En una sociedad donde los alfas dominan en todos los aspectos, dos poderosas familias están en una lucha constante por el control económico y político de la nación. Sus herederos, Leonhard y Viktor, son ambos alfas reconocidos, cada uno con su propio imperio y legado, decididos a mantener sus territorios y el honor de su linaje intacto. Sin embargo, un repentino acuerdo entre ambas familias los obliga a un matrimonio de conveniencia, poniendo a prueba sus límites, ambiciones y emociones.
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Capítulo 22: Entre Tensiones y Secretos
Leonhard observó la pantalla de su computadora, donde una lista interminable de acuerdos comerciales esperaba su revisión. Su despacho, usualmente un santuario de orden y control, parecía más caótico que nunca. Desde que el compromiso con Viktor Ivanov se hizo oficial, las reuniones y eventos sociales se multiplicaron, obligándolo a lidiar con miradas inquisitivas y murmullos constantes. Pero no era solo el escrutinio público lo que lo incomodaba, sino la constante presencia de Viktor.
Ese hombre estaba invadiendo cada rincón de su vida.
Con un suspiro, Leonhard cerró el portátil y se reclinó en su silla. La imagen de Viktor apareció en su mente: su postura desafiante, la intensidad de su mirada y esa arrogancia que a veces lo irritaba y otras lo intrigaba. Había algo en Viktor que era imposible de ignorar. Y aunque lo negara, cada vez le resultaba más difícil mantenerse indiferente.
El sonido de la puerta de su despacho lo sacó de sus pensamientos.
—Señor Blackwood —dijo su asistente, entrando con cautela—. El señor Ivanov está aquí para su reunión.
Leonhard reprimió un suspiro. Claro que estaba allí. Últimamente, parecía que no podían pasar más de 48 horas sin cruzarse.
—Hazlo pasar —respondió con su tono habitual, frío y profesional.
Viktor entró al despacho con la misma confianza de siempre, vestido impecablemente con un traje blanco que resaltaba su porte imponente. Cerró la puerta tras de sí y, sin esperar invitación, se sentó frente a Leonhard, apoyando un brazo sobre el respaldo de la silla.
—¿Tan ocupado que no puedes tomarte un descanso, Blackwood? —dijo con una sonrisa burlona.
Leonhard arqueó una ceja. —Algunos de nosotros preferimos trabajar en lugar de perder el tiempo.
—Qué dedicado. Aunque me pregunto si esa dedicación incluye reflexionar sobre nuestro "futuro" juntos. —El énfasis que Viktor puso en la palabra "futuro" estaba cargado de sarcasmo.
Leonhard mantuvo la compostura, aunque podía sentir la tensión creciendo entre ellos. —Nuestro futuro no requiere reflexiones, Ivanov. Es un acuerdo. Y los acuerdos se cumplen.
Viktor dejó escapar una risa baja. —Siempre tan práctico. Me pregunto si alguna vez te permites sentir algo que no sea obligación.
Leonhard lo miró fijamente, sus ojos grises penetrando en los verdes de Viktor. —¿Y tú? ¿Alguna vez dejas de actuar como si nada te afectara?
Por un momento, el aire en la habitación se volvió más denso. Viktor se inclinó hacia adelante, apoyando los codos sobre la mesa. La proximidad era casi desafiante, pero también tenía una carga diferente, algo más personal.
—Tal vez deberíamos discutir eso en nuestra luna de miel —murmuró Viktor, su voz baja y provocativa.
Leonhard sintió que un calor inexplicable subía por su cuello, pero no le daría el gusto de una reacción evidente. Recuperando su semblante frío, respondió:
—Tal vez deberíamos enfocarnos en la reunión. Algunos de nosotros tenemos prioridades claras.
Viktor sonrió, sabiendo que había logrado inquietarlo. Se recostó en la silla, como si no tuviera prisa alguna, y sacó un documento de su portafolio.
—Hablando de prioridades, aquí tienes el borrador de los términos finales para la fusión. Nuestro querido comité parece convencido de que nuestra unión es la solución perfecta para ambos imperios.
Leonhard tomó el documento y comenzó a leerlo, pero su mente seguía distraída. La cercanía de Viktor, su aroma y el eco de sus palabras lo tenían más alterado de lo que quería admitir.
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Más tarde ese día, Viktor dejó el edificio Blackwood con una mezcla de satisfacción y frustración. Satisfacción porque había logrado sacar a Leonhard de su zona de confort, aunque fuera por un momento. Frustración porque, a pesar de todo, seguía siendo incapaz de descifrar completamente a ese hombre.
Había algo en Leonhard que lo desconcertaba. No era solo su frialdad, sino la manera en que parecía estar siempre en control, incluso cuando claramente estaba al borde de perderlo. Y lo peor era que Viktor no podía evitar sentirse atraído por esa fortaleza.
Mientras caminaba hacia su auto, su teléfono sonó. Era Mikhail, su primo y mano derecha.
—¿Cómo va todo? —preguntó Mikhail, sin perder tiempo en formalidades.
—Interesante, como siempre. Leonhard es... complicado.
—¿Complicado o irresistible? —bromeó Mikhail.
Viktor gruñó, aunque no pudo evitar sonreír. —No empieces.
—Solo digo que tal vez deberías aprovechar esta oportunidad para, no sé, disfrutar un poco. Después de todo, no todos los días uno se casa con alguien como él.
Viktor no respondió de inmediato. Había algo de verdad en las palabras de Mikhail, aunque no estaba dispuesto a admitirlo. Leonhard era un enigma que lo atraía y lo irritaba en igual medida.
—Hablaremos después. Tengo cosas que hacer. —Cortó la llamada antes de que su primo pudiera continuar.
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Esa noche, Leonhard estaba en su mansión, mirando por la ventana hacia la ciudad iluminada. La reunión con Viktor había dejado un impacto que no podía ignorar. Había algo en la manera en que Viktor lo desafiaba, lo provocaba, y lo hacía cuestionarse cosas que siempre había considerado inmutables.
Su mente volvió al compromiso. Un matrimonio arreglado. Era una solución práctica, diseñada para fortalecer sus imperios familiares, pero cada vez se sentía menos como un simple contrato. Viktor tenía una manera de romper sus defensas, de llegar a partes de él que ni siquiera sabía que existían.
El sonido de su teléfono lo sacó de sus pensamientos. Era un mensaje de su abuelo:
"La boda debe ser perfecta, Leonhard. Espero que estés haciendo tu parte para que así sea."
Leonhard dejó escapar un suspiro. La presión de su familia era constante, pero en este caso, la situación era más compleja. ¿Cómo podía fingir un vínculo que se sentía cada vez menos ficticio?
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Mientras tanto, Viktor estaba en su penthouse, mirando un expediente relacionado con la próxima fusión. Pero sus pensamientos no estaban en los números ni en los acuerdos. Estaban en Leonhard. En la manera en que lo miraba, en el desafío constante entre ellos, y en el extraño deseo que seguía creciendo.
Dejó el expediente a un lado y se levantó, caminando hacia la ventana. La ciudad se extendía ante él, pero su mente estaba en otra parte. ¿Qué pasaría cuando finalmente tuvieran que enfrentarse a lo que realmente sentían?
La tensión entre ellos era como una cuerda a punto de romperse. Y aunque ninguno de los dos lo admitiría, ambos sabían que estaban jugando con fuego.
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