La dulce y amable Mia ve su vida trastocada luego una tragedia familiar, la adolescente tendrá que encontrar la manera de convivir con los hijos de su tutora. Y tendrá que tomar una difícil decisión.
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Capítulo 23
Al salir por la gigantesca puerta de madera de la entrada de Swiftkey, siento un alivio enorme y orgullo de mí misma por haber conseguido explicarlo todo sin tartamudear una palabra, por más que hasta la médula de mis huesos se erizara, conseguí mantener la calma. ¡Y el trato está cerrado, no me lo puedo creer!
Armando- ¡Lo hiciste muy bien! Estoy orgulloso de ti, ¡este contrato será muy importante para aumentar aún más el crecimiento de la Empresa!
Lo dice justo después de subir al coche y volver a StaFood, sin poder decir palabra, solo asentí con la cabeza, sonriéndole ampliamente, me siento feliz incluso sabiendo que la Empresa ya es una de las más conocidas internacionalmente, y que no pasaría nada si el contrato no se cerraba.
En cuanto llegamos, volvemos al trabajo, anota de aquí, rellena papeles de allá, agenda citas de aquí, busca café de allá. Después de una larga tarde la jornada laboral por fin termina, lo que me hace sentir aliviada al saber que pronto veré mi cama y dormiré profundamente.
Armando- ¿Nos vamos?
Dice mientras coge su maletín de cuero y se levanta.
Mia- Vámonos, ¡claro!
Cierra su despacho con llave y camina a mi lado por los pasillos, donde los empleados también se dispersan en busca de un ascensor vacío.
Armando- ¿Sabías que tu estilo es genial?
Lo dice de repente, dándome un mini susto, yo que iba distraída mientras caminaba lentamente.
Mia- ¿Mi estilo?
Armando- Sí, tu ropa, tus sudaderas, tus camisetas chulas.
Dice refiriéndose a mi colección de camisetas con dibujos chulos.
Mia- ¡Ah, gracias, el tuyo tampoco está nada mal!
Armando- Creo que el 65% de las veces que me has visto iba de traje.
Mia- ¿Seguro que no es el 89%?
Armando- ¡No exageres, bajita!
Dice dándome un pequeño empujón en broma hacia un lado, lo que llama la atención de algunas personas que estaban cerca y escucho murmullos, como "¡parecen tan cercanos!", dice una de las secretarias, "es verdad, nunca lo había visto tratar así a ninguna asistente, en realidad nunca lo había visto tratar así a ningún otro ser humano", dice otro empleado, justo detrás de nosotros. Armando se da cuenta de los murmullos, mira hacia atrás sin decir una palabra, pero con una mirada de lo más intimidante y rápidamente cesan las conversaciones.
Vale, ¡eso ha sido bastante incómodo!
En cuanto se abren las puertas del ascensor, entro rápidamente y Armando justo detrás, y en segundos el ascensor está repleto de gente y más gente, enseguida se cierran las puertas.
Llegamos al garaje y rápidamente entro en el coche de Armando, intentando que nadie me vea, Armando se limita a observar mi acto, pero dice en cuanto entra en el coche.
Armando- ¿Por qué haces eso?
Mia- ¿Hacer qué?
Armando- He visto cómo has entrado en el coche.
Me quedo en silencio y miro por la ventanilla del coche intentando no tener contacto visual con él.
Armando- ¿Milena?
Dice llamando mi atención.
Armando- Mírame.
Giro la cabeza lentamente hasta quedar totalmente girada hacia él.
Armando- No tienes que hacer eso, no tienes que esconderte, ¡al fin y al cabo no hay ninguna razón para que lo hagas! Para empezar, no tengo por qué dar explicaciones a ninguno de mis empleados, ya podemos empezar por ahí.
Dice mientras gira la llave y arranca el coche.
Sigo callada durante todo el camino, no tengo ganas de decir nada.
Y por fin llegamos y por fin voy a poder encerrarme en mi habitación.
Salgo del coche rápidamente cerrando la puerta con cuidado, mientras Armando pulsa el botón necesario para que el coche se cierre, yo sigo adelante hacia casa.
Armando- ¿Estás bien, Milena?
Dice en cuanto me alcanza.
Mia- Sí, ¡solo estoy un poco cansada!
Cuando en realidad mi mente vuelve a la gente hablando en la empresa.
Armando- Hoy vas a cenar, ¿verdad? ¿O quieres que te despierte otro sándwich asqueroso?
Mia- ¡Ya veremos!
Digo ya con los pies en el porche.
En cuanto llego, dicho y hecho, saludo a todos los que están allí y subo corriendo, me ducho y me tumbo con la cabeza apoyada en la almohada, mis ojos se fijan en la mesita de noche, por alguna razón haciendo que mi mente recuerde que tengo que secarme el pelo... MALDICIÓN.
Tardo 20 minutos en terminar de secarme el pelo, me pongo las zapatillas y una sudadera, y decido bajar.
La cena termina bastante rápido, pero la conversación de todos en la mesa se prolonga unos minutos más, antes de que pueda subir y desmayarme en mi cama.
