Libido

Ramsés estaba terminando su trabajo pendiente sentado en la sala de su casa.

Por su parte, en la habitación, Michelle se arreglaba el cabello para su salida. Después de veinte minutos, al fin estuvo lista, entonces se fue a la sala a despedirse de su esposo.

—Últimamente, te la vives en la calle —soltó Ramsés como despedida.

Ella ignoró el comentario de su marido y salió de la vivienda. Nunca imaginó que serle infiel a Ramsés sería tan sencillo, pues el tipo ni siquiera se preocupaba a dónde iba o con quién. Por otro lado, estaba la aventura que tenía con Elián Baillerés, se suponía que serían cuatro encuentros como máximo, pero cuando él le extendía otra invitación, ella simplemente no podía negarse, pues muy independiente de lo sexual, la compañía del señor Baillerés era muy agradable.

Mientras ella seguía sumergida en sus pensamientos, el conductor de su transporte la llamaba para decirle que habían llegado a su destino. Casi una hora y media había pasado, pero entendía que si se iba a ver con Elián, debía ser en un lugar donde nadie los reconociera.

—Lo siento —dijo ella al conductor, le pagó lo establecido y luego salió del auto.

Después entró a una pequeña cafetería, le dio un vistazo a todo el lugar y pronto pudo ver al señor Baillerés sentado en una de las mesas. Ella se acercó y en cuánto sus miradas se cruzaron, una especie de calidez inundó su pecho. Michelle era consciente que eso solo se trataba de una aventura, pero quizá en otras circunstancias, ella y el señor Baillerés hubieran sido muy buenos amigos.

—Señora Lacari.

—Señor cuervo —respondió ella con burla. Luego tomó asiento.

—¿Cómo le va en su vida de perfecta esposa abnegada? —preguntó Elián con una sonrisa.

—Bien, ¿y cómo le va a usted con su vida de despiadado jefe? —cuestionó Michelle, pues Ramsés se quejó hasta el cansancio de él, porque en esos últimos días estaba recibiendo el doble de trabajo.

—Creo que he perdido un poco el toque, ya no soy tan desalmado como era hace un par de meses —Elián se burló.

—Señor Baillerés, estoy segura de que mi marido quisiera agarrar todos los planos y meterlos a su trasero —dijo ella con burla.

—Auch, el señor Lacari si es muy mal hablado. —Elián fingió preocupación.

—Solo le aconsejo que mantenga su trasero lejos de Ramsés —dijo Michelle con burla.

—Buena idea —atinó a decir Elián.

—Ahora, ¿dígame qué necesita? —Michelle se puso seria—. ¿Para qué me cito a este café que queda a hora y media de mi casa?

—Solo quería compartir una buena charla, acompañada de una taza de café, y una rica comida —confesó Elián con simpleza, y miró alrededor del lugar. Para después, extenderle a Michelle una carta donde venía el menú del establecimiento.

—Gracias, pero no tengo hambre, al menos no de comida —soltó Michelle con inocencia. Mientras tenía la mirada fija en la carta del menú.

—Señora Lacari, hará que me ruborice, le recuerdo que estamos en un lugar familiar —dijo él escandalizado.

Michelle se quedó procesando por un momento lo que había dicho Baillerés, hasta que al fin su mente captó el doble sentido.

—Oiga, usted tiene una mente muy sucia. —Michelle no pudo evitar soltar una carcajada

—O usted tiene una muy inocente —refutó Elián.

—Señor Baillerés, mi mente es un nido de cochambre.

—Entonces apurémonos con la comida —la voz de Elián sonó ronca, pues por su mente pasó todo lo que haría cuando estuviera a solas con ella.

—Bien —respondió Michelle ruborizada, sintiendo la intensa mirada que le dedicaba Elian.

Después de ordenar, fue el turno de Michelle de exponer sus interrogantes.

—¿Por qué mi esposo tiene varios años trabajando para la compañía de su padre y yo no lo conocía? —preguntó ella justo cuando la camarera se retiró.

—Está hiriendo mi corazón, señora Lacari —dijo Elián con una sonrisa—. Nosotros ya nos habíamos visto antes.

—No, no lo creo, yo he estado en todas las cenas y festejos que organiza la compañía…

—Y tiene una buena amistad con mi padre —aseguró Elián.

—Así es, también con Elías —afirmó Michelle, con mayor curiosidad con saber el porqué el hijo mayor del señor Enzo, no fue presentado antes en la empresa.

—Digamos que no tengo muy buena relación con mi padre, y menos con Elías—resopló.

—¿Por qué no?

—Elías es mi medio hermano, yo soy algo así como el hijo no deseado que mi padre tuvo por malos métodos anticonceptivos y para darle otro dato curioso, la mujer que tiene el señor Baillerés en estos momentos no es mi madre —explicó enseriado. Pero algo dentro de él quería desenmascarar a su padre y mostrarle a Michelle que la imagen de hombre perfecto con la que, Enzo, siempre iba no era más que una vil mentira.

¡Oh! —exclamó Michelle arrepentida por ser tan imprudente.

—Sí, prácticamente yo no era parte del 'contrato' que mis padres pactaron, ya sabe matrimonios arreglados y esas cosas. Así que cuando al fin pudieron divorciarse, traté de estar lo más lejos posible de él, no quise nublar su felicidad.

—Ok. —Michelle podía hasta palpar el resentimiento y dolor con el que hablaba Elián.

—No pasa nada, sí mi madre ya lo superó, ¿por qué nosotros no? —Él le dedicó a Michelle una sonrisa torcida.

—Hay muchas cosas que no sabía del señor Enzo —confesó Michelle incómoda.

—Digamos que hasta el gran Enzo Baillerés tiene sus trapos sucios.

—Entiendo —Michelle soltó un suspiro.

—Cambie esa cara, señora Lacari, no ponga en su espalda cargas que no son suyas —Elián extendió su brazo al frente para acariciar el dorso de la mano de Michelle.

La joven mujer apretó la mano de Elián.

—Lo siento mucho —dijo ella imaginando lo difícil que debía ser estar en una situación así.

—No pasa nada —aseguró él—. ¿Está llorando? —preguntó preocupado.

—Sí, lo siento, yo soy muy sentimental con estas cosas —confesó Michelle sintiéndose cómo una tonta.

—No tiene porque disculparse —aseguró él, extendió su otra mano para limpiar las pequeñas lágrimas que caían por la mejilla de Michelle.

—Bueno… Yo sé lo que es tener un padre ausente y sé que no se siente nada bien —explicó ella, luchando por dejar de llorar.