La última bocanada de aire se le escapó a Elena en una exhalación tan vacía como los últimos dos años de su matrimonio. No fue una muerte dramática; fue un apagón silencioso en medio de una carretera nevada, una pausa abrupta en su huida sin rumbo. A sus veinte años, acababa de descubrir la traición de su esposo, el hombre que juró amarla en una iglesia llena de lirios, y la única escapatoria que encontró fue meterse en su viejo auto con una maleta y el corazón roto. Había conducido hasta que el mundo se convirtió en una neblina gris, buscando un lugar donde el eco de la mentira no pudiera alcanzarla. Encontrándose con la nada absoluta viendo su cuerpo inerte en medio de la oscuridad.
¿Qué pasará con Elena? ¿Cuál será su destino? Es momento de empezar a leer y descubrir los designios que le tiene preparado la vida.
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Capitulo XII La estrategia del contra ataque
A la mañana siguiente, Elena estaba sentada a la mesa del desayuno, pero no por la comida. Sobre la porcelana de Alistair, extendió la invitación de la Baronesa Valeska y la observó como si fuera un mapa de batalla.
La Señora Hudson, alertada por Mary de la misiva de la Baronesa, se encontraba de pie, con la expresión más tensa que Elena le había visto.
—Mi Señora, esto es una trampa —dijo la anciana, sin rodeos—. La Baronesa Valeska no la ha invitado por amabilidad. Ella sabe que usted no domina las sutilezas de una reunión privada.
—Lo sé —confirmó Elena, deslizando el dedo sobre el elegante papel. Había aprendido en su vida anterior que el enemigo más peligroso es el que se presenta con una sonrisa—. El ataque en la plaza fue frontal y obvio. Este es un ataque interno, diseñado para exponer mi falta de conocimiento de la base de datos social.
La Señora Hudson la miró, extrañada por la jerga, pero asintiendo ante la precisión del análisis.
—En un salón de damas, la conversación se centra en la genealogía, la caridad, la gestión de la servidumbre y los rituales estacionales. Temas que la Baronesa puede usar como exámenes sorpresa. Si usted no responde correctamente, si duda o si usa una de sus… expresiones químicas, la Baronesa se asegurará de que usted parezca una demente frente a las mujeres más influyentes del reino.
Elena golpeó la mesa con el dedo.
—Entonces, este es el plan, Señora Hudson. Hoy no hay tiempo para modales. Necesito una sesión intensiva de datos.
Elena tomó la iniciativa, con la energía de una ejecutiva a cargo de una crisis.
—Primero: Genealogía. Necesito saber la historia del matrimonio Alistair, la ascendencia de la Baronesa y, lo más importante, las conexiones políticas de las damas más importantes de la corte. No los chismes, sino los hechos duros que demuestran quién tiene el poder real.
—Segundo: Caridad y Gestión. Dame un curso rápido sobre la caridad aceptable. No puedo sugerir construir un hospital con tecnología moderna. ¿Qué tipos de donaciones esperan? ¿Y cómo manejo a los criados sin parecer una tirana o una amiga?
—Tercero: Armadura y Coartada. Vestido más sobrio pero caro. Nada que grite "extranjera". Y si me hacen una pregunta imposible, usaré mi amnesia como mi escudo final. Diré que la pregunta es demasiado reciente o que la memoria de ese hecho se ha borrado permanentemente.
La Señora Hudson se sintió por primera vez verdaderamente útil para la nueva Condesa. No estaba enseñando a una niña caprichosa, sino instruyendo a una líder estratégica.
—Entendido, mi Señora. Usted tiene la estrategia. Yo tengo los datos. Nos centraremos en la defensa genealógica y en los temas de caridad —dijo la anciana, con una extraña chispa de emoción en sus ojos severos.
Mientras la Señora Hudson se apresuraba a buscar tomos de historia familiar y listas de donaciones, Elena se permitió un momento de reflexión. No era Lían quien estaba en juego, sino su segunda vida. Y no pensaba permitir que una Baronesa celosa y un estúpido corsé la enviaran de vuelta a la oscuridad.
Alistair, que había entrado discretamente, había escuchado el final de la conversación de las dos mujeres, la palabra "Baronesa" y "trampa" fueron suficientes.
—¿Una reunión de damas? —preguntó, su voz tensa—. Valeska no la invitaría si no quisiera verla sufrir, Elena. Es mejor que rechace la invitación.
Elena se giró y lo miró con firmeza.
—No, Conde. Si rehúso, le confirmo que soy débil y que sus sospechas son correctas. No estoy aquí para esconderme. Estoy aquí para ganar.
—Esto no es un juego, Elena.
—Para mí lo es. Una partida de ajedrez donde el tablero es la sociedad y la pieza central soy yo. Si no demuestro que soy una Condesa digna en cada interacción, usted tendrá la justificación moral para divorciarse de mí.
Alistair se acercó a ella, sus ojos grises buscando el engaño que no terminaba de encontrar.
—De acuerdo. Vaya a esa trampa. Pero tenga esto en cuenta, Condesa: Si regresa humillada, no la defenderé más. Su semana de prueba termina con esta visita.
Elena entendió la gravedad de sus palabras. Él le estaba dando una última oportunidad y no habría redención si fallaba.
—Entendido, Conde. El resultado de la negociación será positivo —respondió ella, inclinando la cabeza con una calma que desarmó por completo la furia de Alistair.
Media hora después, vestida con un vestido de corte impecable y con la mente llena de hechos sobre genealogía real, Elena subió a un carruaje con destino al salón de la Baronesa Valeska. Iba a la guerra.
Aunque Elena se sentía segura, en el fondo sabía que la Baronesa no se detendría en su empeño por dejarla en una posición incómoda delante de la sociedad y en especial delante del conde, ella sabía que este era apenas el principio de una larga batalla y que esperaba poder ganar mezclando sus conocimientos del pasado, así como la astucia que empezaba a desarrollar en esta nueva vida.
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