Cumpliendo Mi Deseo De Navidad.

Hermana, necesitamos dinero. Mis hijos están internados en una clínica y no podemos cubrir los gastos. Ayúdanos, por favor. - dijo la mujer.

Obviamente era mentira, los niños si estaban con la abuela, pero ellos necesitaban dinero porque debían una gran cantidad en apuestas, y los cobradores estaban detrás de ellos.

- Pero acabas de decir que estaban con su abuela... - dijo Eduardo sorprendido.

- si, está con ellos en el hospital - intervino el cuñado.

-Por favor, hermana, cuñado. Por favor. - suplico la joven mujer.

Eliza comenzó a angustiarse, y tomo del brazo a Eduardo.

- Quiero ver a mis sobrinos. Llama a doña Jimena para que se quede con Miguel. llévame Eduardo. - dijo Eliza muy preocupada.

- Espera, hermana. No es tan sencillo... -

-¿Por qué? Quiero verlos. -

-Mejor quédate cuñada. Danos el dinero y nosotros solucionamos. - dijo el esposo de su hermana.

Sin embargo, Eliza se estreso con la preocupación, que cuando quiso ir a su cuarto a cambiarse, sintió un enorme dolor en su vientre bajo, y luego un líquido caer por sus piernas.

Eduardo no pudo reaccionar a tiempo para calmarla.

- Ay, Dios mío, ¿qué es esto? - lloró Eliza, sintiendo mucho dolor y viendo el líquido sanguinolento en el piso. Ambos, Eliza y Eduardo, estaban muy asustados.

Elena se sorprendió. Nunca pensó que su mentira provocaría algo así.

- Perdoname, hermana. Perdóname, por favor. Carlos me obligó a decirte eso. Perdóname. Es que necesitamos dinero para pagar nuestras deudas. - explicó la mujer llorando, mientras su esposo la agarraba y le decía que se callará.

Eduardo ayudando a su esposa, lo miró con furia.

- Luego arreglo esto contigo, imbécil. Si algo le sucede a mi esposa o a mi hijo, te lo haré pagar caro. - dijo mientras llevaba a su esposa al cuarto y la acostaba.

 Tomó su celular llamó al hospital para avisar que irían y que los esperarán, y llamaba a la señora Jimena para que se quedará con Miguel, que afortunadamente aún dormía plácidamente.

Volvió a cargar a Eliza y salió del departamento y al abrir el ascensor le dio las llaves a la señora Jimena, que venía subiendo.

-¡Vayan! ¡Vayan! ¡Encárgate de tu esposa y tú bebé! ¡Yo me encargaré de tu hijo mayor! - les dijo la mujer mayor en voz alta mientras se cerraban las puertas del ascensor.

"Que todo salga bien, Dios. Que mi esposa y mi hijo estén bien" pensó con angustia Eduardo, bajando en el ascensor, demasiado lento según su perspectiva, mientras miraba a Eliza en sus brazos, que había quedado inconsciente debido al dolor. El sentía la respiración errática de su mujer, y como se movía el bebé en el vientre de su mujer.

"Que todo salga bien, por favor"

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Eduardo estaba en la sala de espera del hospital. Apenas habían pasado dos horas desde que llegaron y había dejado a su esposa y bebé, en manos de los médicos.

Caminaba de un lado a otro, esperando noticias de su esposa.

En ese momento, llegó su amigo Carlos, quien fuera su padrino de bodas, y del cual solo tenía contacto por mensajes telefónicos con él.

- ¡Amigoooo! - exclamó Eduardo con tristeza, abrazando al hombre que se acercaba a él.

- ¡Eduardo, compadre! Lamento que nos volvamos a ver en esta triste situación. ¿Cómo está Eliza? - preguntó Carlos.

- Aún no lo sé. Estaba inconsciente cuando la dejé con los médicos... Hermano, ... si se va, yo me voy con ella... - exclamó Eduardo mirando a su amigo con lágrimas en los ojos.

- No digas eso, amigo. Ella va a estar bien. Y si así fuera, ¿crees que ella te perdonaría que dejarás a Miguel sólo? Después que tanto lucharon por adoptarlo y tenerlo a su lado. Pues no. Debes ser fuerte por Eliza, por tu bebé y por Miguel. Ten fé de que todo va a salir bien, hermano. - concluyó Carlos animando a Eduardo. Y esté le dio un abrazo, mientras lágrimas salían de sus ojos.

En ese momento, entraba la hermana de Eliza, con los ojos rojos. Se acercó a Eduardo, que al darse cuenta que la mujer se acercaba se quedó mirándola y viéndola seriamente. Espero que ella hablará.

- Perdóname, cuñado. No fue mi intención provocar esto. No se que nos pasó. Mi esposo está descontrolado, y las deudas que tenemos son muchas y ninguno de los dos tenemos trabajo. Los niños están con su mamá porque no tenemos como alimentarlos y ella se ofreció a cuidarlos. Y ya llevamos un tiempo así. - explicó la mujer con lágrimas en los ojos - cuando fuimos a su apartamento, nunca me imaginé que se le adelantaría el parto a mi hermana. Perdóname, por favor. - sollozo la mujer con la mirada en el suelo, muy arrepentida de su actuar.

La hermana de Eliza, había cambiado mucho en el último año. Y no solo ella, su esposo también. De repente, se llenaron de deudas de apuestas, y el dinero ya no les alcanzaba para cubrir las necesidades básicas de sus hijos. Lo que llevo a que tuvieran que aceptar entregar sus hijos a la abuela paterna, y está, los cuidaba con dinero proveniente de sus otros hijos y de algunas pequeñas inversiones que tenía desde hace años.

Volviendo a la actualidad,

Eduardo miraba a la mujer que lloraba con la vista baja. Y se extraño que no andaba con su esposo. Antes de poder aceptar sus disculpas le dijo,

- ¿y tú esposo? -

La mujer levantó un poco el rostro,

- Lo dejé. Cuando vi lo que habíamos provocado y que a él no le importó si Eliza moría, le reclamé. Él quiso pegarme pero le dije que ya estaba harta y que no seguiría haciendo nada de lo que él dijera. Y me aleje rápido, y vine sola aquí. - explicó la joven. Que no quería contar mucho de lo que había pasado, pero era necesario decir algo para que entendieran porque estaba allí.

- Yo no puedo perdonarte. Cuando mi esposa despierte ella dirá si puede hacerlo. Tendrás que esperar a que mi esposa y mi bebé estén bien para atenderte. - dijo Eduardo mirando serio a la mujer. Está asintió con la cabeza y se fue a sentar.

Mientras esto ocurría, Carlos se había sentado algo lejos de la pareja que hablaba, y en la sala de espera a esa hora de la madrugada, no había nadie más. Elena se sentó a una distancia prudencial mientras de vez en cuando lloraba, y Eduardo se quedó de pie a mitad del salón, mirando las puertas de la sala de espera como si en cualquier momento algún médico o enfermera entraría y le daría alguna noticia de su familia.

Eduardo tenía la camisa manchada de rojo en la parte de adelante. Él había ido al baño y se había lavado manos y rostro. Pero aún tenía rastros de sangre en su ropa. Eliza al romper fuente, el líquido era rojizo.

Eduardo luego de unos segundos dio media vuelta y se iba a sentar, cuando la puerta se abrió y entró una enfermera.

- Señor Eduardo, familiar de Eliza rojas -

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