Cuando Marion se muda al complejo de departamentos de su familia, se encuentra con su vecino, el playboy Adrián, quien constantemente necesita su ayuda para alejar a sus conquistas de una noche. A medida que su vecindad se desarrolla, la tensión sexual entre ellos aumenta y el juego de ayudar a Adrián se vuelve cada vez más complicado y emocionante. Aunque Marion está decidida a independizarse y enfocarse en su carrera como contadora y en sus pasantías en la empresa de su padre, se descubre a sí misma cada vez más atraída hacia Adrián, y la línea entre la amistad y algo más comienza a difuminarse. Hay mucho en juego para ambos y puede que estén a punto de descubrir que la conexión entre ellos va más allá de la simple vecindad, pero ¿serán capaces de manejar las consecuencias de sus acciones? Sigue a Marion y Adrián en esta emocionante historia llena de romance, risas y intrigas.
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síguele la corriente.
Que más se puede esperar de tu madre un día sábado al mediodía, a.… sí, que te invite a almorzar. Por eso acá estamos, dejando de lado los ricos panchos que pensábamos comer, para estar sentados en un restorán fino esperando a que llegue mi padre. Genial.
Espero que esta vez mi madre no decida que debemos comer porque enserio que solita me desheredo.
Mi madre no pare de interrogar a mi “novio”, yo solo ruedo los ojos con cada pregunta que le hace. Miro la hora como esperando que algún milagro se pose sobre nosotros, pero nada. Veo a mi madre levantarse para ir al baño.
—Compórtense muchachos, ya vuelvo —aclara mi madre como si nos fuéramos a poner a follar en medio del restaurante.
—Discúlpala, es intensa —digo a mi vecino que mira cómo se aleja mi madre.
—No pasa nada —dice con una sonrisa y toma mi mano— ¿Por qué estas tan incomoda?
—Ya verás, apena llegue mi padre hasta te preguntaran donde te gustaría que sea la luna de miel —digo tomando un poco de agua de la copa que tengo en frente.
—Mmm.... por mi te llevo al fin del mundo —dice siguiendo la corriente no mandada por mis padres.
—En este momento me gustaría estar comiendo nuestros panchos para luego hacer el amor en bajo algún árbol —suelto un suspiro.
—Podemos confortar a tus padres y luego te hago lo que quieras donde quieras —dice haciendo que mi mirada se ilumine, soy una pervertida en ascenso.
—Me gusta la idea —digo pensando donde podríamos llevar nuestra aventura amorosa, pero mis pensamientos lujuriosos son interrumpidos por la llegada de mi padre.
—¡Hijita! —dice mi padre al llegar junto a mí, salto de mi asiento como niña y beso su mejilla.
—¡Papi! —saludo con entusiasmo— ¡Por favor, espero que controles a tu mujer! —digo solo en un susurro para que el me escuche, viendo que mi madre se aproxima a la mesa.
—Señor Evans, buenos días —saluda educadamente mi gigolo, tendiéndole una mano a mi padre que la toma mirándome y luego lo mira de nuevo.
—¿Tu eres el novio de mi hija? —pregunto confundido. Mi madre llega a la mesa y saluda mi padre.
—Si, Señor así es —responde siempre con educación dejándome con la boca abierta y algo excitada.
—O valla no lo sabía, pensé que apenas se conocían —dice mi padre.
—¿Ya lo conoces querido? —pregunta mi madre.
—Si, amor. Es el dueño del bar donde celebraremos la fiesta de fin de año con los de la empresa —aclara mi padre, sacando de dudas a mi madre.
—O que bien —dice feliz ella— ¿También celebran matrimonios en tu bar, querido? —ni lerda ni perezosa mi madre, ruedo los ojos y suspiro.
—Mama, es un bar no un salón de fiestas —acato marcando lo obvio. Mi vecino solo rie por los comentarios de mis padres y me mira con diversión.
—No, pero podemos hacer una excepción —dice el muy campante y tengo canas de estrangularlo.
—¡Adrián! —exclamo viendo que piensa llevarles la corriente a mis padres. Se ríe y mis padres lo imitan.
—Para aclarar sus dudas, estoy enamorado de su hija, me gusta y disfruto pasar tiempo con ella, pero recién nos estamos conociendo —aclara y mira a mi madre—, no descarto una boda, pero primero tendría que convencer a mi novia de ello —finaliza mirándome, ruedo los ojos.
—Vas a tener que hacer mucho para convencerme, gigolo —digo mirándolo fijamente.
—Lo que sea, princesa —murmura y besa mis dedos.
Mi madre suspira y pide la carta al mesero, como siempre no nos salvamos de que ella se encargue del menú, dejándonos a nosotros la elección del vino.
—Por cierto, hijo ¿Te gusto el vino que te mande con mi hija? —pregunta mi madre luego de hacer el pedido de nuestro almuerzo. Inmediatamente me sonrojo.
—¿Qué vino? —pregunta mi vecino mirándome, mis mejillas arden.
—No me digas hija que no se lo has dado —dice mi madre con un tono algo enfadado.
—De hecho, lo tomamos juntos, mirando una película —rectifico rápidamente antes de que mi madre me quiera matar por quedarme con el vino, mi vecino me mira y se ríe, soltando una carcajada.
—Ya lo recuerdo casi pierdo mi nariz esa noche —ríe recordando como de un culazo su nariz comenzó a sangrar. Reímos mirándonos y él se acerca para tomar mi rostro y besar mis labios sorpresivamente.
Me quedo anonadada por su acción y miro a mis padres que nos miran encantados. Suspiro, qué más puedo hacer si ya lo aceptaron como al padre de sus futuros nietos.
El mesero vuelve con nuestro pedido y de ahí solo me dedica a comer mientras mis padres hablaban con mi gigolo. Mi mente esta entre que me escapo o sigo escuchando como planean mi vida y para colmo de males mi vecino les sigue el juego. No sé si pensar que es un santo por aguantar a mis viejos o un cretino por discutir los nombres que le pondríamos a nuestros hijos.
Ya suficiente tengo con este par y ahora se le suma a la ecuación, mi novio. Que encuentra divertido ponerle de nombre “Mariano” si es varón o “Adriana” si es niña. ¡Dios! en que lio me he metido, jodete por calentona, grita mi conciencia.
Terminamos de almorzar y a la hora del postre me escapo al baño para relajarme un rato de tanta futura planeación. Tengo mis manos recargadas en el lavado mientras respiro mirando las canillas.
—¿Escapando? —escucho la pregunta de mi gigolo a i espalda, volteo para mirarlo.
—¿Estás loco? ¿Qué haces? —pregunto mirando hacia la salida del baño, él se ríe y se acerca a mí, toma mi rostro y me besa sacando todo el oxígeno que recorre mi cuerpo.
Mis manos se enredan en su cuero cabelludo atrayéndolo más a mí. Jadea sobre mis labios y baja sus manos a mi trasero presionándolo, demostrando lo caliente que esta, al igual que yo.
se separa de mis labios y apoya su frente en la mía, los ojos sin abrir, respirando para calmar su cuerpo. Lo imito, también necesito calmar mi cuerpo, mi mente.
—Princesa, respira y diviértete —habla abriendo sus ojos, enfocando la mirada en la mía—, llevarles la corriente a tus padres hace más pasable el momento, no te mortifiques.
—No es fácil para mi —farfullo pegando mi rostro en su pecho.
—Lo sé, pero no estás sola —dice tomando mi rostro para que lo mire—, entiendo que puede ser fastidioso que quieran manejar tu vida, pero puedes hace de cuenta que correspondes a su pedido sin la necesidad de amargarte tanto.
—Eso me dejaría en la posición que no deseo y de verdad que amo mi trabajo como para solo dedicarme a ser la ama de casa que ellos quieres —aclaro; veo la confusión en sus ojos—. Ellos quieren que tenga un marido que se haga cargo de su empresa y yo me dedique ser de niñera. No es mi plan de vida, quiero demostrarle que yo también puedo estar al frente de la empresa como cualquier hombre, y que dejen esas ideas machistas de lado, necesito que reconozcan y valoren que soy buena ejecutiva.
—¿Por eso tu cara de terror cuando hablamos de matrimonio? —pregunta, sin soltarme.
—Lo que me aterra es que mi supuesto marido quiera lo mismo que mis padres —aclaro.
—Se supone que te aseguras de que no sea así antes de dar el si —murmura pensativo—. Suerte que tu actual novio tiene su propio emprendimiento que no tiene nada que ven con inmobiliarias.
—Pero si sigues llevándole la corriente, terminaras siendo el presidente de la empresa, aunque no quieras —remarco y beso sus labios—. Volvamos antes de que mi madre venga a buscarnos.
Sonríe y toma mi mano para salir del baño en el preciso momento en que mi madre hace acto de presencia.
—Estos jóvenes de hoy en día no pueden contener sus hormonas —increpa negando, mirándonos en modo acusatorio.
—Deja de crear imágenes que no corresponden, madre —aclaro—. Necesitaba hablar con mi novio sin que estén planeando de qué color serán las servilletas de nuestra supuesta boda.
—Hay hijo, creo que la dejaste insatisfecha para que siga así de amargada —farfulla mi madre dejándome con la boca desencajada, y mi vecino riendo a pata suelta a la vez que mi madre voltea para volver a la mesa.
—No te rías —lo empujo enfadada.
—Lo siento, princesa —dice todavía riendo, me abraza por los hombros y besa mi mejilla arrastrándome de nuevo al comedor—. No pude evitarlo
Me siento y por un momento me olvido del mal trago y disfruto del postre. Al terminar, nos despedimos de mis padres y decidimos que es buena idea volver al departamento y ver alguna película y quizás comer algunas palomitas. Palomitas, guiño, guiño.
Felicidades
me encantó
me encantó
bien escrita candente sin enredos