Giiuseppa Lo Vasto fue una leyenda en el mundo del crimen: elegante, letal, y temida hasta por los más poderosos. Sabe de moda, de seducción y de poder. Gobernó su cartel con inteligencia y mano de hierro… pero, al final, todo ese imperio se sintió vacío. Cansada de tanta sangre y traición, decide poner fin a su vida con una sola bala, preguntándose en sus últimos segundos qué habría sido de ella si hubiera elegido otro camino.
Despierta en un nuevo cuerpo. El de Aurora Rossetti una millonaria joven de 21 años, insegura, manipulada por su supuesta mejor amiga, y destruida emocionalmente por una traición que la llevó al suicidio. Ahora Giiuseppa tiene una nueva vida, una nueva cara, y una nueva misión: reconstruir a Aurora desde las cenizas, cobrar venganza en nombre de la joven que no pudo defenderse... y vivir, por fin, con dignidad.
Pero su pasado oscuro, su astucia afilada y su instinto de supervivencia no desaparecen. Esta vez, renacerá para hacer las cosas bien.
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Almuerzo
Los ojos de Aurora se abren de par en par mientras observa la sonrisa juguetona en los labios de Luca. Este la detalla y se acerca más a ella.
—Estás preciosa. El rostro de la joven es serio y tiene los brazos cruzados sobre el pecho, aunque por dentro grita como una niña emocionada.
—¿Qué haces aquí? —pregunta con una ceja levantada, mientras él la imita con falsa molestia.
—No, no, señorita, ¿me puede decir por qué no ha comido? Ella solo suspira, resignada.
—Tengo mucho trabajo— suspira cansada. —Él niega una y otra vez, coloca el paquete en el escritorio y acerca una silla a la de ella.
—Excusas. Vamos a comer. Pero primero... La toma de la cintura y la besa, robándole el aliento. El cuerpo de ella tiembla por el montón de sensaciones que la invaden en ese momento.
Al separarse, ella suspira y él le acaricia el rostro.
—Hasta aquí puedo sentir tus mariposas en el estómago —sonríe con picardía, y ella hace un puchero de manera inconsciente.
—Eso es hambre —suelta ella y se sienta, encontrándose con dos envases de aluminio con lasaña. Sus ojos brillan; le encanta esta comida.
—Huele divino —murmura la rubia al ver la deliciosa comida. Él saca las bebidas y se sienta más a su lado para comer con ella.
—Me estás asustando, ¿sabes? No te basta con mandar a vigilarme, ¿ahora también desconfías de tu guardia? Luca niega riendo.
—Él te cuida, no te vigila. Y yo solo quería verte —dice mientras limpia una mancha de salsa de su inmaculada mejilla.
—No somos... No la deja terminar la frase y sonríe.
—Deja de mentirte, cariño. ¿Cuándo hablamos con tu padre? Su pregunta hace que ella se atragante, y él se ríe.
—¿Qué le dirás? ¿"Hola, soy el acosador de su hija, ah, y también la competencia"? Él solo sonríe, divertido.
—Come con tranquilidad. Le diré que quiero que mi madre diseñe tu vestido de novia. Solo eso —suelta, y se ríe por la cara pálida que coloca la joven.
—Luca, no te atrevas. Antes de ganártelo a él, debes ganarme a mí. Luca sonríe y se acerca para besarla. Es un beso lento y luego intenso. Se separa y la observa fijamente.
—¿Ves? Ya te gané, porque de lo contrario estaría herido.
—¡A la mierda! —murmura antes de besarlo como desesperada. Hunde sus manos en su espeso cabello y se aferra a él como a su tabla salvavidas. Por un momento se le olvida dónde están y que es posible que alguien los vea y malinterprete todo.
A ella se le olvida que no es la experimentada Giuseppa, sino una joven intérprete de poca edad. Baja sus labios a su cuello, mientras él deja escapar un gruñido suave cerca de su oído. Pero entonces la razón lo golpea y se da cuenta de dónde están.
—Cariño... —Ella abre los ojos, y él sonríe.
—Entonces, ¿eso es un sí? —su pregunta la hace estallar en risas.
—¿Sí a qué, exactamente?
Luca sonríe con picardía y le susurra:
—Sí, a ser mi novia, mi reina y la futura señora Grimaldi. Los ojos de Aurora se abren desmesuradamente, y niega.
—Que yo recuerde, no he recibido tal propuesta. Aurora se sorprende al verse sentada en las piernas de él. Trata de alejarse, pero él la sostiene con una mano en el centro de su espalda.
—¿Quieres ser mi novia, preciosa, mi reina y...?
Ella lo besa de nuevo. Sus manos le acarician la espalda, y las de él permanecen en la suya.
—Dejémoslo en "novia" primero. Y sí, quiero ser tu novia, repartidor de pizza.
Ahora es él quien sonríe. Esa mujer saca su lado más espontáneo y vuelve a besarla.
—El verde no es tu color —se burla ella de nuevo, y él levanta una ceja.
—Si no te gusta mi uniforme, me lo puedo quitar. De inmediato, las mejillas de la joven se tiñen de rosa, y su corazón se acelera.
—Tonto... Él la pega más a él, mete la nariz en su cuello, aspira su aroma y luego deja un beso delicado allí.
—Por fin te tengo así... Su voz es baja y ronca, tanto que le eriza la piel.
—No puedes decirme eso, Luca. Él la observa y besa la comisura de sus labios, mientras su cuerpo se calienta.
—También me está matando tu aroma a lirios frescos... y ese vestido que me vuelve loco —junta sus frentes mientras ambos respiran como si hubieran corrido una maratón. Él trata de calmarse y sonríe.
—Termina de comer, bonita. Ella alisa su falda y se sienta una vez más. Esta vez, él es quien corta un trozo de lasaña y se lo da en la boca. Un sonido de satisfacción sale de sus labios.
—Puedo hacerlo sola. Sy nariz se arruga y funce sus labios. Él asiente, riendo.
—Es cierto, pero quiero hacerlo yo.
La comida en los platos de ambos se acaba y él recoge todo mientras ella se ríe de él.
—El gran Luca Grimaldi, de repartidor y mesero. Él sonríe, orgulloso, y cierra la bolsa con los desechos.
—Por mi reina, lo hago. Las mejillas de ella vuelven a colorearse, y eso a él le encanta.
—Ya debes irte, Luca —le recuerda, y él frunce el ceño, como si no entendiera.
—¿Quién es Luca? —sonríe.
—Señor repartidor, debe irse. Él vuelve a negar.
—Mi amor... —murmura.
—Sí, dime. La manera en la que lo dice le hace tomarla de la cintura.
—Ya no soy Luca. Soy tu novio. Ella hace una expresión de comprensión.
—Cierto. Debes irte, cariño. Él solo sonríe sintiendo su corazón desbocado, moviendo la cabeza, no muy convencido.
—No es "mi amor", pero casi. La besa de manera intensa, fundiendo sus lenguas en una sola. Al separarse, toma la gorra y se la coloca para cubrirse un poco antes de salir.
—Llámame, preciosa. Sale, y el guardaespaldas espera en la puerta. Luca lo observa, y él asiente.
—Aún no han regresado todos. Puede salir. Luca toma las escaleras de emergencia y se marcha como si nada. Debe devolver el traje y el gafete del repartidor con el que pudo entrar.
Hablando de otro tema, pienso que Aurora no debería contarle a los papás quien es ella en realidad, para que causarles ese dolor? tal vez a Luca, ya que él no conoció a la verdadera Aurora y no sufriría esa perdida. 🧐🤔🇨🇴
hay que hacerlos sufrir a todos