo.

Sentía que moria.

Estaba muriendo.

Levanté la mirada hacia la puerta. Alguien, por favor. Por favor, alguien, quien sea, que me salve.

Di una sacudida, enrosqué los dedos y los clavé en las palmas de mis manos. Cuando volví a enfocar mi mirada en la puerta, esta parecía aparecer y luego desaparecer ante mis ojos. Abrí la boca, pero no salió nada, mi boca se volvió inútil, sentía la lengua hinchada, llena en mi boca.

Y en un instante, en segundos, todo había cesado. Solo quedó mi pecho subiendo y bajando, mi respiración jadeante. Porque todo dolor y agonía que estaba sintiendo, desaparecieron como si nunca hubiera pasado.

Las lágrimas se acumularon en mis ojos, de nuevo.

Pero ahora el miedo que comenzaba a subir por mi espalda fría, era el mío. Me intenté arrodillas en la cama, pero sentía débil el cuerpo, un segundo después logré levantarme y arrastrar mis pies hasta la puerta de doble hoja. Levanté mi puño y golpeé, sin respuesta, golpeé de nuevo. Y de nuevo, y de nuevo, y de nuevo.

Se abrió de golpe, casi caigo hacia adelante.

—¿Don-Donde…? —trago saliva en seco. —¿Dónde está Demitri?

Simon me miraba desconcertado.

—El señor se encuentra descanso en estos momentos. —las palabras salen de su boca por si sola, su mirada se concentraba en mí, donde jadeaba con algo de dificultad aún. Las palabras salieron distraídas, como una respuesta automática.

Sin decir más, mi incliné hacia adelante obligando a mis pies avanzar. Simon levantó las manos, parecía que iba a sostenerme si iba a caer, pero se corrió hacia un costado cuando vio que mi objetivo era seguir hacia adelante. No me detuve, menos cuando él pareció salir de su transé y dio grandes zancadas para llegar hasta mi lado. No sabía que era lo que lo tenia tan desconcertado, pero deducía que podría ser la expresión extraña en mi rostro.

—Sita. Laurens, el Sr. De’Ath’s se encuentra descansando en este momento. —mis manos se pegan por la pared, quería mantener mi postura firme y caminar pisando fuerte, pero el miedo que aun corría por mis venas me lo estaba haciendo difícil. —No es prudente y no son horas para tener una reunión.

¿Qué horas eran?

No me importaba, necesitaba llegar hasta Demitri. Apreté con fuerza los ojos y sentí como las lágrimas volvían a correr por mis mejillas, mi cuerpo se volvió rígido y detuve mi paso pesado, solté el aire que retenía y luego volví a caminar al frente hasta salir del pasillo y llegar a un espacio abierto. No sabia hacia donde debía ir, hacia donde debía doblar o si seguir derecho. El lugar comenzaba a marearme. Mordí mi labio, mordí más fuerte cuando dos pasos hacia un costado, pero dudé y me detuve.

Sentí el sabor metalizado en mi lengua, me había hecho sangrar el labio inferior.

—Sita. Evangeline. —me llama Simon. Cuando vuelco la mirada en él, me doy cuenta en ese instante cuando lo mira con atención que llevaba el cabello recogido en una coleta baja, y que no llevaba puesto los lentes. Todo

lo que había presentido en sus ojos en la mañana, pareció haberse esfumado, porque ahora veía la calma y una pizca de preocupación y desconcierto en su mirada dirigida hacia mí.

—Necesito…—bajo la mirada cuando las lagrimas vuelven a acumularse en mis ojos. —Necesito hablar con Demitri. —completo la frase. —Por favor. —añado.

Él arquea las cejas, ese segundo que duró su silencio parecieron horas. Veo algo de problemas en sus ojos, pero cuando vuelve a pestañear, la inexpresividad y serenidad inundan sus ojos. La cicatriz en el borde de u mandíbula que se perdía en su cuello, se pronunció un poco cuando tensó su rostro. Él asintió y dobló hacia la derecha y cruzar un gran salón, miró hacia atrás, directo a mí.

—Por aquí.