Oscuro Amor

Estamos en un castigador y pesado silencio, algo que me está volviendo loca. Loca por no saber qué hacer o decir, no quiero dar un mal paso. Isaac me ha dicho que me siente con su más delicado tono, por cierto, eso es mentira. Cuando me senté después de su grito, él se dispuso a caminar de arriba hacia abajo, con él cejo fruncido y pellizcaba su labio inferior con su dedo pulgar y él índice, el característico movimiento que hace cuando está pensando en algo furioso.

— ¿Y.…? —digo rompiendo el silencio. Su rostro gira bruscamente a mi persona después que se para en seco y

me mira.

— ¿Qué quieres? —me pregunta con molestia. ¿Es idiota o se hace?

Intento controlar mis pensamientos.

—Lo siento, pero usted me ha llamado. —le informo.

—Sí, ¿Y?

Vamos, Eider. Contrólate, no dejes que su arrogante comentario te saque de las casillas.

—Yo...tengo trabajo que hacer y... —antes de que siga hablando él me arroja un sobre y este aterriza en el suelo frente a mí. Me agacho y lo tomo, es un sobre de papel color beige y en el centro está escrito en letra cursiva color dorado muy elegante, el nombre del Sr. Ferragni y el mío. Estoy confundida. — ¿Qué es esto?

No me había dado cuenta que él había vuelto a caminar de arriba hacia abajo y vuelto a tironear su labio.

Él se detiene, nuevamente. Me mira con recelo amargo y dice:

— ¿Acaso eres ciega y no sabes leer, Eider? Lo siento, pero a veces se me olvidan tus defectos e intento tratarte normalmente.

Oh, dios mío. Ferragni. Estoy cansada así que me entró por un oído y me salió por el otro.

Hago una mueca a sus espaldas.

—Es una carta, pero ¿de qué trata? —pregunto.

Él suspira con cansancio.

—Ábrela, es una invitación.—me informa, y esta vez es con delicadeza. —Roberts nos ha invitado a una fiesta que celebrara el progreso del proyecto.

— ¿A mí y a ustedes?...¿juntos? —murmuro despistada mientras leo la invitación.

—Si, a los dos juntos. ¿Tienes un maldito problema con eso, Eider? —me pregunta elevando su voz, ahora se encontraba frente a su escritorio apoyando sus dos manos en la madera e inclinándose hacia delante.

—No, pero tal vez usted sí.—digo metiendo la invitación con cuidado dentro del sobre.

— ¿Disculpe? —escupe con incredulidad.

—Yo solo digo que...

— ¿No te gustaría ir conmigo, Eider? —me pregunta con...dios mío, con dulzura. Me lo pregunta tan inocente que mi piel se eriza y no puedo quitar mis ojos de los suyos.

—N-No me malinterprete. Yo no quería decir... —corro la mirada de la suya para poder decir lo que debo, porque mirándole directamente no podía. —Yo sólo pienso en usted.

Él sonríe con arrogancia.

— ¡No!, no, no es eso. Yo quería decir, dios mío, yo no quería decir eso...no pienso de esa manera. —mis palabras se vuelven a entreverar por si solas. No entiendo que quiero decir, así que solo respiro una vez y organizo mi cabeza. — Pienso que usted no quiere ir conmigo, y pensé que podríamos ir por separado.

Isaac no dice nada, se limita a mirarme, pero luego sonríe y se aleja del escritorio.

—Piensas, piensas y piensas. Aunque dudo de eso. —aprieto mis dientes. —No tengo opción, así que será una tortura, pero iremos juntos.

— Yo puedo hablar con el Sr. Roberts. Decirle que tenemos mucho trabajo y que nuestros horarios no coinciden... — él comienza a mirarme con atención. — Él lo entenderá ya que sabe sobre mis horas en el museo, así que, creo que no...

— Ya deja de decir tantas estupideces. — me calla, haciendo un gesto con la mano, luego la vuelve a poner dentro del bolsillo de su pantalón. — La fiesta es el viernes, así que pasare por ti...

— Sr. Ferragni...

— Pasare por ti después de las siete.

— No es necesario. — intento, pero él hace caso omiso de mis palabras. No sé el porqué de su tanta insistencia...podría jurar que él no me quería ni a cinco metros de distancia. Si era posible ni en el mismo edificio. Entonces, ¿Por qué insiste tanto?

— Es todo, Sr. Johnson. Puedes irte. — me ordena, se sienta en su silla y comienza a teclear algo en su ordenador. — Tengo trabajo que hacer y sigues aquí, vete. Estorbas.

Estoy por irme, pero recuerdo que aún tengo la invitación en la mano, estoy por dejarla sobre el escritorio, pero el Sr. Ferragni me detiene.

— Llévala, no la necesito. Procura cuidarla.

Asentí sin que él me viera, me acerqué a la puerta y salí. Cuando estuve afuera dejé escapar un gran suspiro. El gran peso en mis hombros cuando hablaba con él no se iba tan fácilmente. Lo cual era algo molesto, sentía todo mi cuerpo doler. Faltaba pocos días para que llegara el viernes así que estaba emocionada. Ya estuve en varias fiestas de mi jefe y siempre las hace en su casa o sino en uno de los museos. Agradecería mucho que esta vez sea en su casa, él tenía cuadros de distintas épocas y de años anteriores que amaba admirar cada vez que estaba ahí.

Pero lo mejor era su colección de los trajes y máscaras más caras y con historias de los carnavales de Venecia. Oh, dios, esos trajes sí que eran algo bueno para admirar. No podía esperar para el viernes...pero el mal gusto en mi estómago sobresalía sobre mi alegría.