Luana Martínez es una joven de 23 años que ha dedicado su vida a la repostería, siguiendo los pasos de su madre en la pastelería familiar. A pesar de ser sociable y tener un fuerte vínculo con su hermano Mike, Luana es reservada y prefiere la tranquilidad de su hogar a las fiestas. Su vida da un giro inesperado cuando recibe una invitación a la fiesta de Logan Harris, un atractivo empresario de 27 años conocido por su vida social agitada y su carisma.
A medida que Luana se adentra en el mundo glamuroso de Logan, comienza a cuestionar sus propias limitaciones. Él, con su espíritu aventurero y despreocupado, es todo lo contrario a ella. A través de encuentros inesperados y conversaciones profundas, Luana se encuentra cada vez más atraída por su manera de ver la vida. Luana debe enfrentar sus miedos y abrirse a nuevas experiencias, mientras descubre que el amor puede florecer en los lugares más inesperados.
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Capítulo 5: La Mañana Después
Luana
El sol se filtraba por las cortinas de mi habitación, pintando el techo con suaves pinceladas doradas. Abri los ojos con pereza, estirándome en la cama, y la imagen de la noche anterior volvió a mi mente como un torbellino de luces, música, risas y… Logan.
No podía creer que me hubiera encontrado con él. Logan Harris, el dueño de la cadena de hoteles de lujo, el hombre que aparecía en revistas de moda y en las portadas de los periódicos, el hombre que era sinónimo de éxito y glamour, había estado a mi lado, hablando conmigo, bailando conmigo, invitándome a tomar un café.
La noche anterior había sido un sueño. Un sueño que ahora se sentía tan real, tan tangible, que me costaba creer que no fuera más que un producto de mi imaginación.
Me levanté de la cama y fui hacia la ventana, abriendo las cortinas de par en par. La ciudad se extendía ante mí, un mar de edificios que se perdían en la lejanía, bajo un cielo azul y despejado. La brisa fresca me acarició la cara, llenándome de energía.
Pero la sensación de euforia se mezcló con una oleada de nerviosismo. ¿Qué debía hacer?¿Y si solo había sido amable conmigo por el accidente en la fiesta l? ¿Y si no le interesaba realmente tomar un café conmigo?
La imagen de su sonrisa, su mirada, su voz, se apoderó de mi mente. Me había parecido tan sincero, tan encantador, tan… atractivo.
Me acerqué a mi teléfono y revisé la tarjeta que me había dado. Su nombre, Logan Harris, estaba impreso en letras doradas, junto a su número de teléfono y su dirección de correo electrónico.
No pude evitar sonreír. Era real. No era un sueño.
Pero la duda seguía ahí, como una pequeña voz en mi interior que susurraba: "¿Y si no es quien crees?".
Decidí que lo mejor era dejar pasar un poco de tiempo antes de contactarlo. No quería parecer desesperada, ni tampoco dar la impresión de que no tenía nada mejor que hacer que esperar su llamada.
Me preparé un desayuno ligero, un tazón de cereal con leche y fruta fresca. Mientras comía, mi mente seguía dando vueltas a la noche anterior.
Recordé cómo me había sentido al bailar con él, la forma en que me había guiado con suavidad, la forma en que me había hecho reír. Recordé la conversación que habíamos tenido, sus palabras, sus gestos, su mirada.
No podía negarlo, me había gustado. Me había gustado mucho.
Mientras terminaba de desayunar, mi teléfono sonó. Era Vanessa.
— ¡Luana! ¿Cómo estás — exclamó con entusiasmo.
— Bien, ¿y tú? — respondí, con una sonrisa.
— Increíble — dijo, con un tono de voz alegre. — No puedo dejar de pensar en la fiesta. ¡Fue increíble!
— Sí, la verdad que sí. — respondí, sintiendo un ligero rubor en mis mejillas.
— ¿Y qué tal Logan? — preguntó, con un tono de voz curioso.
— Es… encantador. — respondí, sintiendo que mi voz se hacía más suave.
— ¡Te lo dije! — exclamó , con un tono de voz emocionado. — Te vas a divertir mucho con él.
— Ya veremos. — respondí, con un tono de voz inseguro.
— ¿Y qué tal la cita? — preguntó, con un tono de voz curioso.
— No hay ninguna cita. — respondí.
— ¿Qué? — exclamó Vanessa, con un tono de voz sorprendido. — ¿No te ha invitado a tomar un café?
— Sí, pero… — respondí, sin saber cómo explicar lo que sentía.
— ¿Pero qué? — preguntó, con un tono de voz impaciente.
— No sé. — respondí, sintiendo que mi voz se quebraba. — Tengo miedo.
— ¿Miedo? — preguntó, con un tono de voz preocupado. — ¿Miedo de qué?
— Miedo de que no sea quien yo creo. — respondí. — Miedo de que solo haya sido amable conmigo por el accidente con el vino, quizás solo quería disculparse. Miedo de que no le interese realmente tomar un café conmigo.
— Luana, por favor. — dijo, con un tono de voz tranquilizador. — No seas tonta. ¡Logan Harris no es un tonto! ¡Él sabe lo que quiere! Y si te ha invitado a tomar un café, es porque le interesas.
— ¿De verdad crees eso? — pregunté.
— Sí, Luana. — dijo, con un tono de voz firme. — Confía en mí.
— Está bien. — respondí, con un tono de voz más tranquilo. — Lo intentaré.
— ¡Eso es! — dijo Vanessa, con un tono de voz alegre. — Ahora, ¿qué tal si nos encontramos las tres para tomar un café y nos cuentas todo?
— Me encantaría. — respondí, con una sonrisa.
— Perfecto. — dijo Vanessa, con un tono de voz alegre. — Te llamo más tarde para confirmar.
— De acuerdo. — respondí, con una sonrisa.
Colgué el teléfono y me quedé pensando en lo que Vanessa me había dicho. Tenía razón, no debía dejar que el miedo me paralizara. Si Logan me había invitado a tomar un café, era porque le interesaba.
Tomé una respiración profunda y me dije a mí misma: "Luana, confía en ti misma. ¡Tú vales la pena!".
La duda seguía ahí, pero ahora era más débil, más tenue. La esperanza se había apoderado de mi corazón, llenándome de una nueva energía.
Me preparé para salir, con la intención de ir a la pastelería de mi madre. Necesitaba un poco de tiempo para pensar, para ordenar mis ideas, para recuperar la confianza que había perdido.
Mientras salía de mi apartamento, la ciudad me recibió con un cielo azul y despejado, con el sol brillando con fuerza. La brisa fresca me acarició la cara, llenándome de una nueva energía.
Sentí que la vida me sonreía, que me esperaba un nuevo camino, un camino que me llevaría a lugares inesperados, a experiencias inolvidables, a momentos mágicos.
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El aroma a chocolate y vainilla inundaba la pastelería, un aroma que me transportaba a mi infancia, a los días felices que pasaba con mi madre, aprendiendo los secretos de la repostería.
La pastelería era mi refugio, mi espacio seguro, mi lugar feliz. Aquí me sentía en casa, rodeada del dulce aroma del chocolate, del calor de la familia y de la satisfacción de crear algo delicioso.
Mi madre, con su sonrisa amable y sus manos ágiles, me enseñó todo lo que sabía sobre la repostería. Ella era una maestra, una artista, una mujer que convertía los ingredientes más simples en obras de arte comestibles.
Mientras trabajaba en la pastelería, mi mente seguía dando vueltas a la noche anterior. La imagen de Logan, su sonrisa, su mirada, me llenaba de una mezcla de emoción y nerviosismo.
Vanessa me había animado a contactarlo, a aceptar su invitación a tomar un café. Pero la duda seguía ahí, como una sombra que se proyectaba sobre mi felicidad.
Decidida,tomé la tarjeta entre mis manos. Solté un suspiro largo, tomé mi teléfono y marqué su número.