Salvador Toledo hereda la empresa de su padre y en ella conoce a la joven secretaria de presidencia, quién ya trabajaba con el difunto. Al tomar las riendas del negocio, una sola cláusula marcaba la obligación del nuevo jefe: no despedir a Isamar Macip.
La pelinegra de ojos oscuros estaba nerviosa por conocer al nuevo dueño, pero más que nada por lo que depararía su futuro con respecto a su puesto de trabajo.
Al conocerse personalmente, comprendieron el porqué de todo. Isamar es una excelente secretaria y anticipa los deseos del CEO, así que Salvador comprende el pedido de su padre; y ella deja de temer cuando él le asegura, con un contrato laboral, tres años más en la empresa.
Pero, ¿qué pasará cuando el secreto del cuarentón sea descubierto por culpa de su asistente?, ¿O qué pensará Isamar cuando el mencionado anteriormente le pida algo inaudito?
¿Ella aceptará por miedo a ser despedida o el CEO aprovechará, la que tal vez es, su única oportunidad?
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El plan de María
Narradora
Mientras que Salvador está en la habitación, María continúa acompañada del doctor,en su consultorio; en silencio... O eso, es hasta que ella decide cortarlo.
—¿Cuál es el siguiente procedimiento?
— Su hijo nos traerá su sem€n y nuestras doctoras científicas buscarán, con un microscopio, la posible vida de esos espermatozoides. De allí, separan a los mejores y, Salvador, decide si congelarlos o buscar a una mujer que acepte inseminarse.
—Ya tenemos una candidata.— asegura ella.
—Cuando deseen, pueden traerla para examinarla. Debemos asegurarnos que no sufra enfermedades graves, que puedan dañar el futuro feto.
—Es sana. Le aseguro. Ella no necesita análisis.
El doctor la mira con seriedad, pero suspira y asiente. Sabe que su paciente está viviendo en otro país y puede que allá ya hayan buscado a una madre de vientre de alquiler.
La idea de María es magnífica, según ella. Pero la verdad, es que llevar ese procedimiento a cabo puede ser más difícil de lo que imagina.
Una enfermera va en busca del CEO y él sale, con una enorme sonrisa y arreglado, como si no hubiese pasado nada. Le entrega su prueba y la acompaña hacia el consultorio del doctor Simons.
—Señor Toledo, en cinco horas puede recibir sus resultados. Debe venir para hablar en ese momento.
—Bien.— Él asiente y se levanta, siendo seguido por su madre.
Deja a María en el departamento y va hacia la empresa para aprovechar esas horas allí, revisar los documentos personalmente, ver a sus empleados, cerciorarse de que su amigo esté haciendo un buen trabajo, etc. Mientras que su madre, se ducha y llama a Isamar.
—Querida, ¿cómo estás?— consulta.
—Bien, trabajando. ¿Tú?— dice susurrando.
—¿Por qué hablas en voz baja?
—Porque Juan está con unos clientes en la oficina y no quiero que me escuchen.
— ¿Él te dejó fuera?— cuestiona con el ceño arrugado, aunque Isamar no puede verla, obviamente.
—No, me invitó e insistió muchas veces, pero no quise ser atrevida. Él es el jefe ahora.
—No, cariño. Tú eres la jefa— le recuerda lo que Salvador le había dicho—, él solo seguirá siendo el asistente de mi hijo. Tú mandas.
—Lo sé, Salvador me lo dijo, pero...
—¿Cómo llamaste a mi hijo?— la interrumpe bastante emocionada por dicha confianza.
—Salva... —Isamar se da cuenta que María no es su jefe y que con ella aún debe mantener cierto profesionalismo a la hora de hablar de Salvador.— El señor Toledo...
—Me encanta que sean cercanos.— la vuelve a interrumpir.— Salvador será dichoso al escuchar su nombre en tus labios.
—Él me pidió hace una hora que lo llame por su nombre, lamento si a usted le molesta. Lo trataré formalmente.
—¿Hace una hora?— cuestiona confundida porque en ese momento hubiesen estado en la clínica y jamás lo vio en una llamada.
—Sí, me dijo que estaba haciendo ejercicio y que lo tutee.
María, cayendo en cuenta de lo que quiso decir su hijo, abre los ojos sorprendida, al igual que su boca.
Se ha quedado muda, totalmente.
Ahora sabe que su único hijo ha tenido suficiente inspiración para tremenda prueba de vida. Y, sin dudas, debe organizar absolutamente todo para llevar a sus posibles nietos a México, donde la futura madre los espera.
—María, ¿estás ahí?— cuestiona Isamar.
—Sí, sí, querida. Estaba comiendo— miente.—Entonces, ¿mi hijo te dijo algo más?
—No, para nada. Además, la llamada se cortó de repente.
—¿Sabes por qué?
—Estaba haciendo ejercicio— repite—, se le oía agitado, así que se habrá quedado sin batería, se le habrá caído el celular, o pasó algo más.
—Mi hijo tan deportista— dijo con disimulado sarcasmo, mientras voltea los ojos— Ni así deja de hablar de trabajo, contigo.
Sabe que él tiene un gimnasio,, pero es obvio lo que hacía. Ella estaba junto a él, acompañándolo a su revisión médica, al conteo de sus espermatozo¡des. Aunque, obviamente, Isamar no lo sabe, ni sospecha.
Después de hablar unos minutos más con la secretaria, cortan la llamada y le envía un mensaje a Juan, avisándole que deben hablar urgentemente.
El asistente, al ver ese mensaje, pausa la reunión, sale para pedirle a Isamar que la continúe, con la excusa de que es algo familiar; y entra a la pequeña cafetería que tienen las secretarias de ese piso para ofrecerles bebidas a los invitados o jefes. Sin embargo, no le pasa la llave de tranca.
Al presionar el botón de llamada, la misma repica una sola vez, siendo atendida enseguida.
—Señora Toledo, ¿en qué puedo ayudarla?
—Te necesito despierto, disponible y con poder de convencimiento.
—¿Qué pasa?
—Hemos venido con Salvador a ver al doctor Simons...— hace una pausa y no escucha preguntas de qué ha pasado, ni alguna parecida, así que puede confirmar que el asistente también sabe del problema de su hijo— No te sorprende esa información.
—En realidad no. ¿Cuál es la urgencia?— no quiere ser desubicado con la señora, pero tampoco hablar de más.
—Necesitamos a una mujer que soporte el proceso, y de paso a mi hijo. Aunque, mi idea es que sean también pareja. No quiero tener nietos con padres separados o de una mujer que alquiló su vientre.
—No creo poder ayudarla.
—Lo harás Juan. Tienes que hablar con Isamar. Ella es fuerte, cariñosa y sé que jamás dejaría a su hijo solo.
—¿Usted me pide que la convenza a ella de traer los hijos de Salvador al mundo? ¡Está loca! Me matará con a penas insinuárselo.
—Dile que mi hijo no puede tenerlos por el método natural, que tiene la leche vencida y que voy a morir. Eso la hará aceptar.
—Claro, así cualquiera aceptaría. Usted no puede morir sin ver a sus nietos.— dice son sarcasmo, mientras voltea los ojos.
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